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4. Dama de compañía

Al separarse de mí su mirada se torna más oscura y pérdida, siento un escalofrío recogiendo mi columna vertebral, el aire lo siento más frío, tanto que lástima mis pulmones al respirar, esta sería una noche larga.

— Patrón que bueno que llegó, los invitados esperan por usted.

Rick llegó a la sala, por primera vez su presencia me tranquiliza, en ningún momento posa su mirada en mí, ya que estoy con Armando, de lo contrario me comería con la mirada como siempre lo hacía; mi esposo pasa su mano en mi cintura empujándome levemente para que avance junto con él.

— Ya vamos. Hay prioridades, primero tenía que ver a mi esposa.- me contengo de soltar una risa de burla, que buen chiste.

Caminamos juntos al exterior en donde ya estaban algunos hombres un tanto ebrios y eso que esto va empezando, no quiero imaginar el caos en que se convertirá esto más tarde, en cuanto Armando hace presencia en el lugar no tardan en acercarse a él sus amigos a saludarlo, posan sus ojos en mí, recorren toda mi piel con la mirada, para después felicitarlo por tener una "hermosa esposa".

A petición de él como siempre me siento a su lado mientras el bebe y plática con sus hombres, él sabe perfectamente que las bebidas fuertes no son lo mío así que especialmente mando pedir una botella de champán de la cual me sirvo una copa solamente y bebo lentamente mientras escucho sus conversaciones y me pierdo en mis pensamientos, deseando que esto fuera gaseosa o un jugo de durazno.

— Todo está bien con mi gente en el sur, el problema está empezando aquí, con ese maldito mafioso italiano que llego hace 2 años a la ciudad y está arrasando con todo a una rapidez que no imaginé.– Armando parece molesto mientras hablaba.

— Bardi esconde sus negocios sucios bajo sus negocios legales, es la ventaja que tiene la mafia a comparación del narcotráfico, él no necesita estarse escondiendo bajo las rocas.

Su socio habla con molestia, es un hombre regordete con una mirada de enfermo, esta frente a nosotros y no deja de recorrerme las piernas con la mirada, trata de disimular cuando Armando se dirige a él, pero no sé si mi esposo ya está ebrio o de plano es ciego, me sorprende que no le ha puesto un alto aún.

— Lo dices como si eso fuera algo malo, es más fácil dar con él de esa manera, sé que esta muy bien escoltado, pero tiene sus fallas... he estado estudiando sus movimientos desde hace meses si todo sale bien mañana conseguiré un paquete que es muy importante para él, a hombres como ese se les destruye poco a poco, hace 1 año le quité algo muy importante, otra dura perdida le espera y una vez debilitado por eso, acabaré con él de una vez por todas.

Armando ya parece estar bastante tomado, y me lo confirma que esté empezando a hablar de cosas más delicadas frente a mí, con toda sinceridad no me gusta estar involucrada, ni tener conocimiento de lo que hace, eso él lo sabía, dejo mi copa sobre la mesa y me inclino ligeramente sobre su oído.

— Me voy para que converses tranquilo, estaré por el área de la alberca.

— Claro hermosa.

Me toma de la parte trasera de la nuca para acercarme a él y darme un pasional beso, al separarme y ponerme de pie me da una nalgada que hace estallar en risas a los presentes; esto... es... denigrante.

Ya un poco alejada de esa música molesta que no hace más que idolatrar las armas, violencia y narcotráfico me siento en una banca observando un almacén que se encuentra un tanto alejado de la casa, mi piel se eriza al recordar ver como entraban con personas ahí que después no volvía a ver salir.

Una lengua cálida se desliza por mi espalda haciendo que me aparte al instante dando un brinco con repugnancia pensado que era algún pervertido borracho, pero al mirar de quién se trata pongo los ojos en blanco.

— ¡Eres tu Benji!

El animal me ladra moviendo la cola feliz, vuelvo a sentarme y empiezo a acariciarlo, es un Rottweiller, un macho muy grande, lo encontré siendo un cachorro que vagaba por el pueblo donde vivía mi madre, Armando me dejó tenerlo y aquí esta, convertido en todo un muchachote, sale corriendo a los arbustos y me trae una vara, suspiro poniéndome de pie, tiene un aspecto grande, intimidante, pero en realidad es tan blando y juguetón, bueno por lo menos conmigo y las sirvientas, a cualquier otra persona la mira como si se la quisiera comer, en especial a Armando; arrojo la rama entre los árboles y arbustos que están del lado izquierdo y se va corriendo, le tomaría algún tiempo encontrarla.

— ¡Oye tu m*****a zorra!

Arrugo la frente y me giro dudando que me hablaran a mí, pero resulta que si, una chica alta de cabello negro corto y lacio que le llega a los hombros rodea la banca y se para frente a mí picoteando mi pecho con su uña postiza.

— ¡Aléjate del señor Armando! No sé dé donde te contrataron a ti y no me importa, todas saben que yo vengo por el premio gordo, así que pierde...

La observo con una mirada confusa, ¿En verdad ella me está amenazando para que le deje de mi marido?... en cuyo caso no tengo problemas, yo encantada, no es como que me queje, ya que no disfruto su compañía, por mi mejor si se lo lleva a algún lado, así sin decir ni una palabra me levanto y paso a un lado de ella, me iría a dar un baño y a dormir.

— ¡A mí no me ignores perra! ¿¡Quién te crees?!

La chica me toma de la parte trasera de la cabeza jalando mi cabello con fuerza, yo me llevo las manos a la cabeza después de soltar un ligero grito, no me lo esperaba.

— ¿¡Qué te pasa loca?! ¡Suéltame!.– le grito llena de molestia, a este punto empezamos a llamar la atención de varios invitados.

— ¿¡A quién le dices loca?! ¡Perra!

Con su otra mano esta lista para darme un golpe en la cara, cierro los ojos en espera del impacto, pero se escucha un ladrido y puedo ver como Benji viene corriendo hacia nosotras, salta para morder el brazo con en que la chica sostiene mi cabello, todo el peso del animal cae sobre ella haciéndonos caer a ambas al suelo; El brazo de la chica comienza a sangrar y Benji no la suelta, ella grita y llora aterrada.

— ¡Benji suéltala!.– Le grito al can quien obedece al instante, no tardan en llegar hombres a nosotras.

— ¿¡Pero que pasó aquí?!.– Armando pregunta ayudándome a levantarme mientras otro hombre ayuda a la otra chica, ella al ponerse de pie empieza a hablar y señalarme ofendida.

— Era una pequeña discusión, una riña entre damas de compañía, pero esta perra se emocionó de más

— ¿¡Perdón?!.– Mi esposo le gritó molesto, esto no acabará bien. — Ella no es ninguna dama de compañía, ¿¡cómo le llamaste a mi esposa?!.

En ese momento la chica abre mucho los ojos poniéndose rígida y mirándome inquieta, yo no hago más que apartar la mirada y negar con la cabeza, si tan siquiera me hubiera dejado hablar antes para decir una mentira, ella sola se acaba de poner la soga al cuello.

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