Un nuevo día comenzaba en la vida de Andrew. Se despertó con una sonrisa en el rostro, aún sintiendo la paz y la alegría del encuentro con Helena del día anterior. Se levantó de la cama con entusiasmo, ansioso por compartir un desayuno con Dorelia y contarle sobre sus planes para el futuro.Sin embargo, al llegar a la cocina, Dorelia no estaba. La buscó por toda la casa, pero no la encontró. Preocupado, le preguntó a Emily si la había visto, pero ella también le dijo que no la había visto desde la noche anterior.Andrew comenzó a sentir una creciente inquietud. Era extraño que Dorelia no le hubiera dejado ningún mensaje ni le hubiera dicho dónde iba. Salió de la casa y empezó a buscarla por los alrededores.Caminó por las calles, preguntando a los vecinos si la habían visto, pero nadie tenía noticias de ella. La preocupación de Andrew se intensificaba con cada minuto que pasaba.De repente, recordó un lugar especial que Dorelia le había mostrado un día: un pequeño campo de flores silv
Las noches siguientes al extraño episodio de calor corporal, Andrew no pudo evitar sentir una creciente inquietud. El enrojecimiento en su rostro y la sensación de calor excesivo se habían intensificado, y no podía evitar relacionarlo con el sueño vívido de la mano suave que acariciaba su rostro.Su mente racional le decía que era solo una coincidencia, una consecuencia tardía del accidente que había marcado su rostro con una cicatriz profunda. Sin embargo, algo en su interior le susurraba que había algo más, algo inexplicable que desafiaba las leyes de la lógica.Recordaba con detalle el sueño: la mano era cálida y suave, como si estuviera hecha de luz. Su paso por su rostro le había provocado una sensación de hormigueo agradable, como si despertara una energía dormida en su interior.A pesar de sus dudas, Andrew decidió seguir adelante con su cita con el médico. Era importante descartar cualquier causa médica para los síntomas que estaba experimentando.Durante la consulta, el médic
Una tarde, mientras paseaban por un parque, Andrew decidió compartir con Andrew una idea que había estado rondando en su mente desde hacía un tiempo: la energía sexual creadora."Andrew", comenzó Andrew con voz suave, "hay algo que he estado pensando mucho últimamente, y creo que es importante que lo hablemos".Andrew la miró con atención, intrigado por la seriedad de su tono. "¿De qué se trata?", preguntó.Andrew sonrió levemente. "Se trata de la energía sexual", dijo. "Es una fuerza poderosa que a menudo se malinterpreta y se reprime, pero que en realidad tiene un potencial enorme para la creación y el bienestar".Andrew frunció el ceño ligeramente. "No estoy seguro de entender", confesó. "Siempre he asociado la sexualidad con algo sucio o vergonzoso".Andrew tomó su mano entre las suyas y lo miró a los ojos. "Esa es una idea errónea muy común", dijo. "La sexualidad es una parte natural y hermosa de nuestra naturaleza humana. Es una fuente de placer, conexión e incluso creatividad".
