Hyunjae se cambió rápidamente a su pijama, una cómoda pijama de ositos que había comprado en un impulso ya que venía en una pack de parejas como promoción especial, aunque nunca imaginó lo mucho que le agradaría usarla. Al regresar al comedor, la mesa ya estaba dispuesta, con la comida servida con esmero. Maggi lo esperaba, sentada tranquilamente, con una expresión de satisfacción al ver que había llegado a tiempo para cenar juntos.
Se sentó frente a ella, sintiendo una oleada de felicidad sin un motivo específico, simplemente porque estar con Maggi siempre lo hacía sentirse así, en paz. Tomó el primer bocado de pescado, notando cómo el sabor de las verduras se había impregnado en la carne tierna y jugosa, haciendo que cada bocado fuera una experiencia deliciosa. Las papas, doradas en los bordes y suaves por dentro, completaban el plato de manera perfe
Hyunjae se levantó temprano esa mañana, con el peso de la noticia aún fresco en su mente. El sol apenas comenzaba a filtrarse a través de las cortinas, llenando la habitación con una suave luz dorada. Maggi, todavía medio dormida, notó su inquietud cuando él se giró para mirarla.—¿Todo bien? —preguntó ella, su voz ronca por el sueño.Hyunjae suspiró y asintió, aunque su expresión lo delataba.—Maggi, tengo que contarte algo, —comenzó, mientras se incorporaba para sentarse en la cama—. Me han asignado un trabajo importante, y tendré que salir del país en unos tres días.Maggi se despertó por completo ante esas palabras, y su corazón dio un vuelco. Aunque sabía que este tipo de situaciones eran comunes en su profesión, la idea de separarse, aunque solo fuera por unos d
Santiago Hernández, con su típico sombrerito blanco ligeramente inclinado hacia un lado, se recostaba en su silla, con un vaso en mano, observando a Hyunjae con una mirada sagaz y curiosa. Por otro lado Hyunjae con la mirada perdida momentáneamente en el vaso que sostenía, se permitía un breve respiro. Fue entonces cuando la voz de Santiago rompió la cómoda quietud.—Oye, Hyunjae, —dijo Santiago, con un tono que llevaba una mezcla de observación y camaradería—, he notado que desde que has llegado, estás diferente.Hyunjae, que justo en ese momento había levantado el baso a sus labios, se detuvo, mirándolo con sorpresa. No había esperado ser tan transparente ante el hombre mayor.—No le entiendo, Santiago, —respondió, bajando el vaso—, ¿a qué se refiere?El anciano cazador sonrió con astucia, como si est
Santiago había narrado su historia con una mezcla de resignación y orgullo, como quien acepta las cicatrices que la vida le ha dejado pero no se deja definir por ellas. Hyunjae, por otro lado, no podía evitar sentir una leve inquietud en el fondo de su mente. Se preguntaba si Santiago le había contado esa historia como una advertencia, una especie de premonición velada sobre el peligro de depositar demasiada fe en otra persona.—Bueno, ella no me va a hacer eso con toda seguridad, —dijo Hyunjae, rompiendo el silencio con un tono de voz tranquilo pero firme—. Así que puedes estar tranquilo.Santiago lo miró con una sonrisa cansada, sus ojos reflejando la sabiduría que solo los años de experiencia podían otorgar. El cazador mayor sacudió la cabeza ligeramente antes de responder.—Eh, chico, no te digo esto porque ella te va a hacer lo mismo que mi exesposa me hizo
Los cazadores, que se preparaban para la incursión, se habían tomado un momento para relajarse, para disfrutar de un respiro antes de enfrentarse al abismo que les esperaba en la mazmorra. Después de su charla con Santiago, Hyunjae necesitaba caminar un poco, caminaba por la plaza, estirando las piernas mientras sus pensamientos vagaban. Observó cómo algunos cazadores reían y bromeaban entre ellos, sus rostros mostrando camaradería y la tensión subyacente que siempre precedía a una misión peligrosa."Estos momentos tranquilos son los que les dan la fuerza para seguir", pensó Hyunjae mientras continuaba su paseo. En esos instantes de ocio, ellos encontraban un motivo para resistir, para recordar por qué arriesgaban sus vidas una y otra vez. Sin embargo, él no podía evitar reflexionar sobre la fragilidad de la vida humana. Todos estos hombres y mujeres que ahora reían,
