Serena apoyó la frente en el volante de su auto y maldijo en un susurro. No era el momento para tener una crisis y aun así sentía como era incapaz de controlar sus emociones. Todo a su alrededor dejó de existir y sintió una opresión en el pecho que le dificulto respirar.
Tomó una respiración profunda y luego soltó todo el aire. Repitió el mismo proceso hasta que comenzó a sentirse otra vez en control.
Levantó la cabeza y se miró en el espejo retrovisor para comprobar su cabello y su maquillaje, había necesitado de una buena cantidad para tapar las ojeras alrededor de sus ojos. No había dormido casi nada en las dos últimas semanas.
—Puedo hacer esto —se dijo y se obligó a sonreír.
Bajó del coche y se dirigió al restaurante que estaba cruzando la pista.
La secretaria de Kassio la había contactado un par de días atrás para coordinar el lugar y hora en la que se reuniría con Kassio.
Sacudió la cabeza. Su supuesto futuro marido, ni siquiera se había molestado en llamarla en persona.
—Señorita, buenas tardes —saludó el recepcionista—. ¿Tiene reservación?
—Sí, el señor Volkov me espera.
—Por supuesto —el hombre hizo un gesto con la mano y una mesera se acercó a ellos—. El señor Volkov ya está aquí. Sígala, por favor. Ella la llevará a su mesa.
Serena asintió y caminó detrás de la mujer.
Mientras atravesaba el restaurante se sintió como una oveja dirigiéndose al matadero. Aun así, caminó con la frente en alto y mantuvo una expresión relajada en el rostro. Vio a Kassio mucho antes de que llegaran y su determinación flaqueó.
Kassio Volkov se veía mucho más intimidante en persona. Cuando él alzó la mirada y sus ojos se encontraron, casi se dio la vuelta para salir huyendo. Tenía el presentimiento de que su plan no iba a resultar, pero no iba a rendirse sin intentarlo.
Pese a su batalla interior, le dio una sonrisa confiada, que él no correspondió.
La mesera le señaló la mesa y se retiró con una leve inclinación de cabeza.
—Señor Volkov —saludó y estiró la mano.
—Señorita Castelli. —El hombre tomó su mano y le dio un apretón rápido. Luego le hizo la silla hacia atrás para que ella se sentara.
—Es un placer conocerlo en persona, creí que tendría que reunirme con su secretaria.
Serena levantó la carta y fingió leer el menú. Sintió los ojos de Kassio en ella por un buen rato antes de que se atreviera a mirarlo. Era difícil saber que pasaba por su mente, su rostro era inexpresivo.
—¿Entonces? ¿Todavía me encuentra adecuada para ser su esposa o ha cambiado de opinión después de verme?
Debería tener más cuidado con lo que decía, pero nunca había sido muy buena para controlar lo que salía de su boca.
—¿Ha decidido que va a pedir? —preguntó él, en lugar de responderle.
Asintió.
Kassio alzó una mano para llamar a la camarera. Los dos ordenaron sus comidas y Kassio pidió también una botella de vino.
—Señor Volkov… —comenzó a decir en cuanto volvieron a estar a solas, pero fue interrumpida por el celular de su cita.
—Un momento —dijo Kassio y contestó su celular.
Serena bebió un sorbo de agua para aclararse la garganta y observó a Volkov, aprovechando que él estaba distraído con su llamada. Él iba muy bien arreglado. Su cabello rubio totalmente corto, el traje hecho a medida y un reloj caro en la muñeca izquierda.
No se molestó en desviar la mirada cuando él terminó la llamada.
—¿Trabajo? —preguntó por simple cortesía.
—Así es.
No había duda de que era un hombre de pocas palabras.
—Por cierto, deberías comenzar a llamarme por mi nombre —parecía más una orden que una petición—. No es algo que se lo permito a cualquiera, pero dado nuestra… relación, sería raro si sigues usando mi apellido. Ahora, ¿qué es lo que querías decirme antes de que nos interrumpieran?
—Es sobre… —dijo, pero esta vez fue interrumpida por la mesera. Era como si todos estuvieran confabulados contra ella.
—¿Desean que llené sus copas?
—No es necesario —dijo Kassio y después de despedir a la mesera, él mismo se encargó de llenar sus copas.
«Es ahora o nunca», pensó.
