La mansión Arriaga despertaba con la primera luz del día, pero no para Isabela. Ella había pasado la noche en vela, su mente atrapada en una tormenta de pensamientos. La conversación entre Leonardo y Camila en la biblioteca seguía resonando en su cabeza. Las palabras de Camila, cargadas de veneno, habían abierto una herida que no parecía querer cerrarse. Cuando el sol comenzó a colarse por las cortinas de su habitación, Isabela se levantó con una decisión firme: terminar con todo. Era hora de pedir el divorcio. Se vistió con calma, eligiendo un conjunto sobrio pero elegante que reflejara la fortaleza que intentaba proyectar. Después de un largo suspiro, salió de su habitación y se dirigió al despacho de Leonardo. --- Leonardo estaba revisando algunos documentos en su despacho cuando escuchó el leve sonido de unos pasos acercándose. Levantó la vista y se encontró con Isabela en la puerta. Algo en su expresión le indicó que esa no sería una conversación común. —¿Podemos hablar? —pr
Capítulo: La verdad a mediasEl sol de la mañana iluminaba las calles de la ciudad mientras Isabela se dirigía a la empresa. El tráfico era el habitual, y el bullicio de la ciudad pasaba desapercibido para ella. Su mente estaba demasiado ocupada con lo sucedido esa mañana en la mansión Arriaga.Había pedido el divorcio.Lo había dicho en voz alta, con firmeza, sin titubear. Y Leonardo… él había accedido. O al menos eso había parecido en el momento. Pero, ¿realmente cumpliría con su palabra?Al llegar al edificio de la compañía Altamirano, Isabela intentó despejar su mente. No podía permitir que su vida personal interfiriera con su desempeño laboral. Se concentraría en el trabajo. Solo necesitaba mantener la calma.Pero su resolución se tambaleó en cuanto salió del ascensor y vio a Luisa Navarro esperándola en el pasillo.Luisa, impecablemente vestida como siempre, le dedicó una sonrisa que más que cordial parecía afilada, como si estuviera a punto de arrojarle un dardo envenenado.—Va
Capítulo: Un Matrimonio IrrevocableEl sonido del lápiz golpeando el escritorio resonó en la lujosa oficina de Leonardo Arriaga. Con la mirada fija en los documentos legales frente a él, el hombre mantenía una expresión impenetrable, pero su mente estaba en caos."Divorcio."Esa palabra no dejaba de resonar en su cabeza desde aquella mañana cuando Isabela lo había mirado a los ojos y, con la voz firme, había exigido su libertad.—Es un error —murmuró para sí mismo, tomando un sorbo de su café negro.A pesar de su orgullo y su carácter dominante, algo dentro de él se negaba a aceptar la idea de que Isabela dejara de ser su esposa.Un ligero golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos.—Adelante.Su abogado, Sergio Moretti, entró con su característico porte profesional.—Señor Arriaga, ya he revisado los términos del contrato matrimonial, pero hay algunos puntos que necesitamos discutir en presencia de la señora Arriaga.Leonardo entrecerró los ojos.—¿En presencia de Isabela?—Sí, a
El silencio en la oficina de Leonardo Arriaga era sepulcral. Solo el sonido del bolígrafo golpeando la superficie de su escritorio interrumpía la quietud. Afuera, la ciudad seguía su curso, pero dentro de aquellas paredes, el CEO estaba atrapado en una encrucijada que ni él mismo podía resolver.Frente a él, Camila, vestida con un elegante conjunto blanco, lo miraba con la expresión de alguien que exigía respuestas.—Leonardo, tenemos que hablar —dijo con firmeza.Él no respondió de inmediato. Se frotó las sienes con impaciencia, sintiendo el peso de demasiadas cosas a la vez.—Habla —ordenó finalmente.Camila cruzó las piernas y lo observó fijamente.—Quiero que nos enfoquemos en nuestro futuro. Ya no podemos seguir postergando esto.Leonardo entrecerró los ojos.—¿A qué te refieres?Camila suspiró, como si la pregunta fuera innecesaria.—A lo que siempre hemos hablado. Nuestra vida juntos. Nuestro hijo.Los dedos de Leonardo se tensaron sobre el bolígrafo.—¿Otra vez con esto, Camil
