El tiempo pasa

Leonardo Arriaga caminaba de un lado a otro su habitación, sus manos temblaban de furia e impotencia. Había dinero, poder, conexiones, pero en ese momento nada de eso le servía. Isabela no estaba. No había rastro de su esposa. Sus investigadores estaban rastreando cada posible ubicación, pero hasta ahora, todo era un callejón sin salida.

Tomó su teléfono y marcó el número de su hermano. Darío contestó al segundo timbrazo.

—Leonardo, dime que la encontraste.

—No hay rastro de ella, Darío —su voz sonó quebrada por primera vez en años—. Necesito que vengas. Ahora mismo.

—Estoy en camino —respondió su hermano sin dudar.

Leonardo cortó la llamada y miró hacia la cuna de su hijo. Leandro dormía, pero su respiración era agitada. Como si también sintiera la ausencia de su madre. Leonardo pasó una mano por su cabello y suspiró con rabia contenida. "Voy a encontrarte, Isabela. No importa lo que cueste."

Mientras tanto, a kilómetros de distancia, el auto negro que transportaba a Isabela di
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