En el exclusivo hotel donde Camila y Leonardo se refugiaron tras abandonar la boda, la atmósfera era una mezcla de lujo y descaro. La suite presidencial era un oasis de mármol, cristales y vistas panorámicas de la ciudad, pero el verdadero espectáculo estaba ocurriendo en las redes sociales y los medios, donde Camila movía los hilos a su favor.
Con una copa de champán en la mano y su teléfono en la otra, Camila revisaba con satisfacción las noticias. Las fotografías de ellos dos habían logrado exactamente lo que ella quería: acaparar la atención de todos. Mientras Leonardo permanecía sentado en el sofá con una expresión de cansancio, ella se inclinó hacia él con una sonrisa seductora. —¿Lo ves, amor? Ahora todos saben lo que siempre hemos sido: tú y yo contra el mundo. Isabela no tiene lugar en esta historia. Leonardo la miró, dudando por un momento. Sabía que lo que había hecho era cruel, pero Camila tenía una habilidad única para justificar lo injustificable. —¿Crees que esto era necesario? —murmuró él, dejando su copa en la mesa. Camila fingió ofenderse, colocando una mano en su pecho. —¿Necesario? Leo, esto es nuestra libertad. ¿Cuánto tiempo más ibas a permitir que te ataran a alguien como ella? Yo solo estoy ayudándote a demostrarle al mundo lo que realmente importa. Se giró hacia su teléfono y comenzó a escribir un mensaje en su cuenta de redes sociales, donde tenía miles de seguidores: "El amor verdadero no conoce reglas ni contratos. Algunas historias simplemente no pueden ser silenciadas." El mensaje se acompañó de una fotografía perfectamente seleccionada de ella y Leonardo en la entrada del hotel, tomada por los paparazzi que ella misma había avisado. Al publicarlo, se aseguró de añadir etiquetas que provocaran aún más atención. —Esto es todo lo que necesitamos para que las cosas se pongan en su lugar —dijo con una sonrisa triunfante. --- La publicación fue un éxito inmediato. Los comentarios se dividieron entre quienes la admiraban por "luchar por su amor" y quienes la criticaban por su descaro. Pero Camila no se preocupaba por las críticas; cada palabra en su contra era una oportunidad para seguir manipulando la narrativa. En una entrevista telefónica que ella misma organizó con un famoso programa de espectáculos, dejó caer palabras cuidadosamente seleccionadas para desacreditar a Isabela sin parecer directamente agresiva. —No puedo hablar demasiado de lo que pasó, pero lo único que diré es que hay situaciones en las que el corazón no puede mentir. Algunas personas simplemente no están hechas para estar juntas, y eso no tiene nada de malo. El periodista, ansioso por obtener más, insistió: —¿Entonces dirías que Leonardo está contigo porque siempre te ha amado? Camila suspiró, como si estuviera tratando de ser humilde. —Leonardo y yo tenemos una conexión especial. Es algo que no se puede explicar. --- Mientras tanto, Leonardo comenzaba a sentirse incómodo con el espectáculo que Camila había convertido en su relación. Aunque aún creía que estaba enamorado de ella, las constantes publicaciones, entrevistas y su aparente necesidad de alimentar el escándalo empezaban a incomodarlo. —¿No crees que deberíamos mantener esto más privado? —le preguntó una noche mientras Camila repasaba los mensajes que le llegaban de los medios. Ella lo miró, sorprendida. —¿Privado? Leo, estamos demostrando al mundo que el amor verdadero no necesita escondites. Esto no es un escándalo, es nuestra verdad. Leonardo no respondió, pero el malestar en su interior comenzó a crecer. Mientras tanto, Camila seguía disfrutando de su victoria, sin darse cuenta de que su necesidad de control estaba empezando a romper el hechizo que tenía sobre él.La madrugada envolvía la ciudad en un silencio inquietante, interrumpido solo por el sonido del motor del auto de Leonardo Arriaga. Las calles estaban desiertas, iluminadas por faroles