16/12/2025.
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Hoy celebré mi cumpleaños treinta y cinco junto a Pelusa, hice una arepa e imaginé que era una torta con sus velitas, le di un trocito a mi pequeño amigo, acompañado del último pedacito de sardina que le guardé. Me canté cumpleaños, preferiría que me hubiesen cantado mis amigos y mis padres; pero ya no están… como les extraño, cada vez que logro dormir les veo en mis sueños. Si existe un Cielo, espero reunirme con ellos.
A veces quiero pegarme un tiro para estar con mi familia, para no estar más solo, para no llevar esta zozobra que me desgarra el pecho cada día. No me vuelo la tapa de los sesos quizás, por la tonta idea que tal vez el suicidio sea un pecado que me impida estar nuevamente con mis padres y amigos. No soy muy creyente, no puedo afirmar que Dios exista, y todo el cuento aquel de un paraíso y la resurrección; aunque tampoco puedo afirmar que es falso. El amor hacia mis padres y a mis amigos me hace tener un poco de lo que llaman fe. Tengo que resistir, no permitiré que esos engendros me coman o me conviertan en uno de ellos.
Por otro lado, ya solo me queda harina de maíz para dos días, necesito salir y encontrar algo de comer para mí y para Pelusa. Mañana es el día de la búsqueda, ojalá pueda encontrar un mejor refugio también. Al menos mi dotación de papel para escribir está bien y tengo tres bolígrafos, unos en uso que le queda un cuarto de tinta y el resto están nuevos, también tengo un par de lápices grafito, ambos a medio uso.
Actualmente estoy en una oficina abandonada de un viejo edificio que fue del Ministerio de Energía y Minas en Ciudad Bolívar.
Soy de Soledad, una urbe que estaba en pleno crecimiento antes del día terrible y, que solo está separada de Ciudad Bolívar por un río llamado Orinoco. Quisiera poder volver a mi Soledad, pero el Puente Angostura está derrumbado. Conseguir algún pequeño bote o curiara y cruzaré el río a remo. Sería una obra épica, sin mencionar que más épico sería conseguir la mencionada curiara.
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Hoy noté a Pelusa algo alterado y preocupado. He aprendido a leer sus chillidos, se cuándo es de alegría y sé cuándo son de alerta o de pánico. Él los puede sentir, deben estar cerca, eso es con seguridad; mi Pelusa no se equivoca. Ayer solo dormí entre tres o dos horas. Tengo mucho miedo de salir a las tinieblas de afuera. Nunca puedo dejar de sentir ese miedo, imagino que debe ser bueno sentirlo, seguro es lo que me protege, lo que me hace ser precavido.
El miedo me empuja a hacerle mantenimiento a mis armas. Hoy pasé una buena parte del día afilando mi machete y un pequeño pero sólido cuchillo. También lubriqué mi pequeña escopeta cañón corto de un solo tiro. Solo me quedan cuatro cartuchos calibre 12, espero no tener que usarlos.
He ordenado todas mis cosas, no son muchas, pero me ayudan a tener algo de comodidad. Tengo una mochila de montañista, no muy grande y está remendada por todas partes; en ella guardo un recipiente de cloro con un litro de capacidad, aunque solo le queda menos de la mitad. Tengo una pequeña olla de aluminio y un vaso de acero inoxidable, un plato de plástico y una cucharilla del mismo material, un trozo de lienzo, un pequeñito recipiente con gasolina en su interior, un yesquero, una gruesa cobija de lana que uso como colchón para dormir y una delgada sábana para arroparme. Tengo un recipiente de refresco cola de dos litros y uno pequeño de 600 mililitros, ambos para colocar el agua que logro potabilizar.
Estoy pensando mucho si salir mañana, porque Pelusa sigue estando algo inquieto, si aumenta la intensidad de sus chillidos tendré que posponer mi salida un día más, el problema es, que no quiero morir de hambre, ni tampoco tener que salir con debilidad extrema en mi cuerpo.
