Serena lo odiaba. Odiaba cada detalle de su despampanante y largo vestido de novia. No era horrible, todo lo contrario, habría sido perfecto si fuera para alguien más. El corte hacía que sus hombros parecieran más anchos de lo que eran y la parte de abajo la hacía ver demasiado cuadrada.—¡Te ves preciosa! —exclamó su madre limpiándose un par de lágrimas imaginarias—. Es el vestido perfecto.No, no lo era. Aun así, se veía obligada a usarlo, así como se veía obligada a casarse con un hombre al que no quería.Su madre y la madrastra de Kassio habían escogido aquel vestido. Elegante y sobrio, habían sido las palabras de la matriarca de la familia Volkov. La señora Nastia Volkova era una mujer severa y con una expresión tan pétrea como la de un cadáver. Ellas también se habían encargado de cada detalle de la boda mientras Serena se había limitado a asentir en acuerdo. Aunque la mayoría del tiempo no había estado prestando atención. De todas formas, nadie la habría escuchado si quería c
Serena despertó gracias al incesante sonido de su celular. Estaba hecha un desastre. Su cabeza martillaba como si alguien estuviera trabajando con un taladro en el interior y aquel maldito sonido solo empeoraba su situación.Se cubrió la cabeza con la almohada e intentó ignorar a quien sea que la estuviera llamando. Se tendría que cansar en algún momento.—Al fin —musitó, cuando el ruido se detuvo. Su alivio no duró demasiado porque su celular empezó a sonar otra vez.Era obvio que no pensaban dejar en paz. Soltó un resoplido y buscó el endemoniado aparto sin atreverse a abrir los ojos.—¿Hola? —contestó de mala gana. —¿Dónde te has metido? —Su madre no se escuchaba nada contenta, no es que alguna vez lo hiciera.—Estoy en mi habitación.—¡Déjate de estupideces! ¿Dónde estás?Habría sonreído al escuchar a su madre romper una de sus tontas reglas, de no ser porque su cabeza resintió la estridente voz. —Deja de gritar. Te dije que en mi… —Se calló al abrir los ojos y darse cuenta que
Decirle a una de las personas más importantes en su vida que amaba a Kassio había sido difícil la primera vez, hacerlo una segunda vez iba a ser imposible.—¿Lo amas o no? —insistió Vincenzo.—Yo… No es tan simple.—¿Así que es cierto?Vincenzo la soltó y se paseó por la habitación. —¿Qué cosa?Él se detuvo y pasó una mano por su cabello, desordenándolo.—Ahora todo tiene sentido. —Vincenzo la miró—. Tu relación tan repentina y tu rápido compromiso. Por eso te embriagaste ese día en mi departamento. Tú no querías casarte, pero, por alguna extraña razón que escapa de mi comprensión, tuviste que aceptar. —¿Cómo te enteraste?—¿Estoy en lo correcto? —preguntó él, en lugar de responder.—Sí, pero nada cambia ahora que sabes la verdad.—¿Por qué no me lo contaste? Te habría ayudado.—Es difícil de explicar. —Lo dejaré estar por ahora, pero volveremos a ello más tarde. Hay cosas más importantes que hacer en este momento.—¿De qué hablas?—Tenemos que salir de aquí antes de que tu madre r
—¡Woah! —Sienna golpeó su timón—. Eso sí que estuvo divertido. —Su hermana los miró por el espejo retrovisor—. ¿No lo creen? —Ojos al frente. —Vincenzo se giró hacia Serena para asegurarse que no le había dado un colapso después de lo cerca que habían estado de quedar atrapados—. ¿Estás bien? —tomó su mano y le dio un apretón. —Sí. Eso estuvo cerca. —Demasiado. Su auto había pasado rozando las puertas de metal. Habían perdido un espejo y estaba seguro que la pintura había sufrido algunos daños. Lo importante es que habían logrado escapar, podía mandar a arreglar su auto después. —Deberíamos hacer esto otra vez. Aunque quizás algo de planeación no nos vendría mal. Serena soltó una carcajada. —No haremos esto otra vez —declaró Vincenzo. —Aburrido. Entonces, ¿a dónde vamos? —A mi departamento. —Será el primer lugar donde los buscaran. —Eso es seguro, pero necesito recoger algunas cosas y Serena necesita quitarse ese vestido. —No puedo creer que hicimos esto. —Serena sacud
