11. CAPÍTULO

Casi se atragantó con su declaración sin filtros, sin anestesia.

Ya lo temía, ningún hombre iba a darle una mano sin exigir a cambio un pago. En ese caso, el costo era su cuerpo.

Tembló.

—Deja que lo piense, por favor.

No era algo que pudiera tomar a la ligera, a pesar de ya haberse entregado.

—Como quieras.

Se alejó, pero sonrió al notar que logró su cometido. Ella iba a aceptar, no tenía opción, era eso o quedarse en la calle sin un solo centavo. Si es que no volvía a casa con su malvada madre. ¡Nah! No la veía con intenciones de regresar a esa casa.

—¿Hace cuánto que vives en este edificio?

—Un par de años, después de graduarme de la universidad decidí dejar de vivir con mis padres, así que compré un piso en este edificio —explicó. Ahora que lo mencionaba, la curiosidad se despertó en Ariadna por saber más sobre sus progenitores —. Papá me ayudó, después le pagué.

—Vaya… ¿ellos aún viven? —indagó.

—Sí, ahora están viviendo en Roma.

—Italia —repitió sonriendo —. Es uno de los países
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