—Iré al grano. No estoy de acuerdo con este compromiso. No lo conozco y usted tampoco a mí.
Kassio levantó su copa y la meció, luego inhaló la fragancia del vino y le dio un sorbo.
—Supongo que sus padres no saben qué iba a decirme esto.
Se mordió la mejilla interior. Si su madre se enteraba que había tratado de arruinar sus planes, estaría molesta y quién sabe lo que podría hacer.
—Descuide, no les diré que intentó romper nuestro acuerdo.
Sonrió sinceramente, por primera vez.
—Entonces, ¿piensa igual que yo?
—Jamás dije eso.
Su entusiasmo desapareció tan rápido como había aparecido.
—¿Qué diablos? —preguntó entre dientes—. ¿Acaso no le parece anticuado casarse con una extraña?
—No podía importarme menos. Usted o cualquier otra, siempre supe que llegado el momento tendría que sentar cabeza y seguir lo que demanda la tradición, y creo que usted también lo sabía.
Nunca había conocido a un ser tan frío. ¿Y se suponía que tenía que atar su vida a él de por vida?
—Escucha, Serena. Esto no es más que una mera transacción comercial para mí. Asumiré el mando de mi empresa en un año y tengo que dar cierta imagen. No tengo tiempo para salir en busca de una esposa, así que esto me viene muy bien. Mi madre dijo que eres la candidata perfecta.
—Qué honor —comentó bebiendo un trago de vino, solo agua no iba a bastar para soportar aquella absurda situación.
—Esto no tiene por qué ser complicado. Firmaremos el acta de matrimonio, me darás un heredero y después cada quien hará lo que quiera con su vida. No me importa lo que hagas en tu tiempo libre, siempre y cuando seas precavida, y no te inmiscuirás en mis asuntos.
—¿Así que seré un vientre de alquiler glorificado?
—Solo que usted podrá criar a nuestro hijo.
Era demasiado cínico.
Quería abofetearlo.
—Oh, genial. Esto solo se pone mejor —dijo con ironía. Ya no tenía por qué contenerse en vista que él no iba a ser de ayuda.
Estaba jodid@. Total y completamente jodid@.
—Salud por eso —dijo con una sonrisa engañosamente dulce y levantó su copa al aire. Luego bebió el contenido restante de un solo trago—. Creo que necesitaré algo más fuerte —musitó. Se levantó y tomó su cartera—. Que disfrute de su comida, creo que perdí el apetito. Estaré esperando la llamada de su secretaria para nuestra próxima salida, seguro será tan interesante como esta.
Se dio la vuelta y se las arregló para salir de allí sin derrumbarse. Sentía las piernas débiles y una cadena alrededor del cuello que se apretaba cada vez más hasta casi dejarla sin aire. Estaría atrapada por el resto de su vida junto a un hombre al que no podía importarle menos si se casaba con ella o con cualquier otra mientras le diera lo que quería.
Regresar a casa y encontrarse con su madre no le apetecía ni un poco y tampoco podía ir a un bar, así que condujo hasta el departamento de Vincenzo. Sabía que él no estaría allí a esas horas y que no regresaría hasta más tarde. Él le había dado una llave para cualquier emergencia y los guardias la conocían. Poco le importo que su madre podría verlo como un desafío directo a sus órdenes. Lidiaría con las consecuencias después.
—Puede irse a la mierd@ —dijo lanzando su cartera al sillón. Estaba fuera de sí.
Se retiró los tacones y fue directo a la vitrina donde Vincenzo guardaba sus bebidas. Cogió una de las botellas de lo que parecía whisky y un vaso. Después se sentó en la sala y se sirvió su primer vaso. Hizo una mueca de desagrado cuando el licor bajó por su garganta, pero pronto se fue acostumbrando.
Cuando Vincenzo llegó más tarde, la encontró durmiendo en el sofá con el maquillaje corrido y el cabello desordenado. La botella de whisky estaba en el suelo, al igual que el vaso.
—Serena —la llamó mientras la sacudía por un hombro con suavidad—. Cariño.
Serena no se movió, ni dio alguna respuesta, así que se dio por vencido. La levantó y la llevó hasta la habitación de invitados.
Estaba preocupado por ella. Se preguntó que la había llevado a acabar con media botella de whisky.
