DESEABA REPRENDER A SU TÍA

Pudo apreciar cómo la humedad en sus ojos los hacía parecer dos estanques verdes y cristalinos, pero sin el brillo pícaro con que destellaban antes. Sus mejillas seguían enrojecidas, como dos lirios encarnados junto a la orilla y los labios ardían llenos y sensuales, aunque ya no se notaba ese acaloramiento fruto de la excitación del momento.

Por un instante, estuvo a punto de atraerla hacia sí y cubrir esos labios tentadores con los suyos, para después retractarse de su negativa y someterse a pagar el precio, aunque solo fuese para satisfacer el despecho que ella sentía. Pero él quería despertarle otro sentimiento más allá de la venganza. Lo quería todo, y no iba a escatimar ningún esfuerzo hasta obtenerlo. Si no lo conseguía, entonces, ella tampoco lograría nada.

—Es mi última palabra —dijo Andrew con firmeza.

Dorelia levantó la barbilla, sacó de su bolsito el envoltorio de papel de seda y lo arrojó al suelo.

—Puede quedárselos —le dijo—. Espero no tener que volver a verle. Jamás.

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