—De todos los hombres posibles, ¿debías robarle la novia a Volkov? —preguntó Giovanni con un brillo de diversión en los ojos. —Yo no le robé nada —respondió Vincenzo, molesto. Serena nunca había sido de Volkov y nunca lo sería. —Cuestión de perspectiva —intervino Antonella, la gemela de Sienna. —Niños —reprochó su madre y ambos se quedaron en silencio. —Kassio es un muchacho justo —intervino su padre—, pero algo rígido y orgulloso. Se tomará esto como una ofensa. Solo su padre podía llamar muchacho a alguien como Volkov. —Lamento haberlos metido en este problema —se disculpó Serena. —Esto no es tu culpa —dijo Giovanni—. Sino de mi hermano por no actuar antes. Quizás si él… —Giovanni —interrumpió y le envió un mensaje con la mirada esperando que él lo entendiera. —Oh, ya veo. —Su hermano sacudió la cabeza. —Vincenzo no tiene la culpa de nada, de no ser por él, habría terminado casada con alguien a quien apenas conozco —declaró Serena—. Mis padres me estaban obligando y ahor
Serena despertó con la respiración agitada y el corazón latiendo desbocado. La sensación de miedo e impotencia aun persistía.Estiró el brazo para encender la lámpara. Tardó unos segundos en recordar donde estaba y que no había ninguna lámpara junto a su cama.Buscó su celular y encendió la linterna. La oscuridad nunca le había asustado, pero cada vez que tenía alguna pesadilla, necesitaba cerciorarse que no estaba de regreso en la habitación que sus padres la habían encerrado más de una vez.Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había sufrido de pesadillas, era probable que se debieran a los sucesos recientes habían despertado.Se quedó en cama unos minutos, intentando conciliar el sueño otra vez, pero, cuando se dio cuenta que eso no iba a pasar, se levantó y se dirigió hacia la puerta.En el pasadizo miró la puerta de la habitación Vincenzo y consideró llamar. Levantó la mano, pero la volvió a bajar. No parecía bien molestarlo por una pesadilla, en especial después de t
Vincenzo se disculpó con Serena para contestar su teléfono. Era su segundo día y a diferencia del día anterior que se habían quedado dentro. Ese día habían pasado la mañana recorriendo el campo y después del almuerzo se habían acomodado en el porche. Él con su computadora para ver algunos temas de trabajo de los que no podía escapar y Serena había conseguido un libro. —Papá —saludó caminando lejos de la casa. —¿Cómo van las cosas por allí? Miró hacia Serena. Se veía más descansada que el día anterior. Él, por otro lado, estaba agotado. Resistirse a su encanto estaba requiriendo de cada gramo de autocontrol que poseía. —Bien. Ella está más tranquila. —Me alegra saberlo, aunque yo tengo malas noticias. Los padres de Serena han presentado una denuncia en tu contra por secuestro. Alegaron que te la llevaste contra su voluntad de la boda y que, desde entonces, han intentado contactarla sin ningún éxito. La policía estuvo aquí hace poco, nos hicieron algunas preguntas. —¿Qué le dijist
Vincenzo habría hecho lo necesario para evitar que Serena pasara por aquel dolor, pero no podía cambiar el pasado, ahora solo podía asegurarse de que no se volviera a repetir. Iba a asegurarse de que sus padres no tuvieran oportunidad de lastimarla otra vez y les haría pagar por el daño infligido. ¿Cómo no había se había dado cuenta que había algo mal? Como su mejor amigo, debería haber sospechado algo. —Ven aquí. —Estiró la mano y espero que ella la tomara, luego la acercó y la acomodó en su regazo. Nunca la había sentido tan pequeña e indefensa en sus brazos como en ese momento. Era como si una ráfaga de viento pudiera derribarla si se descuidaba. Aun así, seguía pensando que era una de las mujeres más fuertes que había conocido. Había salido del infierno dispuesta a seguir luchando. —Lamento no haber estado allí para ayudarte —susurró y dejó un beso en su cabeza. —No es tu culpa. Si acaso, es gracias a ti que aún no me he rendido. Aun sin saberlo, me has dado la fuerza para no
