21/12/2025
No tengo buenas nuevas, apenas puedo escribir, y mis energías se están extinguiendo. Pelusa se me está apagando. Ya no estoy en el edificio, tuve que salir de allí. Ahora escribo desde el suelo, con la tierra que me sirve de colchón. Estoy escondido en una pequeña cueva dónde apenas puedo entrar, parece ser la madriguera de algún animal. “Ellos” me están buscando, solo espero que no den conmigo.
Estos fueron los eventos que me llevaron hasta aquí:
El día 19/12/2020, luego de haber tenido otro agradable y profundo descanso, cuando empezaba a rayar el alba, sentí ligeros chillidos de Pelusa, no me quería despertar, supuse que él solo quería desayunar. “Diez minutos más amigo”, le dije y luego me volteé en el colchón, enrollándome más en mi cobija, él dormí a mi lado, a la altura de mi cabeza, metido en su pequeño koala que le brinda calor durante el frío de la noche. Quizás pasaron dos minutos, tal vez menos, lo cierto es que tenía el frío cañón de un revólver “38” puesto en mi mejilla y una voz de mujer que me dijo “levántate”. Abrí los ojos y me giré para ver quién era.
Quién me apuntaba era una mujer, llevaba jeans recortados a la altura de sus rodillas, el color de sus piernas era moreno como la canela, y pude distinguir que su piel estaba limpia, había finos vellos en sus piernas. Tenía una gastada franela deportiva de un equipo de fútbol y su rostro estaba parcialmente tapado por un pañuelo que le llegaba hasta la nariz, sus ojos eran hermosos, de un marrón claro como dulce miel que destila dentro de una colmena. Llevaba mucho tiempo sin ver a una mujer, tanto era mi embelesamiento que su arma no me asustaba.
Pude salir de ese estado emocional, gracias a una fuerte patada que recibí en mis costillas derechas, el golpe me privó de aire por unos segundos. Era otra persona, un hombre, el cual llevaba una braga roja y muy corroída, tenía las siglas de alguna empresa en la parte superior de esta. También me apuntaba con un arma, una larga escopeta de un tiro, de esas que se usan para cazar aves. “¡Te dijeron que te levantaras!”, gruñó el hombre, su rostro estaba cubierto por una vieja máscara de gas, de esas tal vez de la Segunda Guerra Mundial, lo que lo hacía aterrador. Tomé a Pelusa y me levanté, empezaba a aterrarme, “estoy muerto”, dije para mis adentros. Al pararme me fijé que la puerta de la azotea no había sido violentada. Aun no sé por dónde carajo entraron.
—Vacía esa mochila—me ordenó el hombre de la máscara, que era tan alto como yo.
—. Y deja esa maldita rata en el piso.
Hice caso, coloqué a Pelusa en el piso y vacié todo el contenido de la mochila. La mujer empezó a hurgar entre mis cosas de la manera menos delicada.
— ¿Quién eres tú? ¿Y qué haces en nuestra zona? ¿Eres de los Pirañas?—me preguntó el hombre de la máscara, mostrando nerviosismo y agresividad al mismo tiempo.
—Solo soy un hombre que sobrevive, no soy de esos Pirañas que tú nombras—respondí.
— ¿Y esa rata?—me cuestionó nuevamente el enmascarado.
—Es mi mascota.
— ¡Maldito mundo! Cada vez más loco—añadió el enmascarado, su voz era gruesa y a la vez era opacada por la máscara.
Después de revisar todas mis cosas, la hermosa morena intervino:
—Nos llevamos estos cables, parte de tu papel, uno de estos bolígrafos y uno de estos lápices.
— ¡De mí no te llevas nada! –le Contesté con fuerza a la mujer, y en ese instante recibí un fuerte culetazo que me hizo ver las estrellas de nuestra Vía Láctea, lo que hizo que cayera al piso.
—Es un cambio justo, has tomado nuestra agua, has encontrado comida y madera en nuestra zona—espetó la mujer. – Y También nos llevamos tu arma.
Me levanté nuevamente, noté que botaba sangre desde mi frente.
— ¡Pues mátame, mátame! Prefiero morir aquí, ahora mismo, antes que ser arrojado a ellos sin un arma—expresé directamente a la mujer, colocando mi ensangrentada frente en el cañón de su revólver.
