—¿No quiere tomar asiento, señor Hershey? —dijo Dorelia con una nota de exagerada cortesía.Andrew la contempló en silencio durante unos segundos. Estaba tan bella como recordaba, más aún incluso. El vaporoso vestido de algodón color crema con unas minúsculas flores azules remarcaban su esbelta silueta, la blancura de sus hombros desnudos y la piel suave y voluptuosa de sus senos.—¿Acaso ha perdido el habla de nuevo, señor?Él curvó los labios. Ella tenía derecho a burlarse y a estar furiosa por presentarse en su casa sin previo aviso. Al fin y al cabo, no habían acabado muy bien la última vez que se vieron.—Me lo tengo merecido. He sido un tonto, señorita Hamilton, espero que me perdone de nuevo.—Ah, ¿también un tonto? Creí que solo era un pobre y orgulloso minero de Cornwall que se permitía el lujo de rechazarme. —Dorelia no pretendía sonar engreída, pero en realidad no pudo evitarlo.—Es cierto que soy orgulloso —declaró Andrew—. Y me parece que lo comprobó en nuestro último enc
Al pensar en William, una idea le vino a la cabeza, tan perturbadora que la hizo estremecer. También cabía la posibilidad de que conociera al conde de Trenton y todo esto fuera una artimaña orquestada entre ambos para dejarla en bolsito. Sabía que William era lo bastante retorcido como para planear esa trampa, y el señor Hershey no era nada más que un desconocido para ella. Ni siquiera podía acudir a su sexto sentido para juzgarlo, pues de tener incluso diez, los tendría embotados por completo en su presencia. No tenía otra opción que abordar el asunto de una forma directa.—¿Conoce al conde de Trenton? —le preguntó.Ella advirtió que se ponía rígido, y pensó que lo había cazado en la mentira.—Sí —le contestó él después de unos segundos—. Lo conozco muy bien.Dorelia alzó una ceja. Todo se volvía cada vez más en contra de Hershey.—De hecho —continuó Andrew—, he sido invitado al baile que celebrará mañana en Sheraton Park. ¿Puedo pensar que Trenton ha tenido la misma cortesía hacia u
Dorelia oyó atónita cómo su tío le había dado la vuelta a la situación. Lo que ella pretendía que fuese un ataque directo a su talante autoritario y un modo de zanjar la cuestión, lo había convertido en un asunto familiar en el que ella no tenía libertad para decidir y que no había hecho sino comenzar.—¡Oh, querido! —Lady Sheanes casi chilló de felicidad—. ¡Qué sabio eres! Emily, Dorelia querida, tenemos mucho trabajo que hacer. Sin duda, el señor Hershey y su primo estarán invitados al baile de lord Trenton, y que me aspen si no vais a ser las muchachas más hermosas y envidiadas del pueblo y de todo Londres.—Dorelia necesita un vestido nuevo —intervino Emily, contenta de que la situación se hubiese calmado—. Quizá debería llevar el mío, solo habría que ensanchar un poco el escote.—Es una idea excelente y muy generosa por tu parte, querida —dijo su tía, aliviada. Emily disponía ahora de dos candidatos muy interesados en ella, y no tenía tanta necesidad como su hermana de invertir e
Edward se puso de pie, caminó hacia la mesa y sirvió dos copas de brandy.—Es una idea magnífica, tía Louise —dijo dirigiéndole un guiño a Andrew.—¿Crees que la señorita Hamilton tendría inconveniente en venir mañana antes del almuerzo? —le preguntó ella a Andrew, apoyándose en su bastón.Él la cogió del brazo y la ayudó a incorporarse.—Por supuesto que no tendrá inconveniente —le respondió—. Estoy convencido de que lo hará encantada. —Andrew curvó sus labios en una sonrisa, pero luego cambió su gesto y frunció el ceño—. Aunque todo será más fácil si me hace un pequeño favor, tía Louise.—¿Un pequeño favor? —dijo ella con una nota de sospecha—. ¿De qué se trata?Andrew le sonrió de nuevo y apoyó su mano sobre la de la anciana.—La señorita Hamilton no debe saber que soy el duque de Blackshield. Al menos, no por ahora. —¿Le has ocultado tu identidad? ¿Has renegado de tu nombre? —preguntó ella, incrédula—. ¿Por qué harías semejante estupidez? —Lady Crawford se dio cuenta demasiado ta