Vincenzo aún tenía una sonrisa en los labios cuando bajó a preparar el desayuno. Desde despertar con Serena encima suyo hasta verla absorta mientras lo miraba, ese día había comenzado bastante bien. Afuera hacía un lindo día y pensó que quizás podía salir a desayunar al exterior. Había un arroyo a unos kilómetros lejos de la casa, perfecto para hacer un picnic. Con esa idea en mente se puso a preparar una variedad de cosas. —Eso huele delicioso. Vincenzo estaba demasiado concentrado que no había escuchado a Serena acercarse. —Y esto se ve tan bien como sabe. Serena rio. Un sonido suave y seductor. Vincenzo se dio la vuelta con una sonrisa, que murió al ver lo que ella estaba usando. Serena había escogido un vestido la cubría desde encima del busto hasta mitad del muslo. Una corriente de viento podría levantar la delicada prenda y mostrar lo que ella llevaba abajo. O él podría ponerla encima de la mesa y averiguarlo por sus propios medios. Se imaginó sus muslos envueltos alrede
Serena podía sentir corrientes de placer recorriendo su cuerpo aun algunos minutos después y cada respiración le costaba mucho trabajo. Vincenzo le había entregado un orgasmo más poderoso que cualquier otro que se había dado a sí misma. Cuando la niebla del placer se disipó, fue consciente de lo que acababa de suceder. Mantuvo los ojos cerrados mientras intentaba reunir algo de valor para mirar a Vincenzo. Un beso había bastado para que se olvidara de cualquier razón por la que involucrarse con él era mala idea y se entregara al placer. —¿Serena? Respiró profundo y abrió los ojos. —Deberíamos volver. Apoyó las manos en su pecho para hacerlo a un lado y se levantó. Se aseguró de tener su ropa en su sitio antes de marcharse apresurada. Necesitaba alejarse de Vincenzo para poner sus pensamientos en orden. Si se quedaba allí, terminaría sucumbiendo a él. ¿Por qué él había hecho eso? ¿Y por qué ella no lo había detenido? Se abrazó a sí misma cuando un temblor la recorrió al pensar e
La casa estaba en completo silencio y pasaba de la media noche, pero Serena no podía dormir. Aunque ya había tomado una decisión, temía que fuera la equivocada. Sin embargo, sin importar cuanto lo pensara volvía a la misma conclusión, rechazar la propuesta de Vincenzo sería una estupidez. —Buenos días —saludó cuando llegó a la sala. Vincenzo cerró su laptop y la miró. —Hola, dormilona. ¿Tienes hambre? Debía haberse quedado dormida en algún momento de la madrugada y cuando despertó era casi las nueve de la mañana. —Sí, aunque necesito un poco de café primero. —Pese a que había dormido hasta tarde, todavía se sentía agotada. —Preparé un poco esta mañana, vamos a la cocina. —¿Aun no desayunaste? —preguntó al ver que Vincenzo acomodaba en la mesa el desayuno de los dos. —Estaba esperándote. —Él le tendió una taza de café humeante. —Es tarde. Debiste comer primero o despertarme. —Lo pensé, pero me dio pena despertarte parecía que estabas teniendo dulces sueños. ¿Estaba yo en ellos
—¿Le dijiste que no tienes planeado darle el divorcio? Vincenzo terminó de arreglarse el corbatín antes de responderle a su hermana. —¿Qué te hace creer que no se lo daré? —¿Así que sí la dejarás ir? No podía ver a su hermana, pero podía apostar que debía lucir confundida. —¿Tampoco dije eso? Voy a asegurarme de demostrarle que somos el uno para el otro, así ella nunca tendrá que pedirme el divorcio y yo no tendré que enfrentarme a la decisión dejarla ir. —Estoy tratando de decidir si eres un hombre determinado o un psicópata. —Sienna se quedó en silencio unos segundos antes de continuar—. ¿Y si ella se arrepiente? Podría salir huyendo y dejarte plantado en el altar, justo como hizo con Kassio, y jamás tendrías oportunidad de demostrarle nada. Vincenzo estaba suficientemente nervioso sin la ayuda de su hermana como para que ella venga a darle voz a sus propios pensamientos. —Deja de intentar provocarle un infarto —intervino Antonella—. Serena no se arrepentirá. Eso creo. B