Un nuevo día amanecía en la vida de Andrew, pero este no era un día cualquiera. Se despertó con una sensación extraña, como si su cuerpo estuviera adormecido, pero a la vez vibrando con una energía desconocida.Lentamente, se levantó de la cama y se dirigió al baño. Al mirarse en el espejo, no pudo contener un grito ahogado de sorpresa. La horrible cicatriz que marcaba su rostro desde el accidente había desaparecido por completo. Su piel era suave y tersa, como si nunca hubiera sufrido ninguna herida.Andrew no podía creer lo que veía. Se tocó el rostro una y otra vez, tratando de confirmar que no era un sueño. La cicatriz, que durante tanto tiempo había sido un símbolo de dolor y sufrimiento, ahora era solo un recuerdo lejano.Sin embargo, su alegría se vio empañada por la preocupación. Dorelia aún dormía a su lado, y por más que la llamaba, no se despertaba. Era algo extraño en ella, que siempre era la primera en levantarse y llenaba la casa con su energía contagiosa.Andrew se sent
La vida de Andrew y Dorelia florecía junto a su pequeño hijo, David, quien llenaba su hogar de alegría y risas. Su amor mutuo se fortalecía con cada día que pasaba, creando un vínculo inquebrantable que los unía en todos los aspectos, incluyendo el sexual.Su conexión era profunda e íntima, basada en la confianza, la comunicación y el respeto mutuo. Compartían sus fantasías más íntimas y exploraban juntos nuevos horizontes de placer, siempre con el consentimiento y el disfrute de ambos.Su relación era un ejemplo para sus amigos, quienes admiraban la complicidad y el amor que emanaba de ellos. Entre sus amistades más cercanas se encontraban Sofía y Andrés, una pareja que siempre buscaba su consejo y apoyo.Sofía, una mujer emprendedora y soñadora, tenía el anhelo de abrir una pequeña editorial para dar voz a autores noveles. Sin embargo, las dificultades económicas la frenaban en su camino. Andrew y Dorelia, al conocer su sueño, decidieron ayudarla.Con su apoyo financiero y emocional
Dorelia mientras paseaba por un mercado local, se encontró con una enfermera amiga, Ana, quien le reveló un secreto: Andrew estaba internado en el Hospital Central, víctima de una intoxicación por una sustancia desconocida.La revelación de Ana encendió una llama de furia en el interior de Dorelia. De inmediato, se dirigió al hospital, dispuesta a confrontar a Helena y descubrir la verdad. Al entrar en la habitación de Andrew, la encontró junto a su cama, con una expresión extraña en el rostro.Helena, al ver a Dorelia, no se inmutó. Con una sonrisa fría y una mirada penetrante, le dijo en voz alta: "¿Has venido a terminar lo que empezaste, Dorelia? ¿A asegurarte de que Andrew nunca despierte?". Sus palabras resonaron en la habitación, dejando a Dorelia atónita y confundida.Andrew, debilitado por la intoxicación, abrió los ojos con dificultad. Al ver a las dos mujeres peleando, murmuró con voz apenas audible: "Por favor, no peleen. Me siento mal". Su súplica no logró calmar la tensió
Un lamentable asunto habían mantenido en secreto, pues no era conveniente que nadie supiera de los apuros económicos que atravesaba la familia, o su ostracismo social sería absoluto. Sobre todo, cuando todavía quedaba la chica más joven por estar casada.Con este propósito, todos hacían lo posible por aparentar de una opulencia que estaba muy lejos de ser cierta, más aún, cuando el paso del tiempo y del uso convertían sus ropas y accesorios en inapropiados. Ese era el motivo principal por el que esa mañana Dorelia se había acercado al pueblo, pues quizá pudiese comprar unos guantes para reemplazar los suyos, ya deteriorados. Lamentablemente, sus escasos ahorros impedían que tomara el té en el nuevo establecimiento que había abierto sus puertas en Church Square, y tendría que contentarse con un breve viaje sin distracciones ni caprichos.Caminó hacia el escaparate de la tienda de la señora Meyer, en donde se podía adquirir desde comestibles en general, hasta los más elegantes tejidos
Por unos segundos dudó en acercarse, pero sus buenos modales pudieron más que su pudor. Por la forma en que él evitaba su mirada, Dorelia no sabía si la había reconocido, y una parte de ella, la más osada, quería averiguar si la recordaba. Aunque para ser honesta, lo que más le intrigaba era averiguar si él también se sentía tembloroso ante su presencia. Resuelta a averiguarlo, caminó hacia él con paso enérgico, sin querer que él tuviera tiempo para salir de la tienda.—Buenos días, señor, no pude agradecer su gentileza hace unos minutos —le dijo al caballero que llevaba un sobretodo con cuellos de zorro. Su perfil, hermoso y aristocrático, con unas cejas negras y bien arqueadas sobre las largas pestañas, la nariz recta y labios sinuosos, no se movió una pulgada, excepto por el sutil fruncimiento de su boca. Su respuesta, o más bien la falta de esta, enfadó a Dorelia, sobre todo al evidenciar que él no se había perturbado al verla. Es más, parecía que incluso le desagradaba tenerla