Sumergida en sus pensamientos, Dorelia se sobresaltó cuando el carruaje se detuvo frente a la entrada principal de la mansión. A la luz del día, su aspecto era impresionante, y se alegró de que en su visita anterior fuese de noche, pues quizá la visión de sus altos muros, que se extendían en dos alas hacia el río y las suaves colinas, la habrían disuadido de su propósito de entrar en Camberly para abordar al invitado del duque con su insólita propuesta de matrimonio.Un lacayo abrió la puerta y la ayudó a descender.—Buenos días, señorita Hamilton —dijo el sirviente—. Si tiene la bondad de acompañarme, la están esperando.Dorelia asintió y lo siguió hasta la escalinata. Apretó con fuerza su bolsito y recordó su primer encuentro con Andrew. Esta sería la cuarta vez que lo vería, y se preguntó si la escena sería tan tempestuosa e incómoda como los anteriores. Sin embargo, no pudo evitar la sensación de que se sentía tanto o más excitada que su tía Ágatha por esta visita. No podía dejar
Por suerte esta vez pudo adueñarse de su cuerpo antes de que este la dejara en bolsito e irguiéndose se zafó con rapidez. Después, sin mencionar ni una palabra tomo aire, lo fulminó con la mirada y echó andar sola hacia la puerta mientras se mordía los labios.Andrew se sirvió una copa, se la bebió de un trago y esperó unos segundos en el salón rosado. Le daría a Dorelia el tiempo suficiente para llegar hasta la puerta y subir al carruaje. Quería ver su rostro una vez más antes de que abandonase Camberly, quería saber si le dedicaba una última mirada a través de la ventanilla y, sobre todo, necesitaba saber si sus hermosos ojos brillaban aún con ese atisbo de deseo mezclado con rabia que había advertido en ellos al abrazarla. Pero de ningún modo iba a permitir que esta mujer altiva y deliciosa supiera que él ardía por ella con un fuego intenso e indomable. Ninguna de las muchas candidatas que había conocido, gracias a las artimañas de su tía Louise, le habían despertado la más mínima
—Estás preciosa —dijo Emily cuando la doncella terminó de acicalar el cabello de Dorelia. Maud había moldeado con las tenacillas calientes unos suaves tirabuzones que enmarcaban su rostro, después de sujetar la brillante melena azabache en un recogido alto para resaltar su esbelto y delicado cuello—. Y aún te faltan los adornos —añadió, con la mano extendida.Dorelia miró el exquisito tocado hecho con plumas de pavo real, prendidas a una fina diadema de seda. El característico dibujo circular imitaba el reflejo tornasolado azul y crema de su vestido, y las pequeñas fibras esponjosas que lo rodeaban, de un luminoso verde jade, hacían juego con el color de sus pupilas.—Es demasiado —protestó ella—, ya es suficiente con haberme apropiado de tu vestido. Deberías llevarlo tú, no soy yo quien ha encandilado a un conde. —Dorelia le dirigió a su hermana una sonrisa forzada. Ambas sabían que el espectro de William se interponía con su malvada presencia entre lordWarlet y Emily. Esta hizo caso
El aire se congeló al instante y un frío intenso avanzó hacia ella, arrastrándose como una serpiente para aprisionarla con su lazo. Dorelia se quedó paralizada al ver a Williams junto a los recién llegados, pero Andrew la miró de nuevo, y una profunda calidez recorrió todo su cuerpo, se asentó en su pecho y después se deslizó por sus manos y sus pies con una energía incontrolable.—¿Dónde vas, querida?Dorelia oyó la voz exasperada y desaprobadora de su tía, pero esta le llegó lejana y apagada, sin ningún poder para detenerla. Por el contrario le reforzó en su propósito y aceleró el paso, en dirección a los recién llegados.No le importaba que Williams estuviera allí, pero no pensaba amilanarse y no presentar sus respetos por miedo a provocarle. —Me alegro mucho de que haya venido, lady Crawford —dijo Dorelia, haciendo una reverencia—. Espero que podamos retomar nuestra charla de esta mañana en Camberly. Fue más breve de lo que me habría gustado —añadió, después de dedicarle a Andre