que proyectaban sombras fantasmales. Dentro del vehículo, Leonardo sujetaba con fuerza el volante, sus pensamientos arremolinándose como una tormenta.Había dejado a Camila durmiendo en la suite presidencial del hotel lujoso, su sonrisa satisfecha aún grabada en su mente. Pero esa satisfacción que siempre lo había atraído ahora lo incomodaba. Por primera vez en años, las palabras de Camila sonaban huecas, como si estuviera interpretando un papel demasiado perfecto.El destino de su trayecto era claro: el hotel donde había dejado a Isabela. Una parte de él no entendía por qué estaba haciendo esto; después de todo, la boda había sido un acuerdo sin sentimientos. Sin embargo, cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de Isabela en la iglesia, ese gesto vulnerable pero esperanzado que lo había perseguid
El reloj marcaba las siete de la mañana cuando Isabela entró al restaurante del hotel. Había pasado la noche más larga de su vida, y aunque sus ojos seguían hinchados por el llanto, se obligó a mostrarse tranquila ante los empleados del lugar. Era una mujer de familia respetada, y lo último que quería era parecer derrotada frente a extraños. Llevaba un sencillo vestido azul claro que había encontrado en su maleta, nada comparable al esplendor del traje de novia que aún estaba arrumbado en el sofá de la suite. Mientras avanzaba hacia una mesa junto a una ventana, sintió las miradas de algunas personas. No sabía si eran de lástima o simple curiosidad, pero ambas le pesaban igual. Pidió un té y un pequeño desayuno, intentando centrarse en algo, cualquier cosa que la distrajera del desastre que era su vida. Sin embargo, su breve momento de calma se vio interrumpido cuando una voz familiar, cargada de una falsa dulzura, la hizo estremecerse. —Isabela, qué sorpresa verte aquí tan tempran
La suite presidencial del hotel estaba impregnada de un aroma dulce a flores frescas y perfume caro. Camila, envuelta en un lujoso albornoz de seda, se miraba al espejo con una sonrisa de satisfacción. La escena en el restaurante había salido exactamente como lo planeó, y ahora tenía a Leonardo más cerca que nunca. Leonardo entró en la habitación con una bandeja de desayuno en las manos. Su rostro reflejaba una mezcla de cansancio y preocupación, pero sus ojos se suavizaron al ver a Camila.—Te traje algo de comer —dijo mientras colocaba la bandeja sobre la mesa. La disculpa que le pidió a Isabela definitivamente no valía la pena.Camila se giró hacia él, su expresión radiante, como si él fuera su salvador.—Eres tan atento, Leo. No sé qué haría sin ti. Leonardo esbozó una pequeña sonrisa y se sentó en el borde de la cama, frotándose las sienes.—No puedo creer lo que pasó esta mañana. No entiendo cómo Isabela pudo hacer algo tan... mezquino. Camila se acercó a él, dejando caer su
La enorme mansión Arriaga brillaba bajo el sol de la tarde, una imponente construcción que reflejaba lujo y poder. Había sido remodelada especialmente para recibir a Leonardo y a su nueva esposa, pero el ambiente en su interior estaba lejos de ser armonioso.Isabela estaba en la cocina, organizando los últimos detalles para la cena, cuando escuchó el sonido de un automóvil deteniéndose frente a la entrada principal. Su corazón dio un vuelco. Leonardo no le había avisado que llegaría tan temprano, y menos acompañado.Se apresuró hacia la puerta principal y, al abrirla, se encontró con una escena que jamás habría imaginado. Allí estaba Leonardo, sosteniendo las maletas de Camila, quien se paraba a su lado con una sonrisa de suficiencia.—¿Qué está pasando? —preguntó Isabela, su voz cargada de incredulidad.Leonardo avanzó sin responder de inmediato, dejando las maletas en el vestíbulo.—Camila se quedará aquí con nosotros por un tiempo —anunció con frialdad.Isabela sintió cómo las pala
