Había sido un error, pensó Rubén. Tal vez debió llevarla a otro sitio, uno donde no tuvieran que estar el uno frente al otro comportándose como una pareja normal hasta que él diera el batacazo.
—Estás muy raro –dijo Kelly en tono acusatorio. Rubén hizo una mueca.
—Lo siento. Estoy… en una encrucijada.
—¿Cosas de negocios?
—No. Cosas personales.
—¿Tengo que ver con esas cosas? –preguntó ella con una sonrisa.
Telma empezó a hablar sin pérdida de tiempo. Presintiendo que los ánimos estaban demasiado volátiles, se dio prisa y presentó los diferentes montos de dinero que ellas consideraron Rubén debía costear.—Emilia tuvo que cancelar un semestre y ese dinero no fue reembolsado, las deudas para pagar la carrera aumentaron su interés tres veces su porcentaje normal por el atraso en los pagos, y además de eso, tuvo que ver materias y cursos adicionales debido a que su carrera se vio interrumpida por más de tres años—. Emilia no dejaba de mirar a Rubén, pero él sólo estudiaba la copia del documento que Telma le había pasado y lo leía con atención—. Además de eso, y a causa de lo sucedido, los padres de Em
Rubén entró al despacho de su padre y encontró a Emilia mirando por el ventanal, cruzada de brazos y secándose lágrimas de las mejillas. Al verlo, ella abrió su boca para decir algo, tal vez gritar, e incluso dio un paso atrás para echar a correr.—No tengas miedo –le pidió él elevando sus manos y enseñándole las palmas, como mostrándole que no iba armado, ni tenía intención de causarle daño.Ella guardó silencio, y lo miró fijamente por espacio de dos minutos, como vigilándolo, tal como se vigila una serpiente.Él tuvo que obligarse a s&iac
Antonio Ospino levantó la vista del plano que el ingeniero le mostraba en el momento cuando alguien le dijo que lo solicitaban afuera.Estaba en el tercer piso de una obra en construcción, con su casco, chaleco y demás elementos de seguridad. Cuando le dijeron que era su hija quien lo solicitaba, le extrañó.Miró su reloj, las once y cincuenta de la mañana.—Nos vemos en la tarde entonces –dijo el ingeniero, que parecía estar buscando una excusa para salir de la construcción temprano.—Está bien –contestó An
Tragó saliva al darse cuenta de aquello. Enfrentar a sus demonios. ¿Qué debía hacer?—No tengas miedo –le dijo Antonio extendiendo una mano y poniéndola en el hombro de su hija—. Puedes sólo probar. Si es demasiado insoportable, seguiremos buscando. Hemos pasado cosas peores juntos.—Pensé que… pensé que odiarías la idea. Eres mi padre… a veces eres incluso un poco machista. Lo que me sucedió a mí… ningún padre en el mundo lo quiere para su hija. Pensé que me recomendarías huir lo más lejos posible.—Oh, quiero hacerlo. Sacarte de
Emilia volvió a la empresa, a su trabajo y a su antiguo cubículo. Ésta vez se presentó en la oficina de Adrián antes de que él llegara para hablar con él de su regreso, y al verla, él le sonrió y le estrechó la mano.—Bienvenida de vuelta –le dijo con una sonrisa, y Emilia se la devolvió sintiéndose un poco avergonzada. La última vez que se vieran, ella había hecho un show terrible y él se había visto envuelto en ello.—Gracias.—Esta vez te quedarás indefinidamente, ¿verdad?—Eso espero –sonrió ella sintiéndose un poco tímida.—¿Deberé mantener a Rubén al margen? –Emilia lo miró fijamente pensándose esa respuesta, pero mantenerlo al margen no ayudaría mucho a la consecución del propósito que la hab&ia
Al fin, dijo Emilia, pero contrario a lo que había deseado antes, se quedó allí unos segundos más analizando, sin poder evitarlo, lo que había sucedido. Ésta mujer había sido novia de Rubén Caballero, y él la había dejado. Ella le rogaba que no lo hiciera, parecía que no le importaba que él estuviese enamorado de otra.Pestañeó al darse cuenta de que estaba humanizando otra vez a su bestia; eran los humanos los que se enamoraban, no las bestias, y aunque ese juego de palabras parecía muy infantil, aceptar que él tenía sentimientos iba en contra de su costumbre, y era difícil.Al fin, se movió para salir de su escondite. Seguía con la jarra de café en las manos y ésta estaba caliente. Esconderse era agotador.Pero la cocina no había sido desocupada, allí seguía Rubén Caballero, recost
Gemima se sorprendió un poco cuando Edgar, el mayordomo de su casa, le dijo que a la salida de la mansión había un camión de entregas.—¿Para quién? –preguntó Gemima extrañada, y tomó el teléfono para llamar a su esposo; tal vez él estaba esperando un paquete y se le había olvidado decírselo esta mañana.—Para el joven Rubén –eso la extrañó. Su hijo había cambiado su domicilio hacía rato, y toda su correspondencia iba al pequeño apartamento en el que vivía.—Está bien. Recíbanlo, pero… ten
Tragó saliva rechazando la empatía que estaba desarrollando hacia él, definitivamente, había sido mala idea salir a comer con alguien que lo apreciaba, pero entonces llegó Telma y la sorprendió con un beso en la mejilla.—Estabas en la luna –la acusó, y luego miró a su compañero de mesa.—Ah… Te presento a… —Adrián se puso en pie y le extendió la mano presentándose a sí mismo.Telma se sentó y miró a ambos con una sonrisa.—¿Estoy dañando el ambie