Recibí otro culetazo, en la parte de atrás de mi cráneo, esta vez más fuerte que el primero, que me hizo desmayar.
Cuando me levanté, estaba frente al edifico dónde me había refugiado y muy cerca de la avenida. Tenía mi mochila a mi lado, mi escopeta estaba arriba de mí, mi machete y el cuchillo estaban en sus vainas. No vi a Pelusa, el pecho se me llenó de angustia y me levanté rápidamente. Abrí mi mochila, con la esperanza que estuviese allí. Al abrirla…allí estaba él, con sus profundos ojos negros brillando, me dio un chillido de saludo. En el koala de Pelusa estaba una nota que decía así: “No vuelvas nunca a estos edificios, sino serás hombre muerto. Te vas de aquí con tu maldita rata. Allí tienes agua en tu mochila y tus armas. Nuestros hombres te están vigilando en este momento, sí regresas, ellos no serán tan buenos como mi hermano y yo”.
Así que emprendí nuevamente mi viaje entre las tinieblas de afuera…
…Un momento…Pelusa está chillando…
22/12/2025
“Continúo lo que no puede terminar del día anterior a éste”.
Ayer ellos casi me encontraron otra vez. Su olfato es igual al nuestro, no está muy desarrollado; pero su sentido del oído es altamente sensible. No sé qué sería de mí sin Pelusa.
Los ochos espectros que llevo días observando, dieron conmigo el día que aquella mujer y ese misterioso hombre de la máscara me corrieron del refugio. Yo estaba caminando junto a la cerca de la zona militar que había descrito anteriormente. Pelusa había empezado a chillar, pero yo aún no los veía, parecía que se preparaban para cazarme, como si hubiesen desarrollado algo de inteligencia durante estos cuatro años. Saqué mi escopeta y me quedé estático, buscaba con desesperación verles. Pelusa seguía chillando, mis nervios se empeñaron en a tomar el control total de mi cuerpo. Nunca les vi primero, pero ellos siempre estuvieron observándome. Hasta que logré divisarlos, estaban a unos escasos ciento cincuenta metros de mí. Mi cerebro solo me gritó “¡HUYE!”.
Tomé a Pelusa y lo guardé en la mochila. Saqué mi sábana de arroparme y con ella cubrí los alambres púas arriba de la cerca, luego lancé la mochila al otro lado de la alambrada. Sentí la avalancha de esos ocho muy cerca de mí. Me metí la escopeta detrás de mí pantalón y brinqué el cerco. Me faltaba solo pasar una pierna para el otro lado, cundo de repente sentí que algo me sujetó. Era una de esas malditas manos de piel agrietada y escoriada, de un color pálido. El que me agarró había sido el primero en llegar hasta mí, el resto solo estaba a unos veinte metros o más, el infectado que me tomó de la pierna intentaba morderme; una maldita mordida de esas y, era mi fin. Saqué mi arma, apunté a su cabeza, y disparé. La potencia y los tres grandes perdigones de acero del cartucho calibre 12 le voló la mitad del cráneo, la sangre y los sesos salpicaron al resto de ellos que estaban por agarrarme. Terminé de pasar mi otra pierna y solo me dejé caer al piso, cayendo casi de cabeza.
Agarré la mochila y me la coloqué a mis espaldas. Corrí con todas mi ímpetu. Volteé a ver la cerca, y allí estaban ellos, tratando de tumbar el obstáculo entre ellos y yo. Mi sábana quedó allí. Había hecho varios doblajes para que las púas no llegaran hasta mi piel. Ellos empezaron a desgarrar la manta, cómo si se tratara de un trofeo. Yo ya estaba a unos doscientos metros de ellos o más; trataba de agarrar aire, mi respiración era acelerada, de pronto, sucedió algo que no me lo esperé de ningún modo. Ellos empezaron a intentar brincar la cerca, ya no tuve duda, estaban evolucionando en inteligencia. Uno de ellos logró saltar la cerca, yo cargué mi escopeta rápidamente, solo me quedaban tres cartuchos.
Preferí correr una vez más, no miré atrás, no sé cuántos lograron saltar, yo solo corrí, intentando llegar a algún lugar dónde pudiese esconderme. Corrí y corrí, solo había una planicie cubierta por monte que me llegaba a la altura de mi rodilla.
