Serena se lanzó a los brazos de Vincenzo en cuanto lo vio y él la envolvió sin que tuviera necesidad de pedírselo. Respiró profundamente y su familiar aroma la reconfortó. Durante unos segundos casi se olvidó del giro drástico que había dado su vida.
Sintiéndose un poco mejor, retrocedió y le dio una sonrisa brillante.
—¿Nos vamos?
—¿Está todo bien?
—Sí.
Él la miró con incredulidad, pero no dijo nada más. Nunca la presionaba para hablar, solo esperaba hasta que ella se sintiera lista.
Vincenzo era su lugar seguro, esa persona a la que podía acudir si las cosas se ponían mal. Pero había cosas que Serena no sabía si algún día tendría el valor de confiarle. No solo porque no tenía sentido cargarlo con sus problemas cuando probablemente no había nada que pudiera hacer para ayudarla, sino también porque le daba vergüenza admitir el desastre que era su familia.Comparada con la suya, la familia de su amigo era todo lo contrario. La madre de Vincenzo era un tan linda y amable que más de una vez pensó en ella como un ángel y su padre… bueno, él amaba a su esposa y a sus hijos.
Vincenzo se hizo a un lado y le abrió la puerta.
—Antes de ir a mi departamento nos detendremos a hacer compras. Revisé mi alacena ayer en la noche y me encontré que solo me queda una lata de conservas.
—No puedo creerlo —dijo, fingiendo indignación—. Este era tu plan desde el inicio ¿verdad? No me invitaste porque querías verme, solo estabas buscando a alguna ingenua víctima que te ayudara a hacer los deberes. ¿También me pedirás ayudarte a ordenar tu departamento?
—Depende, estarías dispuesta a hacerlo.
—Vincenzo —se cruzó de brazos y le dio una mirada severa.
Él soltó una carcajada.
—Descuida, pecas, ya me encargué de eso.
Rodó los ojos. Por supuesto, él lo había hecho. No conocía persona más ordenada que su amigo. De los dos, Serena era la desordenada.
Observó el semblante relajado de su amigo. Pasar tiempo con él era justo lo que necesitaba para sobrellevar lo que estaba sucediendo en su vida.
Sin poder evitarlo, pensó en las palabras de su madre. Aunque odiara aceptarlo, ella tenía razón en algo. Si se casaba, no podría continuar su amistad con Vincenzo. Quizás no conocía Kassio aun, pero no creía que le hiciera mucha gracia que su esposa pase tiempo con otro hombre.
—Y es por eso que no puedo a casarme —susurró. Había tenido demasiado de personas diciéndole que hacer y qué no. No iba a aguantarlo por el resto de su vida.
—¿Dijiste algo? —preguntó Vincenzo, mirándola de reojo.
Él se había dado cuenta de que algo sucedía con Serena tan pronto la vio. Y su continuo silencio, desde que se alejaron de su casa, solo se lo confirmó. Usualmente, Serena tenía mucho que decir.
—Solo estaba pensando en voz alta.
—Hoy estás más rara de lo normal.
—No soy rara.
—Sí, sí, lo que tú digas.
Ella le dio un golpe en el hombro.
—Si sigues por ese camino, tendrás que encontrar a alguien más para que te haga compañía.
—Está bien, me guardaré mis pensamientos para mí.
—Buen chico. ¿Cómo va el trabajo? —preguntó ella.
Vincenzo soltó un suspiro. Había sido una semana especialmente tediosa.
—¿Asi de mal? ¿eh?
Él asintió y empezó a contarle sobre un caso de la beneficencia a la que él estaba ayudando.
Serena amaba escuchar a Vincenzo hablar sobre su trabajo. No es que estuviera pensando en estudiar leyes en algún futuro, si algún tenía la posibilidad de estudiar una carrera. Es solo que había algo emocionante en el brillo de sus ojos cuando hablaba de su trabajo. Al menos él podía hacer lo que quería.
—Esos ni siquiera te gustan —comentó Serena cuando Vincenzo colocó algunos paquetes de dulces en el coche de compras.
—Y aun así llevó comprándolos para una ladrona desde hace tiempo —respondió él como si no fuera nada importante—. Además, los meterás en el coche mientras crees que no te veo.Soltó una carcajada, él estaba en lo cierto. Las golosinas eran su debilidad, aunque en su casa nunca podía comerlas.
—¿Hay algo más que quieras?