Sin poder contenerse, estiró la mano y acarició su rostro. Era imposible resistirse a tocarla, la mayoría del tiempo tenía que hacer un esfuerzo sobre humano para mantener sus manos para el mismo.
Dos días después de encontrar a Serena inconsciente en su departamento, Vincenzo descubrió el motivo por el cual ella había estado actuando extraño. “El magnate ruso Kassio Volkov y la única heredera de la fortuna Castelli están comprometidos”. Y allí, justo debajo de aquel estúpido titular, había una foto de ambos en un restaurante. Se le revolvió el estómago, pero como el masoquista que era, agrandó la imagen. Serena se veía tan hermosa como siempre y una sonrisa adornaba su rostro. No podría decir con exactitud cuánto tiempo se quedó mirando la foto hasta que se armó de valor para leer el artículo. Quería creer que lo que se decía en aquella revista era una mentira, pero en el fondo supo que no lo era. Su primer impulso fue tomar su celular y llamar a Serena para comprobarlo, pero no estaba en condiciones de hablar con ella en ese mismo momento. No quería decir algo con lo que pudiera herirla. Sus sentimientos eran algo que él debía manejar. Al fin entendía por qué ella había
—¿Quieres algo de beber? —Una taza de café, por favor. Vincenzo asintió y se acercó a la cafetera. Se sirvió otra taza para él. Iba a necesitar algo más fuerte para lidiar con la conversación que se avecinaba, pero de solo pensar en beber alcohol se le revolvía el estómago. Había tenido suficiente el día anterior cuando casi arrasó con la mitad de su bar. La cabeza todavía le dolía un poco y no había podido levantarse de la cama hasta cerca del mediodía. Se sentó frente a Serena y el silencio reinó en la cocina mientras los dos tomaban su café. —¿Es cierto? —preguntó, aparentando una tranquilidad que no se sentía. Serena no respondió de inmediato y su pulso se aceleró. —¿Así que ya te enteraste? Que ella no lo negara fue suficiente respuesta. —Mi hermana leyó las buenas nuevas en el internet. —Sonrió como si todo aquello no lo molestara. —Oh. —No sabía que estabas saliendo con alguien. ¿Por qué no me lo dijiste? —Intentó mantener el dolor fuera de su voz. —Lamento no hab
Serena lo odiaba. Odiaba cada detalle de su despampanante y largo vestido de novia. No era horrible, todo lo contrario, habría sido perfecto si fuera para alguien más. El corte hacía que sus hombros parecieran más anchos de lo que eran y la parte de abajo la hacía ver demasiado cuadrada.—¡Te ves preciosa! —exclamó su madre limpiándose un par de lágrimas imaginarias—. Es el vestido perfecto.No, no lo era. Aun así, se veía obligada a usarlo, así como se veía obligada a casarse con un hombre al que no quería.Su madre y la madrastra de Kassio habían escogido aquel vestido. Elegante y sobrio, habían sido las palabras de la matriarca de la familia Volkov. La señora Nastia Volkova era una mujer severa y con una expresión tan pétrea como la de un cadáver. Ellas también se habían encargado de cada detalle de la boda mientras Serena se había limitado a asentir en acuerdo. Aunque la mayoría del tiempo no había estado prestando atención. De todas formas, nadie la habría escuchado si quería c
Serena despertó gracias al incesante sonido de su celular. Estaba hecha un desastre. Su cabeza martillaba como si alguien estuviera trabajando con un taladro en el interior y aquel maldito sonido solo empeoraba su situación.Se cubrió la cabeza con la almohada e intentó ignorar a quien sea que la estuviera llamando. Se tendría que cansar en algún momento.—Al fin —musitó, cuando el ruido se detuvo. Su alivio no duró demasiado porque su celular empezó a sonar otra vez.Era obvio que no pensaban dejar en paz. Soltó un resoplido y buscó el endemoniado aparto sin atreverse a abrir los ojos.—¿Hola? —contestó de mala gana. —¿Dónde te has metido? —Su madre no se escuchaba nada contenta, no es que alguna vez lo hiciera.—Estoy en mi habitación.—¡Déjate de estupideces! ¿Dónde estás?Habría sonreído al escuchar a su madre romper una de sus tontas reglas, de no ser porque su cabeza resintió la estridente voz. —Deja de gritar. Te dije que en mi… —Se calló al abrir los ojos y darse cuenta que