Llegué a un pequeño riachuelo que estaba al final de un pequeño barranco, me deslicé por este. Pensé por un instante que habría perdido al infectado. Yo estaba muy agotado, mis piernas empezaron a temblar, no se sí era por los nervios o por el gran esfuerzo en correr tanto.
A los pocos segundos, sentí movimientos por el monte, y también los chillidos de Pelusa. Tenía que ser uno o varios de ellos.
Crucé el riachuelo rápidamente y fue allí que me di cuenta de un agujero al comienzo del otro barranco frente a mí, el agujero era como una cueva. Ese orificio era mi única esperanza. Decidí adentrarme por la pequeña cueva, apenas podía entrar. Puse la mochila dentro del agujero, luego me fui arrastrando por allí, era la única forma de entrar, pero lo hice al revés, de manera que mis pies quedaran hacia dentro, y mi cabeza hacia afuera, al arrastrarme, empujaba al mismo tiempo la mochila hacia dentro con mis pies, “Ojalá no sea la guarida de algún animal”, pensé.
Allí me quedé, sin hacer ningún ruido. Sí el resto de los infectados logró saltar la carca y daban conmigo, al menos solo podría entrar de uno a la vez, el problema iba a ser que si intentaban acceder todos, yo quedaría tapiado de alguna forma.
Solamente quedaba esperar, no hacer ningún movimiento, quedar con mi escopeta apuntando hacia fuera, tener mi cuchillo listo, y comer la última ración de la poquita harina de maíz que nos queda.
24/12/2025Salí de la madriguera, me encuentro cerca de unas instalaciones abandonadas del Ejército, parecen ser un conjunto de barracas. Ya no tengo comida. Ellos me siguen buscando. Frente a mí, a unos cien metros de distancia, se encuentra un árbol de mangos con pocos frutos, algunos de ellos maduros. También están un par de matas de coco, las cuales están cargadas; pero no puedo acercarme, o no debo hacerlo, porque es muy arriesgado.Ya casi no hay árboles en Ciudad Bolívar, fueron arrasados casi todos por sus habitantes al principio del apocalipsis. Eran cuatrocientas mil personas que sintieron desesperación cuando el gas doméstico dejó de ser suministrado a la ciudad, volcándose todos hacia la leña para cocinar. Las pocas matas que quedan, siempre son de alguna tribu o algún gru
26/12/2025Por la posición del sol, deben ser las nueve de la mañana. Ahora mismo me encuentro asando la carne blanca de la boa.Encontré un pequeño oasis de árboles de chaparro, su sombra es escasa debido que no tienen un gran follaje de hojas, y son arboles pequeños; pero me sirven para descansar y usar sus ramas como leña. Recuerdo que estas matas eran abundantes, si viajabas de Ciudad Bolívar a Puerto Ordaz, podías ver miles y miles de estos arbustos que crecían como la mala hierba, aunque francamente tengo que mencionar que para estos días ya no debe existir tal cosa como “mala hierba”.La carne de la serpiente se empezaba a descomponer, he encontrado estos arbustos a tiempo. Estoy asando la carne como los llaneros de Apure. Ellos introducen unas improvisadas varas de algún á
Los acontecimientos desde el día 27/12/2025Desde que sacamos a las patadas de nuestro edificio, a aquel extraño hombre que tenía como mascota a un ratón, nuestra vida tomó un giro inesperado. Mi hermano y yo, somos quizás las personas más precavidas durante estos peligrosos tiempos, y tenemos como norma no fiarnos de nadie en absoluto. Cualquier persona viva es un potencial enemigo, un potencial traidor, que no dudará en clavarnos un cuchillo por la espalda con tal de mantenerse vivo y a salvo. Sin embargo, aquel día cuando corrimos a ese hombre y a su singular mascota, yo sentí un extraño vacío en mi corazón, me cuestioné muchas veces si mi hermano y yo habríamos tomado una decisión incorrecta. La mirada de ese hombre era muy diferente a las pocas personas que hemos llegado a ver du