—Hombre, jamás debiste preguntar. —Serena tomó diferentes variedades de chocolates y los metió en la cesta.
Serena se ofreció a pagar por sus cosas cuando llegaron a caja, pero Vincenzo actuó como si ella no hubiera hablado.
—La próxima vez pagaré yo.
—Por supuesto.
—Eres un mal mentiroso.
—No tienes idea, pecas. —Él le dio una mirada extraña y luego volvió su atención a las compras mientras las terminaba de acomodar en su auto.
El día en compañía de Vincenzo pasó más rápido de lo que le habría gustado. En todo momento Serena actuó como si todo en su vida fuera perfecto y, casi se olvidó, de su maldit0 compromiso.
—¿Aun estás despierta? —preguntó Vincenzo cuando los créditos de la película empezaron a pasar.
—Mmhhm…
—¿Ya piensas decirme que es lo que te tiene preocupada?
Serena en serio quería hacerlo. Él era la única persona con la que podía compartir sus preocupaciones y miedos, pero ni siquiera ella se había hecho a la idea aun de que sus padres la habian comprometido y tenía ese miedo absurdo que sería de verdad real en cuanto lo dijera en voz alta.
—Yo… Voy a extrañar estos días —dijo, sin pensar.
Vincenzo frunció el ceño.
—¿Planeas ir a algún lugar? —Él se tensó con la sola idea de que ella se marchara.
—No, pero sabes que algún día seguiremos con nuestras vidas. Encontraremos a alguien con quien querremos estar por el resto de nuestras vidas y entonces dejaremos de pasar tiempo juntos. Quizás una reunión esporádica y eso será todo.
A Vincenzo se le ocurrió una única razón por la que ella le estaba diciendo aquello y le asustaba preguntar para confirmar sus sospechas.
—¿Conociste a alguien?
Su respuesta no llegó porque el celular de Serena los interrumpió y la falta de respuesta fue mucho peor que si ella hubiera afirmado.
—Es mi mamá, quiere que regrese pronto.
Durante el trayecto a casa de Serena, ninguno de los dos dijo nada. Vincenzo estaba demasiado perdido en sus pensamientos como para intentar entablar una conversación y Serena parecía estar en la misma situación.
—Hasta pronto —dijo ella en cuanto se detuvieron frente a su casa y agarró la manija de la puerta, lista para salir.
Vincenzo la tomó de la otra mano para detenerla y ella se giró. La miró a los ojos y deseó que pudiera ver todo lo que sentía por ella. Pensó en decírselo él mismo, pero, otra vez, no lo hizo.
—No importa lo que suceda en el futuro, seguiré aquí —dijo, en su lugar. Luego la tomó de las mejillas y le dio un beso en la frente—. Buenas noches.
—Buenas noches. —Ella le dio una sonrisa que no llegó a sus ojos y se bajó del auto.
Vincenzo la observó alejarse, con una sensación de inquietud en el pecho.
Serena soltó un suspiro cuando escuchó el ruido del auto de Vincenzo alejarse. Deseó tanto poder regresar con él y pedirle que la llevara lejos, pero jamás lo había arrastrado a sus problemas y no pensaba comenzar a hacerlo.
Encontró a su madre en la sala. Estaba leyendo una revista, pero ella la puso a un lado cuando la vio.
—Ya era hora de que llegaras.
No estaba de humor para enfrentarse a su madre, se sentía demasiado débil.
—Estaré en mi habitación —dijo y comenzó a alejarse.
—¿Le hablaste a Vincenzo sobre tu compromiso?
Se detuvo al escucharla. Los segundos pasaron y no respondió.
—No lo hiciste —continuó su madre—. Deberías hacerlo. Solo asegúrate de no decirle los motivos. Ante los ojos del resto te casarás por amor.
Se giró, tan rápido como pudo, para confrontarla. Unos segundos, solo eso le había tomado destruir la poca paz que había conseguido con Vincenzo.
—¡Entonces, no solo tendré que casarme con un total desconocido! ¡¿También tendré que mentirle a mi mejor amigo, la única persona que se preocupa por mí?!
Su madre inclinó la cabeza hacia un lado y sonrió.
—¿Preocuparse por ti? Eres tan ingenua, siempre crédula. Él ha permanecido a tu lado porque es lo que le conviene.
—Él es mi amigo y no quiere nuestro dinero, su familia tiene su propia fortuna.
