Dos días después de encontrar a Serena inconsciente en su departamento, Vincenzo descubrió el motivo por el cual ella había estado actuando extraño.
“El magnate ruso Kassio Volkov y la única heredera de la fortuna Castelli están comprometidos”. Y allí, justo debajo de aquel estúpido titular, había una foto de ambos en un restaurante.
Se le revolvió el estómago, pero como el masoquista que era, agrandó la imagen. Serena se veía tan hermosa como siempre y una sonrisa adornaba su rostro.
No podría decir con exactitud cuánto tiempo se quedó mirando la foto hasta que se armó de valor para leer el artículo.
Quería creer que lo que se decía en aquella revista era una mentira, pero en el fondo supo que no lo era. Su primer impulso fue tomar su celular y llamar a Serena para comprobarlo, pero no estaba en condiciones de hablar con ella en ese mismo momento. No quería decir algo con lo que pudiera herirla. Sus sentimientos eran algo que él debía manejar.
Al fin entendía por qué ella había dicho todas aquellas cosas de encontrar a alguien y dejar de verse. Todavía no explicaba porque se había emborrachado —ella no le había explicado nada cuando hablaron en el desayuno, al día siguiente—, pero se le ocurrieron una infinidad de posibilidades.
Clavó los ojos en la foto y tensó la mandíbula. Los dos se veían demasiado bien.
—Serena —llamó como si ella pudiera escucharlo.
Incapaz de ver la pantalla de su computadora por más tiempo, se levantó y paseó por su oficina intentando controlar la mezcla de emociones que estaba sientiendo. Imágenes de Serena y Voskov bombardearon su mente. Él tocándola de la manera que Vincenzo había soñado.
—¡Maldición! —Arrojó al suelo las cosas que estaban sobre su escritorio, pero eso no lo hizo sentir mejor.
Quería buscar a Voskov y partirle la cara por haberle robado a Serena. ¿Pero ella era suya? ¿Lo había sido alguna vez? Jamás se había atrevido a confesarle sus sentimientos. Sus hermanos dirían que no lo hizo por cobarde y quizás hasta cierto punto estarían en lo cierto.
Pero había algo más. Conocía a Serena desde hace años y sabía que ella no estaba preparada para entrar en una relación. Podía mostrarse como una persona valiente, sin embargo, detrás estaba una mujer con muchos miedos y secretos. De confesarle su amor, probablemente la habría perdido hace mucho tiempo. Así que decidió esperar.
Solo que, al parecer, había esperado demasiado y ahora ya era tarde.
Su ira se esfumó y solo quedó dolor.
Alguien llamó a la puerta de su despacho y empujaron la puerta.
—¿Está todo bien?
—Cancela mis citas del resto del día —le pidió a su secretaría.
La mujer miró las cosas desparramadas en el suelo y asintió.
—¿Hay algo más que necesites?
—No.
Esperó hasta que su secretaria se marchó para recoger el desorden que había ocasionado. Colocó todo indistintamente en su escritorio y luego tomó su saco del respaldar de su silla. Esta vez era él quien necesitaba beber hasta la inconsciencia.
Sienna, su hermana menor, lo estaba esperando en su departamento cuando llegó. Era un inconveniente que vivieran en el mismo edificio.
—Quiero estar solo —dijo.
—Lo siento tanto. —Sienna era quien le había enviado el link del artículo.
No sabía que decir, así que se quedó en silencio.
Su hermana se acercó a él y le dio un abrazo.
A media hora de allí, Serena recién acababa de leer el mismo artículo que había llevado a Vincenzo a beber.
—¡¿Qué demonios?!
Leyó el artículo una vez más y volvió a maldecir.
Había pasado la mañana en sus clases de etiqueta por lo que había dejado su celular en su habitación. Sus padres no la habían dejado ir a la universidad, prefirieron contratarle tutores que le enseñaran lo necesario para ser la esposa perfecta. Algunas clases no estaban tan mal, como cuando aprendió sobre historia.
En cuanto se desocupó, había encontrado varias llamas perdidas, así como muchos mensajes felicitándola por su reciente compromiso.
—Pero, ¿cómo…
La respuesta fue más que evidente. Era obra de su madre. Nadie más podía haber dado tanta información precisa. Incluso cuando sería la dichosa boda.
