La confesión seguía sin romper la magia del momento, no se asustó, pero en definitiva sí la sorprendió. Sin embargo, no quería reparar mucho en eso. No ahora que tanto necesitaba el exquisito placer de su piel y la suya juntas.—¿No vas a decir nada al respecto? ¿Me vas a negar que sientes lo mismo? —lanzó el doblete, dos preguntas que aterrizaron en la mente de la joven. Al fin se separó unos centímetros y le sostuvo la mirada.—¿Qué quieres que te diga? —fue lo único que pudo hilar, le acarició la nuca y sonrió para aligerar la situación —. Yo...—La verdad, solo eso, Ariadna.—También me gustas, eso creo. Te confieso que me agrada estar contigo y que me has hecho sentir cosas extraordinarias. Así que sí, supongo que eso no tiene otro título.—No sé si es demasiado pronto para esto, pero... ¿quieres que lo intentemos de verdad?Se sonrojó. ¿Le estaba proponiendo salir juntos? Ya era un inicio.—¿Salir juntos? —él asintió besándole la frente —. No sé si funcione. No es lo mismo sexo
Casi se atragantó con su declaración sin filtros, sin anestesia.Ya lo temía, ningún hombre iba a darle una mano sin exigir a cambio un pago. En ese caso, el costo era su cuerpo.Tembló.—Deja que lo piense, por favor.No era algo que pudiera tomar a la ligera, a pesar de ya haberse entregado.—Como quieras.Se alejó, pero sonrió al notar que logró su cometido. Ella iba a aceptar, no tenía opción, era eso o quedarse en la calle sin un solo centavo. Si es que no volvía a casa con su malvada madre. ¡Nah! No la veía con intenciones de regresar a esa casa.—¿Hace cuánto que vives en este edificio?—Un par de años, después de graduarme de la universidad decidí dejar de vivir con mis padres, así que compré un piso en este edificio —explicó. Ahora que lo mencionaba, la curiosidad se despertó en Ariadna por saber más sobre sus progenitores —. Papá me ayudó, después le pagué.—Vaya… ¿ellos aún viven? —indagó.—Sí, ahora están viviendo en Roma.—Italia —repitió sonriendo —. Es uno de los países
—¿Me quieres matar? —acusó en tono jocoso.—No, ¿cómo crees? ¿Qué huele tan bien? —quiso saber aspirando sonoramente.—Pues comida, ¿no? —bromeó divertida, sacándole una sonrisita.En medio de la cena, hubo un silencio que Ariadna decidió romper. No perdió el tiempo y se animó a conversar con él.—¿Has tenido algún noviazgo serio? —preguntó, captando la atención del cirujano.La pregunta descolocó a Tiziano, quien no solía hablar sobre su vida privada y consideraba ese tema irrelevante.—No, tuve algo con una mujer llamada Mía, hace unos meses terminamos, justo una semana después de haberte conocido. Pero no lo considero serio en realidad, lo que hubo entre ambos era solo sexo —confesó sin contenerse.Ariadna notó que lo que había entre ellos se parecía mucho a lo que vivió con Mía. No veía mucha diferencia.—¿Por qué le huyes a las relaciones y al compromiso, Tiziano? —inquirió con intriga.La potente mirada del cirujano la penetró.—Porque las relaciones son tóxicas y los compromiso
—Y, ¿cómo has estado?—Bien, como suelo estar, amigo.—Ya sabía que ibas a tomar sin problemas la ruptura con Mía.—Mía es igual a un grano en el trasero, la verdad ponerle un punto y final a nuestra relación ha sido lo mejor —confesó sin vacilar. Mancini deslizó una sonrisa divertida. Tiziano añadió. —Fue como tomar un respiro después de meses ahogado.—Nunca me dijiste qué les pasó, ojo, no es que quiera seguir hablando del tema…Negó ladeando una sonrisita.—No quieres, pero eres tan curioso que no te puedes quedar con las ganas —acusó relajado —. Me aburrí, me cansó, corté la relación antes de que me pidiera un anillo.—Ay, Tiziano. Tú no tienes remedio, ojalá te consigas a una mujer que rompa todo el mundo que crees impenetrable —expresó con diversión.—Eso no sucederá, Luca.—Pues creo todo lo contrario, vas a caer rendido a los pies de una hermosa mujer, te casarás y tendrás hijos. No podrás huir de tu destino, Parravicini —continuó disfrutando de verle la cara de horror a su a