Los ayudantes del doctor venían en camino. Nuestro salvador nos desató rápidamente. — ¿Dónde les pusieron sus armas?—preguntó el hombre del ratón. —Están en la otra sala, con nuestras cosas—respondió mi hermano, que al igual que yo estaba aturdido todavía por el sedante y el tiempo que llevábamos amarrados a esas aterradoras sillas. Fuimos a buscar nuestras cosas en la sala contigua. Allí estaban nuestras mochilas y nuestras armas. La adrenalina que producía nuestros cuerpos empezaba a desplazar los efectos del sedante. Nos colocamos nuestras mochilas y cargamos nuestras armar inmediatamente. — ¡Qué está pasando aquí!—exclamó uno de los ayudantes e hizo un movimiento para sacar algo de su pantalón, mi hermano disparó su escopeta. El desgraciado caníbal estaba a unos cinco metros de nosotros, y al recibir el disparo en su cuerpo fue empujado hacia atrás con violencia. De pronto se empezó a escuchar el sonido de algo como si fuese una c
II Parte12-01-2025.El lugar de refugio que habían escogido mis nuevos amigos, estaba muy cerca de la seductora y aterradora Laguna de los Francos, muy cerca al río Orinoco, la única separación entre ambos—laguna y río—es una vieja avenida que se llamaba la Octava estrella, una avenida que ahora mismo está cubierta de monte, apenas se puede apreciar el resquebrajado asfalto. Allí, escondidos entre la maleza y algunos pocos árboles, los infectados dieron con nosotros. No íbamos a huir de allí, teníamos una fuente inagotable de alimentos proveniente de dicha laguna.Pelusa nos había alarmado de los infectados hace dos días, a todos, así que estuvimos preparados para recibirlos. De la hacienda de los Pirañas pude tomar municiones, cartuchos de escopeta calibre 12, balas de 9 mm. También habí
15-01-2026Estoy enamorado de Cristina, sus ojos marrones siempre están brillando y sus labios carnosos y rosados me invitan a besarlos. El tono de piel canela suave hace una simetría con su cabello marrón. Confieso que no puedo sostenerle la mirada por más de tres segundos sin que se me suba el rubor. Ayer pensé hablar con ella sobre mis sentimientos, pero no tuve el valor, de hecho, casi nunca tengo el valor. Hoy me decidí, a pesar de mi timidez, y no comprendo por qué ella me hace sentir así, como un tonto; creo que se me hace más fácil enfrentarme a un zombi antes que tener que declararle lo que siento. En fin, hoy lo hice y así fueron las cosas.Lázaro y yo habíamos preparado pescado asado para el desayuno que a su vez fue almuerzo ya que lo comimos cerca del mediodía.—Me gusta tu hermana—le dije a Lázaro de ma
16/01/2026*Sé que están ansiosos de leer lo que pasó ayer, y parece tonto el hecho de que yo hable con ustedes—sabiendo que realmente no hay nadie leyendo en este momento— ya que no sé si tal vez éste diario sobreviva, pero el imaginar, que ustedes o tú, puedan tener este escrito, me hace sentir satisfecho, me da algo así como una sensación agradable de estar cumpliendo mi propósito en la vida. Sí tienes este diario en tus manos, compártelo con otros para que conozcan que, “unos pocos” se negaron a rendirse. Solo deseo que la intemperie u otros elementos adversos de este apocalipsis no dañen estas páginas que son un tesoro inestimable.Ayer, Cristina y yo, logramos estar solos por más de una hora. Bueno, no solos completamente, me tuve que traer a Pelusa, ya que no se quedaba qui
17/01/2026Cuando las sombras siempre están presentes, la luz se convierte en una ilusión, algo así como una especie de fantasía. Esa noche estábamos listos para atacar a los infectados mientras hurgaban entre los desperdicios de comida. Iba a ser relativamente fácil, tenerlos allí, todos juntos peleándose por un bocado de pescado descompuesto, pero sucedió que lo subestimamos, subestimamos su inteligencia.Pelusa empezó a chillar sin control, yo no quería que lo escuchasen.—Ya calla a tu rata, Pedro. O nos va a delatar—me susurró Lázaro.—No lo puedo evitar—contesté. Pero sabía que otra cosa estaba pasando, y eso fue… una trampa, una maldita trampa.Detrás de nosotros, en el monte y la maleza, se empezaron a mover drásticamente, como si estuviese allí u