Capítulo 4

Andrey por primera vez desde que conocía a Encarnación le levanto la voz.

— ¿Qué ocurre contigo Carmelina?

— Necesito hablar algo importante con usted, antes que se entere por otro lado.

— Soy todo oído Carmelina.

— Recuerda que en el entierro de su esposa le dije

— Recuerda que en el entierro de su esposa le dije que iba a viajar, que después le contaría los detalles a mi regreso.

— Si, creo haberlo escuchado, de que se trata.

— Bueno señor Alexio, me han otorgado la tutela de una ahijada mía, ya que ella no tiene familia y soy su único pariente que tiene ella, tuve que ir por ella a Inglaterra, después de resolver algunas cosas en Venezuela por la parte legal de ella.

— Que me quieres decir con todo esto Carmelina.

— Que la joven esta ahora en la mansión y hoy hubo un inconveniente con ella, al aparecer los reporteros que aparcaban a la entrada de la mansión le tomaron fotos y tal vez tenga inconvenientes en eso mañana en las noticias.

Alexio por primera vez que conocía a Carmelina le levanto al voz

— Maldición Encarnación porque me hablas de esto hasta ahora.

— Por ese mismo detalle, por la manera que me lo diría.

— Sabes que perdí a mi esposa hace unas semanas y ahora tu traes a la casa a una jovencita, la cual le han tomado fotos y sabrá cual serán los intereses de esos reporteros con la noticia de mañana.

— Perdóneme señor Andrey, fue una falta de imprudencia mía.

— Ya lo hecho, hecho esta, lo único que no quiero es que esa pequeña mocosa este merodeando por allí, así que voy a aceptar que se quede, pero que no se atraviese en mi camino.

— Lo comprendo señor Andrey, yo hablare con ella y pondré reglas que ella debe acatar.

— Bueno si no tienes nada más que decirme, puedes retirarte.

— Con permiso señor y otra vez discúlpeme.

— Dile a Iván que venga, necesito hablar con el.

— Si señor y gracias.

Al quedarse solo Andrey, se asoma al ventanal del estudio y mira las estrellas. Por el tono de la voz de Iván al entrar, Andrey se imagino que el sabía la verdad de la jovencita. Iván adivinó que Andrey veía pocas posibilidades de que la joven se quedara más tiempo. Lo cierto era que él confiaba mucho en Encarnación y en el trabajo que ella hacía en la mansión como ama de llave. Sabía que si ella le pidiera cualquier cosa el lo aceptaría.

— Me llamaste Andrey.

— Si necesito saber quienes eran los reporteros que aparcaban en la entrada de la mansión.

— Eran de noticieros importantes y revistas señor.

— Quiero que los contactes a todos y que no quiero ninguna noticia de esa jovencita en los periódicos de mañana.

— Ok señor, y los que no quieran hacer eso que me pide.

— No se como pero no quiero nada de noticias mañana, por cierto en unos días espero a mi suegro de vista.

— Y que hará Encarnación con la muchacha.

— Dile que la ponga hacer algo en la mansión, no quiero flojos en mi casa.

— Entonces le diré eso a Encarnación.

— Te puedes retirar Iván y por favor mañana volveremos ir a la empresa.

— Entendido señor, con permiso me retiro.

Ya era casi media noche cuando por fin terminó de hacer sus cosas. Una capa de gris se veía entre el lienzo del cielo. Y un recuerdo atravesó su corazón como una daga al recordar el momento en que su esposa había muerto, el recuerdo fue vivido de nuevo. Las hojas secas y lodo pegados en los vaqueros de su mujer y el cuerpo tan débil, le dolía, verla de esa manera, un embarazo de cuatro meses se veía, mientras el sudor se le enfriaba con el aire helado y húmedo. Lo que ya había pasado no lo podía deshacerse. Un acto terrible. Un final y un principio que en aquel momento se unían para siempre, en el dolor más profundo. Los colores del mundo habían cambiado para él, los cielos mantuvieron sus tonos apagados. El viento lloró entre susurros. No se oyeron sirenas que gimieran a lo lejos. Dejó escapar un largo suspiro y volvío al presente, con aquel dolor que lo atravesaba en el pecho al recordar a su amada.

Andrey al salir del despacho hecho una furia, miró la silueta de una joven que se dirigía a la habitación de invitados. Andrey nunca le habían agradado las personas misteriosas y ella se había convertido ya en una. El asociaba una característica con una gran insensibilidad, aunque, para ser sincero lo le agradaba que nadie estuviera caminando a altas horas de la noche por la casa. Debía admitir que Encarnación había influido en ese punto de vista, al dejar que la pequeña se quedara en casa, pero como que la joven había roto las normas. Tendría que hablar con su ama de llaves mañana, ahora necesitaba descansar.

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