El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. El jardín de la mansión Arriaga era un lugar tranquilo, lleno de flores cuidadosamente cuidadas que contrastaban con la tormenta emocional que habitaba en la casa. Isabela, sentada en un banco de piedra junto a un rosal, trataba de encontrar algo de calma en medio del caos que se había convertido en su vida.La llegada de Camila a la casa había cambiado todo. Ahora, cada rincón del lugar que se suponía sería su hogar estaba impregnado con la presencia de la otra mujer, quien no perdía oportunidad de recordarle que no era más que una intrusa en su propio matrimonio. Isabela suspiró, pasando la mano por las suaves hojas de una rosa, intentando ahogar el dolor que sentía en su pecho.Del otro lado de la casa, Leonardo llegó en su automóvil, estacionándolo en el garaje con rapidez. Había pasado todo el día en la oficina, lidiando con reuniones y documentos, pero su mente no podía apartarse de lo q
El comedor de la mansión Arriaga estaba lleno de actividad esa mañana. Los empleados de la casa iban y venían, organizando los detalles del desayuno bajo la atenta mirada de Camila, quien se había tomado la libertad de supervisar todo, como si fuera la dueña del lugar. Su actitud altiva y dominante no pasaba desapercibida; incluso los empleados más experimentados parecían incómodos con su presencia. Isabela, por su parte, estaba en la cocina, ayudando a organizar las bandejas de frutas y panes. Desde la llegada de Camila, había evitado los espacios comunes tanto como podía, tratando de no cruzarse con ella. Sabía que cualquier interacción con la mujer terminaría mal. Sin embargo, esa mañana, el destino no estuvo de su lado. —¡Isabela! —la voz de Camila resonó desde el comedor con un tono imperioso. Isabela cerró los ojos un momento, respirando hondo antes de salir de la cocina. Cuando llegó al comedor, encontró a Camila sentada en la cabecera de la mesa, con una taza de café en la
La mañana amaneció gris y fría en la mansión Arriaga, como un reflejo del ambiente tenso que se respiraba dentro de la casa. Desde el día en que Camila llegó a vivir allí, las cosas habían cambiado drásticamente para Isabela. Lo que antes era un hogar tranquilo, ahora era un campo de batalla silencioso donde la dulzura de Isabela y la malicia de Camila chocaban constantemente.Aquella mañana, Isabela se encontraba en la biblioteca, organizando algunos libros que los empleados habían dejado fuera de lugar. Para ella, sumergirse en el orden y la rutina era una forma de escapar de la humillación constante a la que Camila la sometía. Sin embargo, su calma no duraría mucho.Camila irrumpió en la biblioteca como una tormenta, vestida impecablemente con un conjunto que parecía sacado de una revista de moda. Su actitud arrogante llenaba la habitación, y sus tacones resonaban contra el suelo de madera, anunciando su presencia.—Oh, mírate —dijo con una sonrisa burlona al ver a Isabela arrodill
El amanecer llegó con una brisa suave, pero dentro de la mansión Arriaga el ambiente estaba cargado de tensión. Camila, siempre un paso adelante, había despertado temprano con un nuevo plan en mente. Sabía que la clave para destruir completamente a Isabela no solo estaba en humillarla, sino en aislarla por completo. Y, por supuesto, en mantener a Leonardo bajo su control.Mientras se arreglaba frente al espejo, con un vestido ajustado que resaltaba cada curva, esbozó una sonrisa llena de satisfacción. Sabía que era irresistible para Leonardo, pero necesitaba algo más para asegurar su posición. Su objetivo esa mañana no era solo atacar a Isabela, sino también fortalecer la idea en la mente de Leonardo de que su esposa era débil, incompetente y totalmente inadecuada para él.Cuando bajó al comedor, encontró a Leonardo revisando algunos documentos. Se acercó con una taza de café que había ordenado especialmente para él.—Buenos días, amor —dijo con voz melosa, colocando la taza frente a