Andrey Vladímir Románov Pankratov sabía que su esposa había muerto y, para su desgracia, estaba embarazada de su primer hijo. Cuando tuvo el accidente que la llevó a la muerte, durante el tiempo que estuvo casado con ella era muy feliz, pero lo que no esperaba era aquella tragedia tan fatal en su vida.
Ver el entierro, el ataúd de su esposa donde tenía algunas flores encima y, alrededor de la tumba, había algunos amigos y familiares con los ojos humedecidos que ellos habían conocido en su vida. El padre de su esposa se había marchado minutos antes con el corazón destrozado. Estaba muy triste y necesitaba descansar, llevaba mucho tiempo sin dormir y el viaje a Rusia desató en él un estrés que el médico le mandó reposar. Él tampoco podía decir nada al respecto, ya que también necesitaba descansar de todo aquello. Su relación con su esposa era única y especial, pero el no tenerla a su lado más le dolía más que nada en el mundo. En su interior tenia una auténtica guerra de desgaste, ya no podría verla más feliz a su lado. Sus amistades, intentaban a toda costa que su sufrimiento no lo destrozara más estaba perdido. ¿Y ella? Andrey tenía la sensación de que nunca habría conseguido ser tan feliz, a pesar de que había llevado una vida llena de lujo, rodeada de gente dispuesta a complacerla a ella. Era una mujer feliz a su lado, la melancolía abrió paso en él, su dolor era demasiado fuerte y saber que nunca estaría más a su lado, cuánto dolor desgarraba su alma, nunca habían estado tan cerca de la locura emocionalmente. En ese momento, un recuerdo asaltó su memoria. Un recuerdo al que había impedido aflorar a la superficie durante mucho tiempo. Él estaba a su lado cuando murió, al escuchar sus últimas palabras y le dolía la garganta del esfuerzo que había hecho para no llorar. Acababa de presenciar cómo su esposa dejaba de respirar, el dolor dio paso al más tormentoso grito que quebró su alma del más horroroso dolor. —¿Por qué? ¿Por qué no puedes estar conmigo? No te mueras, mi bella, ¿cómo se supone que voy a vivir sin ti? Ella lo había mirado profundamente, y la falta de emoción en su mirada lo había hecho estremecer. Después, se había agachado para estar a su altura, lo había sujetado por la barbilla y le dijo: —El amor existe, Andrey. Y yo te he amado más que nada en el mundo, pero ha llegado el momento de partir. —Todo es un cuento de hadas. Recuerda eso, me casé contigo porque me enamoré de ti, perdidamente. —Eso es importante, Andrey, más que el éxito, la seguridad y el poder. No importaron para nosotros esas cosas vanas de la vida, sentir que me amabas era más importante para nosotros. Sobre todo, el amor. Andrey nunca olvidaría ese sentimiento que lo invadió por dentro... Notó que apoyaban una mano en su hombro y se volvió para mirar, era Joseph, su amigo que le sonreía. Ambos compartían una relación de amistad de años desde la universidad. El padre de Joseph era un hombre poderoso, se había quedado destrozado después de que su madre muriera. Durante años, Andrey, Leonardo y Joseph habían mantenido una relación basada en la fraternidad y en la amistad que habían cultivado en muchos años. Pero cuando los tres se marcharon de la universidad, la relación se hizo más fuerte. A pesar de que Andrey no había sido capaz de superar la muerte de su esposa, se sentía muy feliz de que sus amigos estuvieran con él en esos momentos. Andrey Vladímir Románov Pankratov sabía que su esposa había sido feliz durante el tiempo que estuvo casada con él, siempre se lo decía. Pero lo que no esperaba era verla ahí dentro de un ataúd y en su entierro. Andrey, se distanció de la tumba muy pensativo, sus dos amigos y el tenían una constitución parecida. Eran altos, muy atractivos y ricos. Y los tres habían heredado los imperios más grandes del