La reestructuración de las creencias tras la aparición de las mazmorras había sido una tormenta que sacudió al mundo entero. Durante siglos, la humanidad había depositado su fe en religiones tradicionales, pero con el advenimiento de los cazadores y los poderes que desafiaban la lógica, la Santa Sede emergió como una fuerza imparable, imponiendo su doctrina como la nueva verdad.
Hoy en día, la Santa Sede se alzaba como una institución todopoderosa, con "santos" y "santas" a la cabeza, cazadores bendecidos con habilidades curativas que parecían otorgadas por los mismos dioses. Estos individuos no solo eran admirados por su capacidad de sanar, sino también por su papel esencial en la supervivencia de la humanidad. A medida que las mazmorras continuaban apareciendo y desapareciendo, liberando miasmas tóxicos que corrompían el entorno y causaban enfermedades misteriosas, los cazadores, anim
Cuando Hyunjae salió de la oficina con la caja en las manos y dejando que su jefe continúe con su trabajo, se encontró inesperadamente con Robert en el pasillo. Robert estaba de pie junto a las ventanas, observando la impresionante vista panorámica de la ciudad, la vista panorámica de la ciudad se extendía ante ellos, con rascacielos que se alzaban como gigantes de acero y cristal, y calles que parecían diminutas arterias desde esa altura. Era una vista imponente, que reflejaba el poder y la influencia del gremio que Herbert había levantado con tanto esfuerzo.Robert, con los brazos cruzados, miraba hacia la ciudad, pero su mente estaba en otra parte. No sabía cuánta atención estaba prestando, pero podía sentir su presencia tranquila a su lado. Robert entrecerró los ojos, como si estuviera sopesando ciertas cosas, reflexionando sobre los extraños instintos que siempre se activaban cuando Hyunjae estaba cerca. Aunque no sentía desagrado hacia él, había algo en el secretario que le gener
Hyunjae se cambió rápidamente a su pijama, una cómoda pijama de ositos que había comprado en un impulso ya que venía en una pack de parejas como promoción especial, aunque nunca imaginó lo mucho que le agradaría usarla. Al regresar al comedor, la mesa ya estaba dispuesta, con la comida servida con esmero. Maggi lo esperaba, sentada tranquilamente, con una expresión de satisfacción al ver que había llegado a tiempo para cenar juntos.Se sentó frente a ella, sintiendo una oleada de felicidad sin un motivo específico, simplemente porque estar con Maggi siempre lo hacía sentirse así, en paz. Tomó el primer bocado de pescado, notando cómo el sabor de las verduras se había impregnado en la carne tierna y jugosa, haciendo que cada bocado fuera una experiencia deliciosa. Las papas, doradas en los bordes y suaves por dentro, completaban el plato de manera perfe
Hyunjae se levantó temprano esa mañana, con el peso de la noticia aún fresco en su mente. El sol apenas comenzaba a filtrarse a través de las cortinas, llenando la habitación con una suave luz dorada. Maggi, todavía medio dormida, notó su inquietud cuando él se giró para mirarla.—¿Todo bien? —preguntó ella, su voz ronca por el sueño.Hyunjae suspiró y asintió, aunque su expresión lo delataba.—Maggi, tengo que contarte algo, —comenzó, mientras se incorporaba para sentarse en la cama—. Me han asignado un trabajo importante, y tendré que salir del país en unos tres días.Maggi se despertó por completo ante esas palabras, y su corazón dio un vuelco. Aunque sabía que este tipo de situaciones eran comunes en su profesión, la idea de separarse, aunque solo fuera por unos d