Con la tablet en mano, salió en busca de su madre. La encontró en el jardín, reunida con su grupo de amigas, tomando el té. Serena estaba segura que todas eran serpientes venenosas esperando su oportunidad de atacar. Las había visto destrozar la reputación de cualquier persona que no fuera de su agrado.
Su madre se reunía con ellas al menos dos veces por semana para hablar de lo espectacular que era su vida y ponerse al día sobre cualquier rumor que estuviera circulando.
—Buenas tardes —saludó—. Lamento interrumpir.
—¡Oh, allí está la novia! —dijo una de ellas.
Serena no recordaba su nombre.
—Te ves radiante. Debes estar feliz por tu compromiso.
Se mordió la lengua para no mandarla al demonio y se las arregló para fingir una sonrisa. No se sentía con ganas de socializar y actuar como la hija perfecta, pero no es como si tuviera más opción.
—Acércate, hija —indicó su madre.
Se acercó al grupo. Rodeó la mesa recibiendo sus abrazos y felicitaciones. Sus abrazos le resultaron tan fríos como el polo norte.
—Tienes suerte de tener una hija linda y que haya con seguido un marido como Volkov.
—Lo sé —Su madre le acarició la cintura—. Ella es mi más preciado tesoro.
Serena casi soltó un bufido.
—Mi hija y tu deberían salir uno de estos días, ella te extraña mucho —comentó otra de las amigas de su madre.
—Por supuesto, la llamaré —mintió—. ¿Podemos hablar a solas? —preguntó mirando a su madre.
Ella le dio una sonrisa nada sincera.
—Por supuesto, cariño. Vamos a la biblioteca. —Se levantó y sonrió a sus invitadas—. ¿Si nos disculpan? Volveré enseguida, no se terminen los bocadillos.
Serena sacudió la cabeza. Como si alguna de ella fuera a comer algo que aumentara su límite de calorías diarias.
—Felicidades otra vez por tu compromiso.
Serena se dio la vuelta antes de decir algo fuera de lugar. Se mordió la lengua hasta que llegaron a la biblioteca.
—¿Qué significa esto? —preguntó entre dientes dejando su tableta encima del escritorio.
—¿No es perfecto? —Su madre la miró con una sonrisa desde detrás del escritorio—. Los dos se ven bastante bien en esa foto, yo misma la escogí. Mi contacto en la revista estaba más que encantado de escribir esta nota.
—¿Cómo te atreviste a hacerlo? ¿Y ni siquiera me consultaste?
Su madre perdió su sonrisa.
—Tu boda será uno de los eventos más importantes de los últimos años. No iba a dejar pasar la oportunidad de que este en todos lados. Deberías sentirte especial.
—¡Eres increíble! No puedes hacerme esto. Usarme para tus propios beneficios.
—Soy tu madre. Sé y haré lo que sea mejor para tu reputación.
—No finjas que esto es por mí. Lo único que te importa es como te puedes ver beneficiada.
—Estoy cansada de tu berrinche. Tengo que volver afuera. Ah, y una cosa más. Eres una Castelli. Cualquier cosa que hagas también nos afecta a tu padre y a mí. Y eso también funciona a la inversa. Disfruta de tu momento de fama y asegúrate de parecer una novia enamorada.
Apretó los puños a los lados para no lanzarse sobre el escritorio y apretar el cuello de su madre.
Jamás le había importado la fama, prefería pasar desapercibida. Su madre era todo lo contrario, le gustaba que cada persona en el mundo supiera el lugar que ella ocupaba y que nadie podría superarla. Esta era una oportunidad más que ella pudiera presumir de su poder y estatus.
No quería imaginar todas las personas que habían leído aquel artículo, aunque solo una le importaba. Si Vincenzo aún no había leído sobre su boda, lo haría pronto o alguien más se lo contaría.
Era su mejor amigo, debería haber tenido tiempo para contárselo ella misma, pero su madre había tenido que actuar por su cuenta.
—Si vuelves a hacer algo como esto otra vez, haré un escándalo público que arrastrara tu precioso apellido por el lodo y no me importa si me encierras por el resto de mi vida. Voy a casarme, tal como quieres, deberías contentarte con eso.
