Había transcurrido una semana y Karina había sido dada de alta, entre Dara y Martín la convencieron para que se regresara con ellos a La Italianera, tanto insistieron que a la mujer no le quedó otra que aceptar, por más excusas que puso, entre ellas que debía atender a su padre, le dijeron que no estaba en condiciones de atender a nadie debido a su estado de salud. Incluso contrataron a una persona para que atendiera al señor Omar, mientras ella se fue a la casa con ellos.
Cuando llegó a la casa, los recuerdos se agolparon en su mente, cada corredor, cada espacio le recordaba a Marino, incluso la habitación donde la hospedaron, era la misma que compartieron durante muchas noches. El olor a desinfectante y a limpio, le hizo llegar a la conclusión de que la habían limpiado recientemente, las sábanas de la cama matrimonial perfectamente tendidas sin una sola arruga, mi
Dara marcaba de manera urgente al teléfono de Marino, de su padre, hasta al de su madre, con quien no había tenido contacto en las últimas semanas, pero todo era infructuoso. Se sentía impotente, al no poder resolver, Martín la vio estresada y se le acercó por detrás abrazándola.—¡Debes calmarte! No vas a poder remediar nada, si pierdes el control de esa manera—la recriminó.—Se casó con ella, ahora su bebé va a crecer le
Al día siguiente, los llevaron a Filadelfia y tomaron un vuelo con destino a La Asunción, Dara por su temor a viajar a través de ese medio de transporte, se tomó una pastilla para dormir, por lo cual durmió durante todo el trayecto con la buena suerte que los niños apenas subieron al avión, fueron al encuentro de Morfeo. No así Karina, que sentía una gran inquietud al hacer ese viaje, sin embargo, por acompañar a Dara, había enviado a los resquicios más profundos de su mente sus temores, aunque era inevitable que por fracciones de segundos estos quedaran de manifiesto.Después de una hora y quince minutos, habían lle
Karina se sintió agredida ante sus palabras y por instinto llevó su mano a su vientre para protegerlo. La mirada de Marino siguió su mano y la posó allí y aunque ella intentó cerrarse el abrigo para cubrir su prominente vientre, la evidencia de su estado había quedado exhibido ante el hombre, cuyo rostro palideció notoriamente y al parecer perdió las facultades del habla.Sin embargo, en Karina pasó lo contrario, su rostro se encendió del enojo que comenzó a escaldar en su interior como lava ardiente y con una voz más melosa de su tono normal expresó con burla — No estarás tan complacido cuando añ
Karina no podía creer que la mujer que tenía frente a sí, fuera Amarantha, siempre se la había imaginado muy hermosa, deseable, tipo una femme fatale, pero ahora la persona que estaba delante de ella tenía grandes ojeras, el rostro demacrado, totalmente consumida, desmejorada y a decir verdad, no entendía ¿Qué hacía allí? ¿Por qué estaba en esa condición?”, su sorpresa era tanto, que su estado era de completa consternación y aunque cuando se enteró de que se casaría con Marino sintió en su interior mucha rabia en contra de ella, para ser sincera y hasta cierto punto, no le deseó lo mejor; lo que la hizo sentir en ese instante como una persona egoísta; pero, observarla así con ese semblante, la dejó enteramente sin palabras y aunque quiso disimular su impresión con una media sonrisa, lo que estaba pensando fue notorio.
Cuando Amarantha le dijo a Marino que había lanzado a Karina en una hondanada por la vía Lioni, supo donde la había llevado; por lo que cortó la llamada y decidió ir al sitio donde probablemente estaban.Salió corriendo hacia su auto, su hermana al verlo desesperado lo acompañó, sin embargo, hicieron parte del recorrido en completo silencio, pues la preocupación de Marino por Karina iba in creciendo, a tal punto que aumentó la aceleración del auto, rebasando varios límites de velocidad. Dara se sostenía con miedo de las asas ubicadas en la parte superior de la puerta. Estaba nerviosa por la forma temeraria en la que su herm
Llegaron a Nápoles y se dirigieron al departamento de Martín y de Dara, donde se encontraba María Martha con Katherine y el pequeño Martín. Se estacionaron ambos vehículos frente al edificio, pero solo él y su hermana descendieron de los automóviles. Tanto Karina como Amarantha se quedaron sentadas en cada auto mientras ellos buscaban a Katherine y sus cosas. Subieron en el ascensor y minutos después estaban entrando en el departamento muy sigilosamente, para sorprender a la niña.Al abrir la puerta y caminar hacia el comedor observaron a la pequeña Katherine de espaldas a ellos. Tenía una seria conversación con Marí
Marino se enfureció ante lo dicho por su madre y de una vez replicó sus mal intencionadas palabras —Madre, te agradezco que por favor dejes de expresarte así de Karina, te pido respeto para ella. Y te exijo que no hables de lo que desconoces.—Tu padre me contó…—comenzó a decir la señora, pero él no la dejó seguir hablando.—Mi padre no debió decirte nada, las cosas no sucedieron de esa manera, no deberías opinar en mi vida de esa forma en que lo estás haciendo, soy un hombre adulto que sabe distinguir entre lo bueno y lo malo, y si tu preocupación es porque crees que voy a dejarme engañar y que hagan pasar por mío un hijo que no lo es, es que no conoces a quien tienes por hijo—hablo con firmeza, para luego hacer un chasquido de su lengua con fastidio.Karina giró su vista de uno a
Amarantha se encontraba aún sin reaccionar, cuando escuchó voces dirigidas al hombre por parte de una señora y una chica joven —¡Oh por Dios Ernesto! ¿Estás bien? Sabes que no puedes salir corriendo de esa manera tu salud...—no concluyó sus palabras porque el hombre le respondió con una mueca de fastidio y un poco de molestia en su voz.—¡Ya mamá! ¿Es necesario que andes hablando ante todo el mundo de mi salud? ¡Qué diablos tiene que importarle eso a la gente!—pronunció con amargura.Las palabras del hombre sacaron a Amarantha de su ensoñación y sin detenerse a pensar que prácticamente era un desconocido le dijo:—No debería ser severo con su madre, ella solo se preocupa por usted y claro que a nadie le importa su estado de salud, solo quienes los aman padecen con usted y agradezca no estar s