La condena

He vuelto a la ciudad. Solo nuevamente. No sé si me acostumbre a estar en este ir y venir con el ruso.

Los días a su lado fueron increíbles a pesar de toda la presión del padre y las cosas que pretendía hacer allí pero que dejamos inconclusas al menos de mi parte, Samuel llamó indicando que me necesitaba aquí, con urgencia.

Aviso a Claudio que estoy de regreso y que el ruso no vendrá hasta el fin de semana siguiente, es obvio que no he descubierto lo suficiente de él todavía pero creo que vamos por buen rumbo. Lo que pasa es que las turbulencias apuntan a que me empieza a gustar más de lo que debería.

—¿Cómo te va con tu vida rusa? —me detengo en medio del salón cuando oigo esa voz.

¡Alessio está en mi casa!

¿Cómo ha entrado?

¡Dios, Dios!

Tenía que haber venido con los guardaespaldas de Moskav. Joder.

—¿Qué haces en mi casa? —deposito las llaves en el centro de mesa de la puerta y finjo que no tengo unos nervios que me devoran.

—No sé como pudiste pensar que no descubriría dónde te ti
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