Se disculpó con Mancini por no avisarle su ida del Antro. Aunque el abogado en respuesta se mostró como si nada, asegurando que hasta olvidó que había ido con él, en cuanto una encantadora compañía le dio el mejor polvo casual de su vida.-Quiero pedirte un favor.-Te escucho.-Hay una amiga que… digamos que necesita estudiar en la universidad, no tiene cómo cubrir los gastos. Pero me he ofrecido en ayudarle…-Detente, ¿una amiga, Tiziano? Es la mentira más grande que te he escuchado decir -acusó con burla -. No eres tan samaritano, algo le estás pidiendo a cambio, y no es tu amiga. ¿cierto?Se quedó callado, a Luca nada se le escapaba nada, tampoco era capaz de mentirle a su amigo.-No, me has pillado. Pero si la quiero ayudar.-¿A cambio de… -lo incitó a seguir.-Sexo -soltó sin contención.La risa no tardó en llegar, al otro lado de la línea.-Me lo imaginé, ¿cómo se llama, cuántos años tiene, la conozco?-Para con tu interrogatorio. Es mayor de edad, no la conoces y se llama Ariad
Tiziano volvió al piso. El asunto de Vico no salía de su cabeza. ¿Cómo es que podía ser tan maquiavélico? La maldad le corría por las venas, pero él no era nada parecido a su hermanito. Aunque compartían el mismo ADN, no el mismo peligro. Se había dejado forjar de la peor manera por Pietro. Menos mal no se hizo tarde para él, pudiendo escapar al final. Había sido un día largo, por ende, agotador. Se acordó de la griega en cuanto empezó a subir los peldaños. Conducido por la idea de verla a la espera, gruñó porque no tenía energías para darle el merecido castigo; después de todo lo habían acordado así, fue directo a su habitación. Se introdujo en el interior, encontrando a la joven profundamente dormida en la cama. Sonrió, no sabía por qué, pero lo hizo de una forma tonta que ni su persona le puso reparo. Se acercó a su cuerpecito ocupando una pequeña parte de su cama. De cerca notó el ligero maquillaje que se había aplicado, que debajo de aquel camisón no había rastro de ropa inte
Cuando llegó al piso se sintió abrumado. Intentó llamar a Luca. Cuatro veces la operadora lo envió al buzón de llamadas.—¿Tiziano? ¿Eres tú? —su voz suave que inquiría logró quitarle la tensión que se agolpó en su cuerpo.¿Cómo es que poseía el poder de traer paz?La encontró enfundada en un vestido holgado de tirantes, venía descalza. En su mano derecha traía un tarro de helado, se le pareció a una niña pequeña. Tan dulce y tan provocadora a la vez.—He llegado hace un momento.—No me di cuenta, espero que no te moleste que esté comiéndome este delicioso helado.—¿Por qué lo estaría?—No lo sé, es tuyo.Sonrió en respuesta.Ariadna avanzó hasta sentarse a su lado, le tendió una cuchara con helado.—Abre la boca, Tiziano —susurró y, como si fuera un niño obedeció sin rechistar.—Umm, no es mi favorito pero no está mal.—¿Qué? —lo miró sorprendida —. Debes de estar loco. ¿Por qué lo compras entonces?—Antes no lo hacía, y supuse que te gustaría, así que ahora lo compro. —explicó.—Ya
—Pero, ¿por qué me dices esto a mí, Riccardo? —cuestionó haciéndose el desentendido, se rascó la nuca —. No estoy comprendiendo. —Tiziano, no lo sigas negando, no continúes haciéndolo —pidió sin denotar brusquedad, tampoco rastro de enojo en la voz. El aludido empezó a tener dificultad para tener contacto visual —. ¿Ha sido ella la que ideó todo? —No, Riccardo. Yo le ofrecí mi ayuda —dijo, admitiendo al final que alojó a su hijastra. En realidad Ariadna le pidió ayuda, y por alguna razón sintió que debía meter la mano al fuego por ella —. Sé que no ponerte al corriente y mantenerlo en secreto, me deja en una pésima posición. Pero mi única intención ha sido que Ariadna esté cómoda. Su relación con Evangelini no es la mejor, eso me ha dicho, y yo decidí darle apoyo económico. —¿Por qué te has convertido en un benefactor con ella? Tragó duro. No iba a decirle que había sexo en medio. —Me interesa Ariadna. Y quiero lo mejor para ella. —No lo puedo creer —sacudió la cabeza en negaci