Decirle a una de las personas más importantes en su vida que amaba a Kassio había sido difícil la primera vez, hacerlo una segunda vez iba a ser imposible.—¿Lo amas o no? —insistió Vincenzo.—Yo… No es tan simple.—¿Así que es cierto?Vincenzo la soltó y se paseó por la habitación. —¿Qué cosa?Él se detuvo y pasó una mano por su cabello, desordenándolo.—Ahora todo tiene sentido. —Vincenzo la miró—. Tu relación tan repentina y tu rápido compromiso. Por eso te embriagaste ese día en mi departamento. Tú no querías casarte, pero, por alguna extraña razón que escapa de mi comprensión, tuviste que aceptar. —¿Cómo te enteraste?—¿Estoy en lo correcto? —preguntó él, en lugar de responder.—Sí, pero nada cambia ahora que sabes la verdad.—¿Por qué no me lo contaste? Te habría ayudado.—Es difícil de explicar. —Lo dejaré estar por ahora, pero volveremos a ello más tarde. Hay cosas más importantes que hacer en este momento.—¿De qué hablas?—Tenemos que salir de aquí antes de que tu madre r
—¡Woah! —Sienna golpeó su timón—. Eso sí que estuvo divertido. —Su hermana los miró por el espejo retrovisor—. ¿No lo creen? —Ojos al frente. —Vincenzo se giró hacia Serena para asegurarse que no le había dado un colapso después de lo cerca que habían estado de quedar atrapados—. ¿Estás bien? —tomó su mano y le dio un apretón. —Sí. Eso estuvo cerca. —Demasiado. Su auto había pasado rozando las puertas de metal. Habían perdido un espejo y estaba seguro que la pintura había sufrido algunos daños. Lo importante es que habían logrado escapar, podía mandar a arreglar su auto después. —Deberíamos hacer esto otra vez. Aunque quizás algo de planeación no nos vendría mal. Serena soltó una carcajada. —No haremos esto otra vez —declaró Vincenzo. —Aburrido. Entonces, ¿a dónde vamos? —A mi departamento. —Será el primer lugar donde los buscaran. —Eso es seguro, pero necesito recoger algunas cosas y Serena necesita quitarse ese vestido. —No puedo creer que hicimos esto. —Serena sacud
—De todos los hombres posibles, ¿debías robarle la novia a Volkov? —preguntó Giovanni con un brillo de diversión en los ojos. —Yo no le robé nada —respondió Vincenzo, molesto. Serena nunca había sido de Volkov y nunca lo sería. —Cuestión de perspectiva —intervino Antonella, la gemela de Sienna. —Niños —reprochó su madre y ambos se quedaron en silencio. —Kassio es un muchacho justo —intervino su padre—, pero algo rígido y orgulloso. Se tomará esto como una ofensa. Solo su padre podía llamar muchacho a alguien como Volkov. —Lamento haberlos metido en este problema —se disculpó Serena. —Esto no es tu culpa —dijo Giovanni—. Sino de mi hermano por no actuar antes. Quizás si él… —Giovanni —interrumpió y le envió un mensaje con la mirada esperando que él lo entendiera. —Oh, ya veo. —Su hermano sacudió la cabeza. —Vincenzo no tiene la culpa de nada, de no ser por él, habría terminado casada con alguien a quien apenas conozco —declaró Serena—. Mis padres me estaban obligando y ahor
Serena despertó con la respiración agitada y el corazón latiendo desbocado. La sensación de miedo e impotencia aun persistía.Estiró el brazo para encender la lámpara. Tardó unos segundos en recordar donde estaba y que no había ninguna lámpara junto a su cama.Buscó su celular y encendió la linterna. La oscuridad nunca le había asustado, pero cada vez que tenía alguna pesadilla, necesitaba cerciorarse que no estaba de regreso en la habitación que sus padres la habían encerrado más de una vez.Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había sufrido de pesadillas, era probable que se debieran a los sucesos recientes habían despertado.Se quedó en cama unos minutos, intentando conciliar el sueño otra vez, pero, cuando se dio cuenta que eso no iba a pasar, se levantó y se dirigió hacia la puerta.En el pasadizo miró la puerta de la habitación Vincenzo y consideró llamar. Levantó la mano, pero la volvió a bajar. No parecía bien molestarlo por una pesadilla, en especial después de t