04. CAPÍTULO

¡Maldición!

-¡Ariadna, sal de ahí ahora mismo! -gritó su madre furiosa.

Rodó los ojos, no contestó. Afortunadamente, había puesto seguro a la puerta, por lo que no tardó en escuchar la forma forzada en la que Evangelini atacaba el pomo, intentando entrar.

-¡Madre, estoy ocupada, vete!

-¡Maldito sea el día en que naciste, Ariadna Metaxàs! -escupió como solía.

La verdad es que no le sorprendía su veneno, la manera en la que reafirmaba una vez más que ella era un error, un error que no debería existir. Hacía mucho tiempo que se había acostumbrado a las dagas perforando su pecho, ya no dolía, un día dejó de sentirlo, un día pasó de ella, de su aborrecimiento cada vez que la miraba. No valía la pena quedarse atascada en la pregunta, ¿por qué la odiaba? La respuesta estaba definida por un embarazo adolescente, le echaba toda la culpa a ella, así fuera inocente en todo ese asunto.

-¡¿Escuchaste?! -gritó nuevamente, golpeando la madera.

-¡Créeme que sí, tampoco estoy orgullosa de que seas mi madre! -exclamó envalentonada.

-¡Eres una malagradecida!

Resopló. No trabajaba duro para mantenerla, no hacía nada en realidad. Fueron todos los hombres con los que estuvo quienes pagaron por cada bocado, prenda, hasta el aire que respiraba, ahora lo hacía Riccardo. En fin, no era desagradecida con ella.

Conversó un rato con Carrie, ese día aunque fue a clases, no prestó mucha atención, por lo que le pidió a Carrie que le pasara apuntes. La joven no se negó, jamás declinó una vez. Después de charlar sobre la secundaria, el tema de conversación se vio aplastado por el asunto de un apuesto doctor con el que, si tenía suerte, tendría algo mañana.

-¿Qué tú qué? -cuestionó incrédula, casi la deja sorda.

-¡Que dejaré de ser virgen, Carrie! -exclamó bajito, sin reprimirse las ganas de reír.

-¡¿Bromeas?!

-No, no lo hago. Jamás te tomaría el pelo de esta manera. Así que sí, el día de mañana me acostaré con Tiziano Parravicini, ¿puedes creerlo? -inquirió con picardía.

-Has perdido la cabeza.

-Todavía no la pierdo, Carrie -aseguró con picardía -. Y tú, ¿nunca dejarás de ser una santa?

Se fue a la cama soñando con el martes, anhelando con fervor el encuentro de una noche febril. Cayó en la inconsciencia pero no del todo, porque su cabeza paseó entre escenas llenas de pasión.

Odiaba levantarse por las mañanas, sin embargo, encontró el albor cálido y una ducha refrescante. Se arregló con premura, salió tarareando una canción en inglés, todo bien hasta que dejó el canto encontrándose con la bruja de su madre a mitad del pasillo.

—Buenos días, Ariadna. Hoy te veo contenta, ¿podrías explicarme la razón? —preguntó con dulzura fingida.

La aludida la estudió, tan temprano ya iba ataviada en un elegante vestido rojo, pero el enorme escote en su pecho lo hacía bastante revelador. Ella nunca dejaba nada a la imaginación. Casi bufó al recordar que ese día tenía cita con el viejo verde y pervertido de su doctor.

—No es nada importante, tampoco te interesa —lanzó, continuando la marcha.

—No perderé el tiempo contigo, niña irrespetuosa —escupió pasando de ella, de su mala contesta.

La joven, despectiva, tomó su respuesta. Nadie le pidió que preguntara; a ella lo que decía le daba igual. Además, la única preocupación que sentía era por el encuentro furtivo de esa noche. Incluso durante la clase del profesor de matemáticas, no tenía la cabeza para hacer cálculos correctos. La única fórmula que necesitaba era Tiziano, así resolvería su problema.

—¿Señorita Metaxàs? —le llamó la atención el profesor, mirándola a través de enormes anteojos con monturas oscuras.

Salió del ensimismamiento como si nada. No servía de nada fingir que le agradaba estar ahí atendiendo a la clase, cuando solo estaba ocupando un pupitre para calentarlo. Sostuvo la mirada sin temor. De hecho, el señor Morgan, bajito y calvo, no inspiraba absolutamente nada de miedo. Resopló sin amedrentarse, en el acto consiguió una mirada por parte del hombre que pretendía intimidar. Intento fallido.

—Ahora, ¿qué rayos hice? —se atrevió a inquirir en un tono desafiante, sin importarle que aquello podría enviarla a la dirección.

Además, Ariadna sabía que de la cuenta bancaria de su padrastro salía un gran flujo de dinero hacia la secundaria. Digamos que era un negocio más que tenía Riccardo. Se sintió poderosa frente al viejo calvo que, al respecto, optó por darse la vuelta y volver al frente para darle continuidad a la clase.

Observando de refilón a Carrie, recibió de esta una mala mirada llena de reproche. Se encogió de hombros, dándole vueltas al lápiz entre sus dedos, un jueguito que tentó a Morgan a sacarla de la clase. Una vez más, el profesor se contuvo.

A la salida, ya venía recibiendo el sermón de su amiga. Rodando los ojos, la escuchó, esperando a que terminara su tonta palabrería.

—…Morgan es un profesional, es la autoridad en el aula, no puedes faltarle el respeto. Entiendo que tu padre sea como el dueño de este lugar, sin embargo, eso no te da derecho a comportarte grosera con él. No seas una mala chica.

—Carrie —detuvo el paso, la joven la imitó—. Haré lo que me dé la gana, ni tú ni nadie puede impedírmelo.

Batió la cabeza, ofendida.

—Solo estoy siendo sincera, y como una buena amiga te lo aconsejo, Ari. Mal por ti si eliges la dirección incorrecta.

—A veces es necesario hacerlo, es parte de la vida —le guiñó un ojo, victoriosa.

—No creo lo mismo. ¿En serio te verás con ese hombre? —cambió de tema.

—Esta noche —confirmó relamiéndose los labios—. Antes del amanecer, ya no seré una patética mujer.

—Ojalá recapacites antes de que llegue la noche —atinó a decir, volcando los ojos.

Carrie se dio por vencida. Tan difícil como un hueso difícil de roer, Ariadna no iba a retroceder, no se soltaría de esa locura que nada bueno venía a traer. ¿Por qué tanto desespero por querer revolcarse con un desconocido? Que siguiera virgen no la hacía menos mujer, ni nada por el estilo.

Temía que nada terminara bien. Por eso sintió que debía intentarlo una vez más.

—¿Crees que un doctor va a poner en riesgo su imagen acostándose contigo? —inquirió con la esperanza de que Ariadna reflexionara.

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