—Dinero nuevo. Te necesita para mejorar su estatus y tu pareces más que dispuesta a dárselo en bandeja de plata. Como dije, ingenua.
Una y otra vez su madre la había hecho dudar de las intenciones de todo el mundo. Tenía esa manera especial de meterse en tu cabeza y retorcer las cosas hasta dañarlas.
Serena apoyó la frente en el volante de su auto y maldijo en un susurro. No era el momento para tener una crisis y aun así sentía como era incapaz de controlar sus emociones. Todo a su alrededor dejó de existir y sintió una opresión en el pecho que le dificulto respirar. Tomó una respiración profunda y luego soltó todo el aire. Repitió el mismo proceso hasta que comenzó a sentirse otra vez en control.Levantó la cabeza y se miró en el espejo retrovisor para comprobar su cabello y su maquillaje, había necesitado de una buena cantidad para tapar las ojeras alrededor de sus ojos. No había dormido casi nada en las dos últimas semanas.—Puedo hacer esto —se dijo y se obligó a sonreír.Bajó del coche y se dirigió al restaurante que estaba cruzando la pista.La secretaria de Kassio la había contactado un par de días atrás para coordinar el lugar y hora en la que se reuniría con Kassio.Sacudió la cabeza. Su supuesto futuro marido, ni siquiera se había molestado en llamarla en persona. —S
Dos días después de encontrar a Serena inconsciente en su departamento, Vincenzo descubrió el motivo por el cual ella había estado actuando extraño. “El magnate ruso Kassio Volkov y la única heredera de la fortuna Castelli están comprometidos”. Y allí, justo debajo de aquel estúpido titular, había una foto de ambos en un restaurante. Se le revolvió el estómago, pero como el masoquista que era, agrandó la imagen. Serena se veía tan hermosa como siempre y una sonrisa adornaba su rostro. No podría decir con exactitud cuánto tiempo se quedó mirando la foto hasta que se armó de valor para leer el artículo. Quería creer que lo que se decía en aquella revista era una mentira, pero en el fondo supo que no lo era. Su primer impulso fue tomar su celular y llamar a Serena para comprobarlo, pero no estaba en condiciones de hablar con ella en ese mismo momento. No quería decir algo con lo que pudiera herirla. Sus sentimientos eran algo que él debía manejar. Al fin entendía por qué ella había
—¿Quieres algo de beber? —Una taza de café, por favor. Vincenzo asintió y se acercó a la cafetera. Se sirvió otra taza para él. Iba a necesitar algo más fuerte para lidiar con la conversación que se avecinaba, pero de solo pensar en beber alcohol se le revolvía el estómago. Había tenido suficiente el día anterior cuando casi arrasó con la mitad de su bar. La cabeza todavía le dolía un poco y no había podido levantarse de la cama hasta cerca del mediodía. Se sentó frente a Serena y el silencio reinó en la cocina mientras los dos tomaban su café. —¿Es cierto? —preguntó, aparentando una tranquilidad que no se sentía. Serena no respondió de inmediato y su pulso se aceleró. —¿Así que ya te enteraste? Que ella no lo negara fue suficiente respuesta. —Mi hermana leyó las buenas nuevas en el internet. —Sonrió como si todo aquello no lo molestara. —Oh. —No sabía que estabas saliendo con alguien. ¿Por qué no me lo dijiste? —Intentó mantener el dolor fuera de su voz. —Lamento no hab
Serena lo odiaba. Odiaba cada detalle de su despampanante y largo vestido de novia. No era horrible, todo lo contrario, habría sido perfecto si fuera para alguien más. El corte hacía que sus hombros parecieran más anchos de lo que eran y la parte de abajo la hacía ver demasiado cuadrada.—¡Te ves preciosa! —exclamó su madre limpiándose un par de lágrimas imaginarias—. Es el vestido perfecto.No, no lo era. Aun así, se veía obligada a usarlo, así como se veía obligada a casarse con un hombre al que no quería.Su madre y la madrastra de Kassio habían escogido aquel vestido. Elegante y sobrio, habían sido las palabras de la matriarca de la familia Volkov. La señora Nastia Volkova era una mujer severa y con una expresión tan pétrea como la de un cadáver. Ellas también se habían encargado de cada detalle de la boda mientras Serena se había limitado a asentir en acuerdo. Aunque la mayoría del tiempo no había estado prestando atención. De todas formas, nadie la habría escuchado si quería c