Santiago Hernández, con su típico sombrerito blanco ligeramente inclinado hacia un lado, se recostaba en su silla, con un vaso en mano, observando a Hyunjae con una mirada sagaz y curiosa. Por otro lado Hyunjae con la mirada perdida momentáneamente en el vaso que sostenía, se permitía un breve respiro. Fue entonces cuando la voz de Santiago rompió la cómoda quietud.—Oye, Hyunjae, —dijo Santiago, con un tono que llevaba una mezcla de observación y camaradería—, he notado que desde que has llegado, estás diferente.Hyunjae, que justo en ese momento había levantado el baso a sus labios, se detuvo, mirándolo con sorpresa. No había esperado ser tan transparente ante el hombre mayor.—No le entiendo, Santiago, —respondió, bajando el vaso—, ¿a qué se refiere?El anciano cazador sonrió con astucia, como si est
Santiago había narrado su historia con una mezcla de resignación y orgullo, como quien acepta las cicatrices que la vida le ha dejado pero no se deja definir por ellas. Hyunjae, por otro lado, no podía evitar sentir una leve inquietud en el fondo de su mente. Se preguntaba si Santiago le había contado esa historia como una advertencia, una especie de premonición velada sobre el peligro de depositar demasiada fe en otra persona.—Bueno, ella no me va a hacer eso con toda seguridad, —dijo Hyunjae, rompiendo el silencio con un tono de voz tranquilo pero firme—. Así que puedes estar tranquilo.Santiago lo miró con una sonrisa cansada, sus ojos reflejando la sabiduría que solo los años de experiencia podían otorgar. El cazador mayor sacudió la cabeza ligeramente antes de responder.—Eh, chico, no te digo esto porque ella te va a hacer lo mismo que mi exesposa me hizo
Los cazadores, que se preparaban para la incursión, se habían tomado un momento para relajarse, para disfrutar de un respiro antes de enfrentarse al abismo que les esperaba en la mazmorra. Después de su charla con Santiago, Hyunjae necesitaba caminar un poco, caminaba por la plaza, estirando las piernas mientras sus pensamientos vagaban. Observó cómo algunos cazadores reían y bromeaban entre ellos, sus rostros mostrando camaradería y la tensión subyacente que siempre precedía a una misión peligrosa."Estos momentos tranquilos son los que les dan la fuerza para seguir", pensó Hyunjae mientras continuaba su paseo. En esos instantes de ocio, ellos encontraban un motivo para resistir, para recordar por qué arriesgaban sus vidas una y otra vez. Sin embargo, él no podía evitar reflexionar sobre la fragilidad de la vida humana. Todos estos hombres y mujeres que ahora reían,
Lucía cruzó los brazos, sintiendo la urgencia de hacerle ver a Hyunjae lo que ella consideraba obvio.—¿Y cuándo es el tiempo adecuado? —Preguntó con un tono que oscilaba entre la frustración y la preocupación.—Es un poco difícil decir, Porque hasta ahora me dices que no la has visto siquiera desnuda. ¿Eso quiere decir que tampoco has visto el bonito lunar que tiene en el glúteo derecho?Las palabras de Lucía golpearon a Hyunjae con fuerza, su mente tardó un momento en procesar lo que acababa de escuchar. Sus ojos se agrandaron ligeramente, y no pudo evitar preguntar con sorpresa:—¿Qué?, ¿lunar?, ¿Cómo sabes eso?Lucía sonrió con un aire de satisfacción, una sonrisa que tenía un toque de picardía. Sentía que, en ese momento, tenía la ventaja sobre el siempre
El cielo sobre la mazmorra estaba teñido de un gris plomizo. El aire estaba cargado de tensión, un silencio que solo era roto por el crujir de las armaduras y el susurro nervioso de algunos miembros del equipo.Hyunjae observó a su alrededor, su mirada afilada evaluando a cada integrante de los dos equipos. Ambos grupos, formados por treinta personas cada uno, se alistaban con una precisión casi militar, revisando sus armaduras y asegurándose de que sus armas estuvieran en perfecto estado. Era evidente que todos sabían que la mazmorra no sería un reto fácil, y eso añadía un peso palpable en el ambiente.Lucía estaba a unos pasos de él, ajustando las correas de su armadura. Su rostro mostraba una calma que Hyunjae no podía evitar admirar, aunque sabía que detrás de esa serenidad aparente, ella también sentía la presión del momento. A su lado, el