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6. Pecado imperdonable

Al día siguiente como de costumbre las detonaciones de arma son lo primero que llega a mis oídos al despertar, estoy acostada boca abajo en la cama, mi cuerpo mandaba señales de dolor desde la cabeza hasta los dedos de mis pies, suelto un quejido al hacer fuerza para intentar moverme.

La luz que se cuela a través de las cortinas es intensa, no tengo idea de que hora es, me envuelvo en la sábana y con dificultad me pongo de pie para ir al baño a tomar una ducha caliente con la esperanza que aliviará un poco el dolor y relajará mi cuerpo, ignoro las manchas de sangre sobre las sabanas azul cielo.

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Me pongo un vestido de mangas largas entallado para ocultar los moretones de las mordeduras y rasguños de Armando, es corto de color azul turquesa, la tela tiene ligeros detalles de textura, me maquillo y arreglo el cabello para dejarlo suelto, para finalizar me pongo mis tacones, es un completo calvario estar vestida de esta manera considerando lo mal que me siento, pero Armando se molestaría conmigo él siempre me quiere perfectamente arreglada como si fuera a alguna fiesta.

Bajo las escaleras de una manera lenta, tratando de ignorar cada extremidad de mi cuerpo que llora de dolor, no puedo creer que sean tantas, llego a la cocina en donde la sirvienta me hace señas discretas de que mi esposo está en el comedor de al lado, ella se pone manos a la obra con mi desayuno mientras yo me voy a reunir con el monstruo a la mesa.

Él tiene su celular en la mano, lleva una camisa roja con estampados extraños, al verme entrar una gran sonrisa se dibuja en su rostro, llego a la silla que esta a su lado con total seriedad, me senté con extremo cuidado y lentitud, él se burla al verme.

— Creo que se me paso la mano anoche... lo lamento.- no lo lamenta, su voz está cargada de diversión, ¿Quién pide disculpas riéndose?

— Descuida, estoy bien.

Mi plato de comida llega a la mesa y ambos comenzamos a comer en silencio, él como siempre con la atención en su celular, está acostumbrado a mi seriedad y mi forma cortante de responder, por ello nunca me pregunta si tengo algo; ambos ya estamos terminando de comer cuando comienza a hablar de repente.

— Ese maquillaje te quedo estupendo, ¿sigues con tus cursos aún?.- me pregunta, sin siquiera voltear a verme, su total atención en el teléfono.

— No, ya no, lo terminé la semana pasada...

— ¿Y ahora que vas a hacer? ¿Tienes pensado algún otro curso en mente?

— Aprender otro idioma quizás, pero después, por el momento me estoy concentrando en leer, fui hace como una semana a comprar unas novelas.– Él hace una mueca extraña sin apartar sus ojos de su celular.

— No me parece bueno que leas esas cosas, las mujeres son muy soñadoras no quiero que se te metan cosas extrañas en la cabeza.

— Descuida, tengo bien puestos los pies sobre la tierra y sé que todo eso es simple fantasía, que no se acerca ni un poco a la realidad.

Él iba a decirme algo, pero de repente entra una llamada a su celular, bajo la cabeza y comienzo a picotear los trozos de fruta en mi plato, desde donde estoy puedo escuchar lo que le decían al otro lado del teléfono, es Rick.

— Patrón, todo salió perfecto tenemos el paquete.

— Excelente, llévalo a la cabaña voy para allá. – termina la llamada, se pone de pie y me da un beso en la frente.— Tengo asuntos que atender, luego hablamos.

Armando sale del comedor a toda velocidad dejándome sola en la mesa, está bien, no quiero su compañía, me limpio la frente en donde sus labios tocaron mi piel, termino mi fruta en silencio y al poco tiempo entra la empleada a recoger los platos.

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Me siento en una banca del patio, la misma en la que me vine a sentar anoche, quiero que me dé un poco de aire fresco, la pastilla que me tome logró ser efectiva y disminuir mi dolor, pero no desaparecerlo por completo, cierro los ojos sintiendo un cansancio y fatiga no solo corporal sino también emocional, estoy cansada, mi vida ha llegado al límite, no tengo sueños, esperanzas ni aspiraciones a nada, he pedido las ganas de vivir, ya nada me importa, nada.

Los ladridos de Benji me hacen levantar el rostro, viene corriendo hasta a mí a gran velocidad, lo que llama mi atención fue que no mueve la cola como otras veces, sé que no va a atacarme, pero aun así no puedo evitar tener un mal presentimiento formándose en mi pecho; al llegar a mí sube sus dos patas al lado de la banca y comienza a ladrarme, como intentando decirme algo.

— ¿Qué te pasa? – Corre al frente un poco y después regresa a donde estoy, lo hace un par de veces, al ver que solo lo observo extraño y no capto el mensaje del todo me muerde mi vestido y comienza a jalarme. — Quieres que vaya contigo ok ya voy, ya entiendo.

Me levanto y comienzo a seguirlo, él va directo a la cabaña que está alejada de la casa, no quiero pensar mal, imagino que quizás algo con lo que estaba jugando se le quedó atorado y necesita que alguien sé lo dé; pero con forme me acerco siento escalofríos, estoy batallando un poco para llegar, no hay camino asfaltado así que mis tacones se hunden en el verde pasto. Conforme me acerco más, escucho un ligero llanto, un leve sollozo que me eriza la piel, pienso que es solo producto de mi imaginación, pero con cada paso el sonido es más claro, más fuerte, preciso e inconfundible.

Siento que mi corazón se detiene al darme cuenta de que es el llanto de unos niños, Benji lo sabía, ya que al estar cerca de la cabaña no ladraba más y avanza en sigilo, empiezo a caminar con más desesperación sintiendo que mi corazón se sale de mi boca, no la pensé para empujar la puerta de madera que estaba entre abierta y ahí están, dos pequeños, una niña y un niño, atados en las sillas, con paños cubriendo sus bocas, llorando a mares, con el terror consumiendo sus miradas.

Mi sangre comienza a hervir hasta llegar al punto de ebullición, tomo aire y pongo una mirada asesina sobre cada hombre que está en el lugar, me enfoco en Rick que es el que conozco más de los otros tres, yo siempre me hice la de la vista gorda, traté de ignorar todo lo malo que pasaba a mí al rededor, justo frente a mis narices poniéndome una venda en los ojos, todo para no meterme en problemas con el diablo, pero esta vez era demasiado, y no pensaba permitirlo, lastimar a niños era un pecado imperdonable.

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