mundo. Cuando llegaron junto a sus coches, Joseph decidió bromear con Andrey un momento para tratar de calmar el sentimiento de vacío que lo invadía por dentro. Se fijó en que no se había afeitado y comentó. — ¿Ni siquiera has podido asearte para el entierro amigo? — Me he despertado demasiado tarde. —dijo Andrey y sonrió una pizca. — Increíble. Solo llevo dos días aquí en este país y ahora comprendo a muchas personas. La verdad que hace mucho frío, mi esposa debe de estar abrigadita. — Vaya traite a Grecia contigo, y como está el embarazo. —lo había dicho con una mueca de dolor. — Todo va bien, está muy feliz faltan pocos meses, pero estamos muy feliz. — Me alegro mucho por ustedes. Y tú Leonardo como vas. — Bueno Andrey, mi hermanastro consiguió a una hermana perdida, y quiere llevarla a Italia a conocerlo y también que conozca a Italia. — Guao... Y eso te tiene incómodo verdad. — Bueno que puedo decirte, todo esto me tiene preocupado. — Si sobre todo tu título… Se hecho a reír Joseph a carcajada igual Andrey. En ese momento Andrey se puso muy serio y entornaba los ojos mientras miraba a alguien que se había acercado por detrás. Se volvió para mirar, y vio que era Encarnación su ama de llaves, que lo observaba muy serio a poca distancia. De pronto, tuvo la sensación de que algo le quería decirle. Era una locura, pero los ojos de aquella mujer lo enternecieron y miró un momento hacia la tumba y, después, preguntó. — ¿Dime Encarnación necesita algo? — ¿Si Andrey? ¿Necesito viajar y esto me llevara varios días o semanas? — Y eso Encarnación pasa algo. — Si… Algo personal que resolver luego le diré. — Ok está bien haga lo que necesite hacer. —Andrey vio que Encarnación empalideció y pregunto de nuevo. — Ocurre algo grave Encarnación dígame la verdad. — ¿Necesito resolver algo muy importante, solo eso señor? — Ok Encarnación vaya tranquila no se preocupe, lo que necesite me avisa. — Gracias señor… Andrey le sonrió con frialdad. Y continuó hablando con sus amigos, el no pudo contenerse más y hecho a llorar con el corazón desgarrado por el dolor. — Ya Andrey no puedes hacer nada más, dónde quiera que esté tu esposa estar bien. Andrey dio un paso adelante, sintiendo que la rabia lo invadía por dentro, por no poder haber hecho nada ese día cuando su mujer murió en sus brazos. — Vamos Andrey fuerzas debes seguir adelante con tu vida. — Solo seguiré porque voy a vivir de su recuerdo, para poder sobre vivir. Puso su frente en el techo del carro, estaba destrozado, su alma ya no sería la misma, siempre amaría a su difunta esposa. Sus amigos los rodearon, y Andrey se volvió para ver cómo le echaban tierra a la tumba. Permaneció allí unos minutos y, finalmente, sacó algo de su bolsillo y lo tiró dentro de la fosa de su esposa. Al cabo de un momento, regresó junto a sus amigos, los miró en silencio y se dirigió a un coche que lo estaba esperando. Se subió en la parte trasera y esperó a que el chófer arrancara. Joseph se volvió, y Leonardo lo miró sorprendido. — ¿Qué...? — No lo sé, pero Andrey está mal. Le contestó Joseph de nuevo, negando con la cabeza Leonardo miró hacia el espacio vacío que había dejado el vehículo y sintió que algo extraño que estaba por pasarle a el. Andrey se sintió vulnerable y recordó el momento, en el que había pensado que su esposa volvería a casa. Que aquello no había pasado, ahora sin ella se sentía perdido como un animal sin dueño.Mientras Branyelith recorría los pasillo del convento, hacía la dirección de la madre superiora, Encarnación esperaba por ella allí. Ella oyó comentarios que se hacían a sus espaldas y no pudo evitar sonreírse. Aquella mañana acababa de ser informada que después de muchos años en el convento, alguien vendría por ella. Aún ella era un chica inocente, sus compañeras la invitaban a