17/12/2025.Finalmente logré salir al otro día. Pelusa se calmó, lo que me dio confianza para salir de la oficina. A mi pequeño amigo le hice una especie de bolsito koala con una media vieja y unas cabuyas. Su bolsito de viaje queda ajustado entre mi cuello y mi cuerpo, quedando a la altura de mi pecho. Mi Pelusa parece un bebecito… ¡Carajo! Cuánto le quiero.Antes de salir de la vieja oficina, verifiqué todas mis cosas por última vez. Me ajusté mi machete a mi cintura en una especie de vaina que hice con tela de jean, mi cuchillo lo coloqué a mi pantorrilla, en una vieja vaina de cuero, cerca de mi tobillo. La escopeta la puse al lado izquierdo exterior de mi mochila. Desayuné una arepa, le di un pedacito a Pelusa, tomamos algo de agua y salimos a las tinieblas de a
18/12/2025.*Fue una gran bendición encontrar ayer este edificio, pero aun así, tenía que estar seguro de que ninguna persona, ni ellos, pudiesen acceder fácilmente a mí. Así que, tenía que buscar la manera de asegurar la entrada de la azotea o crear un sistema de alarma; o mejor aún, tener ambos a la vez. Revisé algunos departamentos más, solo encontré un pedazo rasgado de sábana que estaba manchado de sangre seca, llevaría mucho tiempo así. Luego fui en busca del viejo colchón y a por la mesita de noche. Los subí uno por uno a la azotea. Esa actividad de subir y bajar me había agotado un poco, sumado al cansancio que ya traía de ese día.Tuve una idea para asegurar la pequeña puerta, por lo tanto, desgarré la s&
21/12/2025No tengo buenas nuevas, apenas puedo escribir, y mis energías se están extinguiendo. Pelusa se me está apagando. Ya no estoy en el edificio, tuve que salir de allí. Ahora escribo desde el suelo, con la tierra que me sirve de colchón. Estoy escondido en una pequeña cueva dónde apenas puedo entrar, parece ser la madriguera de algún animal. “Ellos” me están buscando, solo espero que no den conmigo.Estos fueron los eventos que me llevaron hasta aquí:El día 19/12/2020, luego de haber tenido otro agradable y profundo descanso, cuando empezaba a rayar el alba, sentí ligeros chillidos de Pelusa, no me quería despertar, supuse que él solo quería desayunar. “Diez minutos más amigo”, le dije y luego me vol
24/12/2025Salí de la madriguera, me encuentro cerca de unas instalaciones abandonadas del Ejército, parecen ser un conjunto de barracas. Ya no tengo comida. Ellos me siguen buscando. Frente a mí, a unos cien metros de distancia, se encuentra un árbol de mangos con pocos frutos, algunos de ellos maduros. También están un par de matas de coco, las cuales están cargadas; pero no puedo acercarme, o no debo hacerlo, porque es muy arriesgado.Ya casi no hay árboles en Ciudad Bolívar, fueron arrasados casi todos por sus habitantes al principio del apocalipsis. Eran cuatrocientas mil personas que sintieron desesperación cuando el gas doméstico dejó de ser suministrado a la ciudad, volcándose todos hacia la leña para cocinar. Las pocas matas que quedan, siempre son de alguna tribu o algún gru
26/12/2025Por la posición del sol, deben ser las nueve de la mañana. Ahora mismo me encuentro asando la carne blanca de la boa.Encontré un pequeño oasis de árboles de chaparro, su sombra es escasa debido que no tienen un gran follaje de hojas, y son arboles pequeños; pero me sirven para descansar y usar sus ramas como leña. Recuerdo que estas matas eran abundantes, si viajabas de Ciudad Bolívar a Puerto Ordaz, podías ver miles y miles de estos arbustos que crecían como la mala hierba, aunque francamente tengo que mencionar que para estos días ya no debe existir tal cosa como “mala hierba”.La carne de la serpiente se empezaba a descomponer, he encontrado estos arbustos a tiempo. Estoy asando la carne como los llaneros de Apure. Ellos introducen unas improvisadas varas de algún á
Los acontecimientos desde el día 27/12/2025Desde que sacamos a las patadas de nuestro edificio, a aquel extraño hombre que tenía como mascota a un ratón, nuestra vida tomó un giro inesperado. Mi hermano y yo, somos quizás las personas más precavidas durante estos peligrosos tiempos, y tenemos como norma no fiarnos de nadie en absoluto. Cualquier persona viva es un potencial enemigo, un potencial traidor, que no dudará en clavarnos un cuchillo por la espalda con tal de mantenerse vivo y a salvo. Sin embargo, aquel día cuando corrimos a ese hombre y a su singular mascota, yo sentí un extraño vacío en mi corazón, me cuestioné muchas veces si mi hermano y yo habríamos tomado una decisión incorrecta. La mirada de ese hombre era muy diferente a las pocas personas que hemos llegado a ver du
Los ayudantes del doctor venían en camino. Nuestro salvador nos desató rápidamente. — ¿Dónde les pusieron sus armas?—preguntó el hombre del ratón. —Están en la otra sala, con nuestras cosas—respondió mi hermano, que al igual que yo estaba aturdido todavía por el sedante y el tiempo que llevábamos amarrados a esas aterradoras sillas. Fuimos a buscar nuestras cosas en la sala contigua. Allí estaban nuestras mochilas y nuestras armas. La adrenalina que producía nuestros cuerpos empezaba a desplazar los efectos del sedante. Nos colocamos nuestras mochilas y cargamos nuestras armar inmediatamente. — ¡Qué está pasando aquí!—exclamó uno de los ayudantes e hizo un movimiento para sacar algo de su pantalón, mi hermano disparó su escopeta. El desgraciado caníbal estaba a unos cinco metros de nosotros, y al recibir el disparo en su cuerpo fue empujado hacia atrás con violencia. De pronto se empezó a escuchar el sonido de algo como si fuese una c
II Parte12-01-2025.El lugar de refugio que habían escogido mis nuevos amigos, estaba muy cerca de la seductora y aterradora Laguna de los Francos, muy cerca al río Orinoco, la única separación entre ambos—laguna y río—es una vieja avenida que se llamaba la Octava estrella, una avenida que ahora mismo está cubierta de monte, apenas se puede apreciar el resquebrajado asfalto. Allí, escondidos entre la maleza y algunos pocos árboles, los infectados dieron con nosotros. No íbamos a huir de allí, teníamos una fuente inagotable de alimentos proveniente de dicha laguna.Pelusa nos había alarmado de los infectados hace dos días, a todos, así que estuvimos preparados para recibirlos. De la hacienda de los Pirañas pude tomar municiones, cartuchos de escopeta calibre 12, balas de 9 mm. También habí