—De todos los hombres posibles, ¿debías robarle la novia a Volkov? —preguntó Giovanni con un brillo de diversión en los ojos. —Yo no le robé nada —respondió Vincenzo, molesto. Serena nunca había sido de Volkov y nunca lo sería. —Cuestión de perspectiva —intervino Antonella, la gemela de Sienna. —Niños —reprochó su madre y ambos se quedaron en silencio. —Kassio es un muchacho justo —intervino su padre—, pero algo rígido y orgulloso. Se tomará esto como una ofensa. Solo su padre podía llamar muchacho a alguien como Volkov. —Lamento haberlos metido en este problema —se disculpó Serena. —Esto no es tu culpa —dijo Giovanni—. Sino de mi hermano por no actuar antes. Quizás si él… —Giovanni —interrumpió y le envió un mensaje con la mirada esperando que él lo entendiera. —Oh, ya veo. —Su hermano sacudió la cabeza. —Vincenzo no tiene la culpa de nada, de no ser por él, habría terminado casada con alguien a quien apenas conozco —declaró Serena—. Mis padres me estaban obligando y ahor
Serena despertó con la respiración agitada y el corazón latiendo desbocado. La sensación de miedo e impotencia aun persistía.Estiró el brazo para encender la lámpara. Tardó unos segundos en recordar donde estaba y que no había ninguna lámpara junto a su cama.Buscó su celular y encendió la linterna. La oscuridad nunca le había asustado, pero cada vez que tenía alguna pesadilla, necesitaba cerciorarse que no estaba de regreso en la habitación que sus padres la habían encerrado más de una vez.Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había sufrido de pesadillas, era probable que se debieran a los sucesos recientes habían despertado.Se quedó en cama unos minutos, intentando conciliar el sueño otra vez, pero, cuando se dio cuenta que eso no iba a pasar, se levantó y se dirigió hacia la puerta.En el pasadizo miró la puerta de la habitación Vincenzo y consideró llamar. Levantó la mano, pero la volvió a bajar. No parecía bien molestarlo por una pesadilla, en especial después de t
Vincenzo se disculpó con Serena para contestar su teléfono. Era su segundo día y a diferencia del día anterior que se habían quedado dentro. Ese día habían pasado la mañana recorriendo el campo y después del almuerzo se habían acomodado en el porche. Él con su computadora para ver algunos temas de trabajo de los que no podía escapar y Serena había conseguido un libro. —Papá —saludó caminando lejos de la casa. —¿Cómo van las cosas por allí? Miró hacia Serena. Se veía más descansada que el día anterior. Él, por otro lado, estaba agotado. Resistirse a su encanto estaba requiriendo de cada gramo de autocontrol que poseía. —Bien. Ella está más tranquila. —Me alegra saberlo, aunque yo tengo malas noticias. Los padres de Serena han presentado una denuncia en tu contra por secuestro. Alegaron que te la llevaste contra su voluntad de la boda y que, desde entonces, han intentado contactarla sin ningún éxito. La policía estuvo aquí hace poco, nos hicieron algunas preguntas. —¿Qué le dijist
Vincenzo habría hecho lo necesario para evitar que Serena pasara por aquel dolor, pero no podía cambiar el pasado, ahora solo podía asegurarse de que no se volviera a repetir. Iba a asegurarse de que sus padres no tuvieran oportunidad de lastimarla otra vez y les haría pagar por el daño infligido. ¿Cómo no había se había dado cuenta que había algo mal? Como su mejor amigo, debería haber sospechado algo. —Ven aquí. —Estiró la mano y espero que ella la tomara, luego la acercó y la acomodó en su regazo. Nunca la había sentido tan pequeña e indefensa en sus brazos como en ese momento. Era como si una ráfaga de viento pudiera derribarla si se descuidaba. Aun así, seguía pensando que era una de las mujeres más fuertes que había conocido. Había salido del infierno dispuesta a seguir luchando. —Lamento no haber estado allí para ayudarte —susurró y dejó un beso en su cabeza. —No es tu culpa. Si acaso, es gracias a ti que aún no me he rendido. Aun sin saberlo, me has dado la fuerza para no