qué se escapara con ella de noche, su decisión siempre había sido no... para ella sus hábitos eran leer y dormir temprano. Se enteró un día que sus compañeras fueron castigadas por las hermanas del convento sin contar la notificaciones a sus padres.Eso a ella la entristecía ya que sus padres habían muerto en un accidente aéreo dónde ella por la gracias de Dios se salvo, pero no pensaba más en ello solo a veces tenía pesadilla. Sus compañeras y el resto de las hermanas del convento la iban a extrañar mucho porque era una chica muy carismática y traviesa. Ella formaban un buen equipo, así le dolía dejar aquel l
Branyelith llevaba ya un rato en la amplia habitación donde su madrina la había llevado, y después de haber estado leyendo media hora, por lo que tenía la garganta seca, quería ir a la cocina. Se incorporó y examinó la habitación para comprobar que todo estaba en su lugar. Efectivamente, la habitación seguía siendo un lugar seguro y hermoso para ella. Desgraciadamente, en el exterior todo había cambiado. Para siempre. Salió de puntillas y cerró la puerta. El escucha que nadie estaba por allí, era su oportunidad de comer algo y beber un poco de agua como lo hacía en el convento donde ella había estudiado. Dos plantas más abajo, estaba la cocina, y allí se encontraba Valeria la cocinera. Cuando ella había llegado su madrina se la había presentado. Le había dejado un plato de macarrones con queso guardado si le daba hambre, ella lo agradeció profundamente mientras lo metía en el microondas. Aquella semana, para Brany era horrible, siempre tenía pesadillas de la muerte de sus padres, y
Andrey por primera vez desde que conocía a Encarnación le levanto la voz.— ¿Qué ocurre contigo Carmelina?— Necesito hablar algo importante con usted, antes que se entere por otro lado.— Soy todo oído Carmelina.— Recuerda que en el entierro de su esposa le dije— Recuerda que en el entierro de su esposa le dije que iba a viajar, que después le contaría los detalles a mi regreso.— Si, creo haberlo escuchado, de que se trata.— Bueno señor Alexio, me han otorgado la tutela de una ahijada mía, ya que ella no tiene familia y soy su único pariente que tiene ella, tuve que ir por ella a Inglaterra, después de resolver algunas cosas en Venezuela por la parte legal de ella.— Que me quieres decir con todo esto Carmelina.— Que la joven esta ahora en la mansión y hoy hubo un inconveniente con ella, al aparecer los reporteros que aparcaban a la entrada de la mansión le tomaron fotos y tal vez tenga inconvenientes en eso mañana en las noticias.Alexio por primera vez que conocía a Carmelina
Mientras que en la habitación que Encarnación le había asignado a Branyelith, esta estaba tan inquieta que salió un momento a la cocina por una taza de chocolate, que le había hecho la cocinera. Estaba totalmente ida de si, cuando entro en el cuarto sintió que alguien la observaba. Pero no le dio importancia, y salió a la pequeña terraza de nuevo y miro el cielo estrellado, y de pronto sintió que la observaban de nuevo. Entonces sintió un escalofrío por todo su cuerpo, que entro a su habitación a toda prisa. Estaba un poco asustada y se acostó pensando en aquello, en que alguien de la casa la observaba. A la mañana siguiente, se levanto muy relajada y se aventuro a la cocina, para colaborar con la cocinera y esta estaba muy contenta porque, aquella pequeña decía una cosas que ella se reía. — Eres muy graciosa muchacha. — Me gusta hacer feliz a las demás personas. — Dime que aprendiste en ese convento de monjas. — Buenos el convento era de señoritas, así que allí aprendimos hace