—¿Quieres algo de beber? —Una taza de café, por favor. Vincenzo asintió y se acercó a la cafetera. Se sirvió otra taza para él. Iba a necesitar algo más fuerte para lidiar con la conversación que se avecinaba, pero de solo pensar en beber alcohol se le revolvía el estómago. Había tenido suficiente el día anterior cuando casi arrasó con la mitad de su bar. La cabeza todavía le dolía un poco y no había podido levantarse de la cama hasta cerca del mediodía. Se sentó frente a Serena y el silencio reinó en la cocina mientras los dos tomaban su café. —¿Es cierto? —preguntó, aparentando una tranquilidad que no se sentía. Serena no respondió de inmediato y su pulso se aceleró. —¿Así que ya te enteraste? Que ella no lo negara fue suficiente respuesta. —Mi hermana leyó las buenas nuevas en el internet. —Sonrió como si todo aquello no lo molestara. —Oh. —No sabía que estabas saliendo con alguien. ¿Por qué no me lo dijiste? —Intentó mantener el dolor fuera de su voz. —Lamento no hab
Serena lo odiaba. Odiaba cada detalle de su despampanante y largo vestido de novia. No era horrible, todo lo contrario, habría sido perfecto si fuera para alguien más. El corte hacía que sus hombros parecieran más anchos de lo que eran y la parte de abajo la hacía ver demasiado cuadrada.—¡Te ves preciosa! —exclamó su madre limpiándose un par de lágrimas imaginarias—. Es el vestido perfecto.No, no lo era. Aun así, se veía obligada a usarlo, así como se veía obligada a casarse con un hombre al que no quería.Su madre y la madrastra de Kassio habían escogido aquel vestido. Elegante y sobrio, habían sido las palabras de la matriarca de la familia Volkov. La señora Nastia Volkova era una mujer severa y con una expresión tan pétrea como la de un cadáver. Ellas también se habían encargado de cada detalle de la boda mientras Serena se había limitado a asentir en acuerdo. Aunque la mayoría del tiempo no había estado prestando atención. De todas formas, nadie la habría escuchado si quería c
Serena despertó gracias al incesante sonido de su celular. Estaba hecha un desastre. Su cabeza martillaba como si alguien estuviera trabajando con un taladro en el interior y aquel maldito sonido solo empeoraba su situación.Se cubrió la cabeza con la almohada e intentó ignorar a quien sea que la estuviera llamando. Se tendría que cansar en algún momento.—Al fin —musitó, cuando el ruido se detuvo. Su alivio no duró demasiado porque su celular empezó a sonar otra vez.Era obvio que no pensaban dejar en paz. Soltó un resoplido y buscó el endemoniado aparto sin atreverse a abrir los ojos.—¿Hola? —contestó de mala gana. —¿Dónde te has metido? —Su madre no se escuchaba nada contenta, no es que alguna vez lo hiciera.—Estoy en mi habitación.—¡Déjate de estupideces! ¿Dónde estás?Habría sonreído al escuchar a su madre romper una de sus tontas reglas, de no ser porque su cabeza resintió la estridente voz. —Deja de gritar. Te dije que en mi… —Se calló al abrir los ojos y darse cuenta que
Decirle a una de las personas más importantes en su vida que amaba a Kassio había sido difícil la primera vez, hacerlo una segunda vez iba a ser imposible.—¿Lo amas o no? —insistió Vincenzo.—Yo… No es tan simple.—¿Así que es cierto?Vincenzo la soltó y se paseó por la habitación. —¿Qué cosa?Él se detuvo y pasó una mano por su cabello, desordenándolo.—Ahora todo tiene sentido. —Vincenzo la miró—. Tu relación tan repentina y tu rápido compromiso. Por eso te embriagaste ese día en mi departamento. Tú no querías casarte, pero, por alguna extraña razón que escapa de mi comprensión, tuviste que aceptar. —¿Cómo te enteraste?—¿Estoy en lo correcto? —preguntó él, en lugar de responder.—Sí, pero nada cambia ahora que sabes la verdad.—¿Por qué no me lo contaste? Te habría ayudado.—Es difícil de explicar. —Lo dejaré estar por ahora, pero volveremos a ello más tarde. Hay cosas más importantes que hacer en este momento.—¿De qué hablas?—Tenemos que salir de aquí antes de que tu madre r