Lucía cruzó los brazos, sintiendo la urgencia de hacerle ver a Hyunjae lo que ella consideraba obvio.—¿Y cuándo es el tiempo adecuado? —Preguntó con un tono que oscilaba entre la frustración y la preocupación.—Es un poco difícil decir, Porque hasta ahora me dices que no la has visto siquiera desnuda. ¿Eso quiere decir que tampoco has visto el bonito lunar que tiene en el glúteo derecho?Las palabras de Lucía golpearon a Hyunjae con fuerza, su mente tardó un momento en procesar lo que acababa de escuchar. Sus ojos se agrandaron ligeramente, y no pudo evitar preguntar con sorpresa:—¿Qué?, ¿lunar?, ¿Cómo sabes eso?Lucía sonrió con un aire de satisfacción, una sonrisa que tenía un toque de picardía. Sentía que, en ese momento, tenía la ventaja sobre el siempre
El cielo sobre la mazmorra estaba teñido de un gris plomizo. El aire estaba cargado de tensión, un silencio que solo era roto por el crujir de las armaduras y el susurro nervioso de algunos miembros del equipo.Hyunjae observó a su alrededor, su mirada afilada evaluando a cada integrante de los dos equipos. Ambos grupos, formados por treinta personas cada uno, se alistaban con una precisión casi militar, revisando sus armaduras y asegurándose de que sus armas estuvieran en perfecto estado. Era evidente que todos sabían que la mazmorra no sería un reto fácil, y eso añadía un peso palpable en el ambiente.Lucía estaba a unos pasos de él, ajustando las correas de su armadura. Su rostro mostraba una calma que Hyunjae no podía evitar admirar, aunque sabía que detrás de esa serenidad aparente, ella también sentía la presión del momento. A su lado, el
Hyunjae sostenía el orbe en sus manos, sintiendo el poder latente que vibraba en su interior. Era consciente del valor que tenía, un objeto de este calibre podría hacer que su gremio prosperara aún más, o al menos, llenar sus arcas con una suma considerable si lo vendía en una subasta para cazadores. Sin embargo Hyunjae apretó el orbe entre sus dedos. El objeto empezó a crujir bajo la presión, y en un instante, se desintegró en miles de partículas brillantes que se dispersaron en el aire como polvo de estrellas.De repente, con un movimiento casi imperceptible de su mano, Hyunjae abrió una puerta, un umbral hecho de neblina que se materializó frente a él. Sin vacilar, atravesó la puerta, sabiendo perfectamente lo que le esperaba al otro lado.Al cruzar, se encontró flotando en un espacio que le era ya familiar. La visión que lo rodeaba era impresionant
—Bueno, dejando de lado la charla sobre los demás, que sé que no te importa —dijo con una sonrisa juguetona, sus palabras como notas ligeras en el aire—. ¿Qué te trae a mi humilde residencia? Pensé que no te vería hasta que te aburrieras de esa humana a la que persigues.Su tono era burlón, pero había algo de verdad en sus palabras. Astarté no podía evitar disfrutar del sufrimiento y la confusión que los mortales provocaban en los dioses. Ver “ese ser” siempre tan distante y desapegado, implicarse con un ser humano despertaba en ella un morboso interés.Hyunjae, por su parte, se mantenía en pie, observando el entorno con la misma calma que siempre lo caracterizaba. Las formas flotantes y las luces cambiantes no lo afectaban; ya había visitado la residencia de Astarté muchas veces. Sabía que todo allí era un reflejo de su carácter caprichoso y a veces cruel.—Tal vez aún debería echarle la culpa a Mikaela por incitarte a eso —continuó Astarté, girando sobre sus t