Serena despertó gracias al incesante sonido de su celular. Estaba hecha un desastre. Su cabeza martillaba como si alguien estuviera trabajando con un taladro en el interior y aquel maldito sonido solo empeoraba su situación.Se cubrió la cabeza con la almohada e intentó ignorar a quien sea que la estuviera llamando. Se tendría que cansar en algún momento.—Al fin —musitó, cuando el ruido se detuvo. Su alivio no duró demasiado porque su celular empezó a sonar otra vez.Era obvio que no pensaban dejar en paz. Soltó un resoplido y buscó el endemoniado aparto sin atreverse a abrir los ojos.—¿Hola? —contestó de mala gana. —¿Dónde te has metido? —Su madre no se escuchaba nada contenta, no es que alguna vez lo hiciera.—Estoy en mi habitación.—¡Déjate de estupideces! ¿Dónde estás?Habría sonreído al escuchar a su madre romper una de sus tontas reglas, de no ser porque su cabeza resintió la estridente voz. —Deja de gritar. Te dije que en mi… —Se calló al abrir los ojos y darse cuenta que
Decirle a una de las personas más importantes en su vida que amaba a Kassio había sido difícil la primera vez, hacerlo una segunda vez iba a ser imposible.—¿Lo amas o no? —insistió Vincenzo.—Yo… No es tan simple.—¿Así que es cierto?Vincenzo la soltó y se paseó por la habitación. —¿Qué cosa?Él se detuvo y pasó una mano por su cabello, desordenándolo.—Ahora todo tiene sentido. —Vincenzo la miró—. Tu relación tan repentina y tu rápido compromiso. Por eso te embriagaste ese día en mi departamento. Tú no querías casarte, pero, por alguna extraña razón que escapa de mi comprensión, tuviste que aceptar. —¿Cómo te enteraste?—¿Estoy en lo correcto? —preguntó él, en lugar de responder.—Sí, pero nada cambia ahora que sabes la verdad.—¿Por qué no me lo contaste? Te habría ayudado.—Es difícil de explicar. —Lo dejaré estar por ahora, pero volveremos a ello más tarde. Hay cosas más importantes que hacer en este momento.—¿De qué hablas?—Tenemos que salir de aquí antes de que tu madre r
—¡Woah! —Sienna golpeó su timón—. Eso sí que estuvo divertido. —Su hermana los miró por el espejo retrovisor—. ¿No lo creen? —Ojos al frente. —Vincenzo se giró hacia Serena para asegurarse que no le había dado un colapso después de lo cerca que habían estado de quedar atrapados—. ¿Estás bien? —tomó su mano y le dio un apretón. —Sí. Eso estuvo cerca. —Demasiado. Su auto había pasado rozando las puertas de metal. Habían perdido un espejo y estaba seguro que la pintura había sufrido algunos daños. Lo importante es que habían logrado escapar, podía mandar a arreglar su auto después. —Deberíamos hacer esto otra vez. Aunque quizás algo de planeación no nos vendría mal. Serena soltó una carcajada. —No haremos esto otra vez —declaró Vincenzo. —Aburrido. Entonces, ¿a dónde vamos? —A mi departamento. —Será el primer lugar donde los buscaran. —Eso es seguro, pero necesito recoger algunas cosas y Serena necesita quitarse ese vestido. —No puedo creer que hicimos esto. —Serena sacud
—De todos los hombres posibles, ¿debías robarle la novia a Volkov? —preguntó Giovanni con un brillo de diversión en los ojos. —Yo no le robé nada —respondió Vincenzo, molesto. Serena nunca había sido de Volkov y nunca lo sería. —Cuestión de perspectiva —intervino Antonella, la gemela de Sienna. —Niños —reprochó su madre y ambos se quedaron en silencio. —Kassio es un muchacho justo —intervino su padre—, pero algo rígido y orgulloso. Se tomará esto como una ofensa. Solo su padre podía llamar muchacho a alguien como Volkov. —Lamento haberlos metido en este problema —se disculpó Serena. —Esto no es tu culpa —dijo Giovanni—. Sino de mi hermano por no actuar antes. Quizás si él… —Giovanni —interrumpió y le envió un mensaje con la mirada esperando que él lo entendiera. —Oh, ya veo. —Su hermano sacudió la cabeza. —Vincenzo no tiene la culpa de nada, de no ser por él, habría terminado casada con alguien a quien apenas conozco —declaró Serena—. Mis padres me estaban obligando y ahor