Aquel día se hizo una pesadilla para el cuando esa mañana le llevasen esa bandeja como la preparaba su esposa eso lo molesto mucho, que llego a la empresa sin comer nada. Llevaba viviendo unos días terrible con el fallecimiento de su esposa, real eso era cierto pero aun le dolía su partida y más que llevaba un hijo de meses en su vientre. Al menos, no había ninguna fotografía que lo hiciera recordar ese fatídico día. Él habían sido personajes muy populares para la prensa, pero su vida familiar había quedado completamente al descubierto para los periodista. Andrey miraba por el ventanal de su oficina recordando todo aquello que había pasado. Cuando Iván entra sin ser sentido a la oficina. — ¡Andrey!. Él voltio la cabeza. Sus ojos no expresaban emoción alguna. Durante un segundo, no pudo recordar quien lo llamaba, porque estaba sumido en sus pensamientos. — Iván que pasa. —dijo por fin. El no pareció darse cuenta del tiempo que él tardó en responder. — Todo el mundo se ha ido Andrey
— ¿Cómo te atreves? ¡Cómo diablos te atreves!.Los gritos casi salvajes resonaron por toda la mansión, haciendo detener Branyelith en la entrada de su habitación, primera vez que escuchaba la voz del dueño de toda aquella casa. Antes de continuar abriendo la puerta para entrar en su cuarto. Por unos minutos, no supo contener la rabia que sentía por dentro. Porque sabía que estaba gritándole a su madrina. Lo único que parecía real, era la furia con la que las palabras habían sido pronunciadas. Quería ir hasta donde estaban los dos discutiendo, y terminal aquello y irse de allí pero a donde, solo su madrina era su único familiar, y ella apenas era una joven, quien le daría trabajo. Y en aquel lugar tan frío quien.— ¿Perdón?.Parecía ridículo haber dicho tal cosa, pero era lo único que se le había ocurrido a Iván, para tratar de que Andrey no gritara más. Por un momento se dio cuenta de que ya no estaban solo los dos. Hubo un silencio. Por lo menos, las palabras de Iván lo habían sorpre
— ¡Andrey!.Él voltio la cabeza pensando que ra Iván. Al ver entrar otra persona Sus ojos no expresaban emoción alguna. Durante un segundo, no pudo recordar quien lo llamaba, porque estaba sumido en sus pensamientos, pero al volver a la realidad era su amigo, Joseph que llego de imprevisto a su casa, la ama de llave lo había dejado entrar y le había dicho que el señor se encontraba en el estudio que podía verlo allí.— Andrey que pasa, que es lo que te ocurre.Dijo por fin Joseph así le decían sus amigos. Pero Andrey no pareció darse cuenta del tiempo que él tardó en responder. — Todo el mundo me ha dicho que ahora te la pasas gritando y de mal humor. —dijo su amigo mientras se acercaba a él. — Vamos Andrey la vida sigue. Tienes que recobrar la compostura, dejar de pensar tanto.— Quien te ha dicho eso de mi.— Casi todo el mundo, te la pasas gritándole a tu personal de la empresa, y hasta te has metido con una pobre joven, que vive en tu casa.— Vaya que los chisme vuelan como sabe
El recuerdo de un entorno seguro y familiar provocó que se sintiera nostalgia. Aquel tal Andrey tenían razón ella no pertenecía a aquel lugar. Mudarse allí había sido una idea malísima de su madrina, la fuese dejado en aquel convento y se fuera entregado a la orden para ser monja. Alguien en quien, ni siquiera podía pensar sin desear romper algo, era ese tal dueño de la mansión, ya comenzaba a odiarlo. Su cabeza, no dejaba de pensar en el. Como le había prohibido muchas cosa en esa casa y lugares que a ella le gustaba estar, cuando se sentía sola.Pero ella algún día lo iba a conocer en persona y le diría unas cuantas cosa en su cara, Branyelith solía tomarse las cosas con filosofía, pero ese día la invadía la rabia y la frustración. ¿Era posible que tuviera un día peor? Por supuesto que sí. No paraban de sucederle cosas, y que vinieran de parte de aquel Ruso amargado, y que ese hombre no hacía más que aparecer en los lugares menos imprevisto de la mansión. Dos veces no eran demasia