CAPÍTULO 43. UN ALIADO

El señor Omar salió con todo lo que le permitían sus piernas Al lugar donde se había desvanecido su hija, pero el administrador y algunos de los trabajadores de la hacienda, abrieron el portón de la entrada y salieron rápido a recogerla, totalmente nerviosos, uno de ellos la levantó y la llevó adentro, mientras otro se encargaba de las maletas y otro de la niña y el padre.

La acostaron en un sofá, buscaron alcohol y la pusieron a olfatearlo para hacerla volver en sí. Su rostro estaba totalmente pálido, y sus labios amoratados, todos se asustaron al verla totalmente descompensada. Los nudillos de su mano estaban sangrando, lastimados por la fuerza que había ejercido intentando romper el candado.

Cuando abrió los ojos los miró a todos extrañados, quiso levantarse con premura, pero enseguida un mareo le impidió la

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