08. CAPÍTULO

—Me parece que tu queridísima esposa está armando un show solo porque decidí salir sin avisarle. Pesada —masculló esto último caminando hacia su habitación.

La mujer intentó seguirla, pero fue detenida por su esposo.

—Evangelini, déjala, ¿no crees que estás exagerando?

—¿Eso crees, Riccardo? —lo miró mal.

Las malas miradas entre ella y su madre, así como la tensión descomunal, no desaparecieron con la llegada del siguiente día. Ni una cálida mañana soleada, el mar a pocos metros, ni siquiera una exquisita comida marina pudieron cambiar el mal humor de las dos. Madre e hija: enemigas.

—Papi, ¿vamos a nadar? —propuso Regina en medio del almuerzo, la rubita era la única con una sonrisa de oreja a oreja. De seguro se debía a que su contrincante, Ariadna, había sido reñida la noche anterior.

—¿Nadar? —asintió con frenesí —Principessa, no podemos meternos al mar de inmediato, debemos esperar un rato una vez terminemos de comer.

—Vale.

Dulcemente le acarició la mejilla. Ante el sutil cariño,
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