El sonido de sus tacones resonaba en los pasillos de la empresa como el eco de su propia furia contenida. Camila salió de la oficina de Leonardo con los labios apretados y las manos cerradas en puños. No podía permitirlo.No podía dejar que Isabela siguiera interponiéndose en su vida, en su destino.Leonardo estaba actuando como un idiota, como si tuviera dudas. ¿Desde cuándo Leonardo Arriaga dudaba? ¿Desde cuándo no hacía lo que ella quería?—Todo esto es por culpa de esa maldita mujer… —susurró para sí misma mientras tomaba su teléfono y marcaba un número.—¿Sí? —respondió una voz ronca al otro lado.Camila miró alrededor para asegurarse de que nadie estuviera escuchando. La rabia y la desesperación la habían llevado a cruzar una línea más.—Necesito que hagan un trabajo —dijo en voz baja.Hubo un silencio del otro lado de la línea antes de que el hombre hablara.—¿Qué tipo de trabajo?Camila sonrió con frialdad.—Uno que asegure que una persona desaparezca por un buen tiempo.—¿Deb
El rugido del motor del Ferrari negro cortaba el silencio de la noche mientras Leonardo Arriaga aceleraba a toda velocidad por las calles desiertas. Su mandíbula estaba tensa, sus nudillos blancos sobre el volante. Sabía dónde estaba Isabela. Después de horas de búsqueda frenética, de mover contactos y exigir información, al fin había dado con su ubicación. Un almacén abandonado en las afueras de la ciudad. Leonardo no perdió tiempo. No llamó a la policía. No esperó refuerzos. Él iba a sacarla de allí con sus propias manos. La idea de Isabela en peligro, asustada y vulnerable, le hervía la sangre. Y si alguien se atrevía a tocarla… Se aseguraría de que lo lamentaran. --- El Cautiverio de Isabela Los latidos de Isabela eran erráticos. El lugar era un infierno oscuro, húmedo y con un olor rancio a moho y gasolina. Sus muñecas estaban atadas a una silla, su piel ardiendo por la fricción de las cuerdas. Su cabeza aún daba vueltas por la droga que le habían administrado,
El rugido del motor del Ferrari se mezclaba con el latido acelerado del corazón de Leonardo.Isabela yacía inconsciente en sus brazos, su respiración irregular y su piel fría al tacto.La había sacado del almacén sin esperar un segundo más.No le importaba nada.Ni las súplicas de los secuestradores, ni las repercusiones de sus actos.Solo Isabela.Su esposa, su problema, su tormento…Su prioridad.Apretó los dientes con fuerza.Tenía que resistir.—No te atrevas a dejarme, Isabela. —susurró, sintiendo por primera vez en mucho tiempo un miedo real.El miedo de perderla.De perder algo que aún no terminaba de comprender.---Un teléfono que no paraba de sonarEl celular de Leonardo vibraba sin cesar en el asiento del copiloto."Camila"El nombre parpadeaba en la pantalla una y otra vez.Pero él no respondió.No ahora.No cuando Isabela estaba entre la vida y la muerte.Maldita sea.¿Cómo no lo vio antes?¿Cómo no se dio cuenta de lo que realmente estaba pasando?Su mandíbula se tensó m
La noche en la ciudad transcurría con tranquilidad, pero dentro del sanatorio, la amenaza era silenciosa y letal. Mientras Isabela descansaba, ajena a la tormenta que se cernía sobre ella, Camila movía los hilos en las sombras.Había esperado demasiado.Había tolerado demasiado.Si Leonardo no quería alejarse de Isabela por voluntad propia…Ella se encargaría de eliminar el problema.—No pueden fallar esta vez. —su voz era fría mientras hablaba con el líder del grupo que había contratado.—Tranquila, señora. Somos profesionales.Camila sonrió con satisfacción.Les había dado el nombre del sanatorio, el número de la habitación y la mejor hora para actuar: la madrugada, cuando los guardias estuvieran más relajados y el hospital más silencioso.No habría testigos.No habría errores.Isabela Arriaga desaparecería esa noche.---Leonardo: Una inquietud inexplicableLeonardo no se había movido del sanatorio desde que trajo a Isabela.Era extraño en él.Siempre tenía cosas que hacer, reunion