PERDIDO

El sol comenzaba a brillar con fuerza sobre la ciudad cuando Camila ingresó al imponente edificio Arriaga Enterprises. Caminaba con paso firme, su elegante vestido negro ajustado y tacones resonando sobre el mármol pulido del vestíbulo. Había salido temprano de la Mansión Arriaga con una sola misión en mente: encontrarse con Leonardo.

Al llegar al nivel ejecutivo, los empleados desviaban la mirada, incómodos con su presencia. Camila no era conocida por su amabilidad, y su expresión de impaciencia no hacía más que intensificar el ambiente tenso.

—¿Dónde está Leonardo? —preguntó directamente a la asistente personal del CEO, sin molestarse en saludar.

La joven asistente, acostumbrada a la frialdad de Camila, trató de mantener la compostura mientras revisaba rápidamente la agenda de su jefe.

—El señor Arriaga no ha llegado todavía, señora.

Camila arqueó una ceja, sorprendida.

—Eso es imposible. Leonardo siempre está aquí antes que nadie. ¿Estás segura de lo que dices?

La asistente
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