—¡Woah! —Sienna golpeó su timón—. Eso sí que estuvo divertido. —Su hermana los miró por el espejo retrovisor—. ¿No lo creen? —Ojos al frente. —Vincenzo se giró hacia Serena para asegurarse que no le había dado un colapso después de lo cerca que habían estado de quedar atrapados—. ¿Estás bien? —tomó su mano y le dio un apretón. —Sí. Eso estuvo cerca. —Demasiado. Su auto había pasado rozando las puertas de metal. Habían perdido un espejo y estaba seguro que la pintura había sufrido algunos daños. Lo importante es que habían logrado escapar, podía mandar a arreglar su auto después. —Deberíamos hacer esto otra vez. Aunque quizás algo de planeación no nos vendría mal. Serena soltó una carcajada. —No haremos esto otra vez —declaró Vincenzo. —Aburrido. Entonces, ¿a dónde vamos? —A mi departamento. —Será el primer lugar donde los buscaran. —Eso es seguro, pero necesito recoger algunas cosas y Serena necesita quitarse ese vestido. —No puedo creer que hicimos esto. —Serena sacud
—De todos los hombres posibles, ¿debías robarle la novia a Volkov? —preguntó Giovanni con un brillo de diversión en los ojos. —Yo no le robé nada —respondió Vincenzo, molesto. Serena nunca había sido de Volkov y nunca lo sería. —Cuestión de perspectiva —intervino Antonella, la gemela de Sienna. —Niños —reprochó su madre y ambos se quedaron en silencio. —Kassio es un muchacho justo —intervino su padre—, pero algo rígido y orgulloso. Se tomará esto como una ofensa. Solo su padre podía llamar muchacho a alguien como Volkov. —Lamento haberlos metido en este problema —se disculpó Serena. —Esto no es tu culpa —dijo Giovanni—. Sino de mi hermano por no actuar antes. Quizás si él… —Giovanni —interrumpió y le envió un mensaje con la mirada esperando que él lo entendiera. —Oh, ya veo. —Su hermano sacudió la cabeza. —Vincenzo no tiene la culpa de nada, de no ser por él, habría terminado casada con alguien a quien apenas conozco —declaró Serena—. Mis padres me estaban obligando y ahor
Serena despertó con la respiración agitada y el corazón latiendo desbocado. La sensación de miedo e impotencia aun persistía.Estiró el brazo para encender la lámpara. Tardó unos segundos en recordar donde estaba y que no había ninguna lámpara junto a su cama.Buscó su celular y encendió la linterna. La oscuridad nunca le había asustado, pero cada vez que tenía alguna pesadilla, necesitaba cerciorarse que no estaba de regreso en la habitación que sus padres la habían encerrado más de una vez.Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había sufrido de pesadillas, era probable que se debieran a los sucesos recientes habían despertado.Se quedó en cama unos minutos, intentando conciliar el sueño otra vez, pero, cuando se dio cuenta que eso no iba a pasar, se levantó y se dirigió hacia la puerta.En el pasadizo miró la puerta de la habitación Vincenzo y consideró llamar. Levantó la mano, pero la volvió a bajar. No parecía bien molestarlo por una pesadilla, en especial después de t
Vincenzo se disculpó con Serena para contestar su teléfono. Era su segundo día y a diferencia del día anterior que se habían quedado dentro. Ese día habían pasado la mañana recorriendo el campo y después del almuerzo se habían acomodado en el porche. Él con su computadora para ver algunos temas de trabajo de los que no podía escapar y Serena había conseguido un libro. —Papá —saludó caminando lejos de la casa. —¿Cómo van las cosas por allí? Miró hacia Serena. Se veía más descansada que el día anterior. Él, por otro lado, estaba agotado. Resistirse a su encanto estaba requiriendo de cada gramo de autocontrol que poseía. —Bien. Ella está más tranquila. —Me alegra saberlo, aunque yo tengo malas noticias. Los padres de Serena han presentado una denuncia en tu contra por secuestro. Alegaron que te la llevaste contra su voluntad de la boda y que, desde entonces, han intentado contactarla sin ningún éxito. La policía estuvo aquí hace poco, nos hicieron algunas preguntas. —¿Qué le dijist