—¿Sin más?—pregunto notablemente confundida sin poder evitar parpadear un par de veces incrédula ante lo que me había dicho.
Ella suelta una carcajada, me mira de arriba a bajo un par de veces, pasa su mirada como si fuera un escaner por todo mi cuerpo, finalmente se para encima de mi pecho. Rapidamente me llevo las manos a la chaqueta de mi traje tapandome con precaución.Ella sonríe de lado a lado asintiendo, aunque por la sensación que me transmitía su sonrisa no parecía que lo hiciera con frecuencia.—Me gusta tu perfil. Estás contratada—se encogió de hombros volviendo a posar su atención encima de su escritorio.—¿Sin más?—vuelvo a repetir.Ella se lleva la manos a sus gafas de pasta y luego busca con las manos un bolígrafo y el contrato.—Creeme que estás de suerte—mira de reojo hacia el despacho que hay el fondo de la planta—Él te ha escogido por encima de las otras cuarenta—añade con voz tetrica.Su mirada igual de penetrante que su voz, hace que mi corazón empieza a latir con fuerza, miro de reojo hacia el despacho sintiendo que en lugar de aliviarse la presión aumenta.—¿Quién?—Damián Remigton—sonríe sin ganas como si fuera obvio y de hecho lo era.Blanqueo los ojos ante la estupidez de mi pregunta.No me lo puedo creer, actuo y me siento como si estuviera en alguna de esas novelas de señoras casadas que sueñan con un ricachón que las salve de lo mediocre que son sus vidas, estúpida y desesperada. ¿El problema? Que hasta “esta entrevista” no era ninguna de estas dos y estaba empezando a sentirme como si fuera ambas.Trago saliva con fuerza.—¿El puesto es para asistente?—pregunto de nuevo, vaya parece que hoy es el día de las preguntas tontas…¿Verdad, Adelaida?Ella asiente con la cabeza perdiendo la paciencia.Tomo el contrato y el bolígrafo para firmar sin poder remediar el nudo en la garganta que se forma poco después, me siento como si“Hazlo por Ian” me digo.“Por nuestra boda” afirmo con más fuerza.“Por nuestro futuro juntos” añado cerrando los ojos insintivamente.Firmo sin siquiera leer nada del contrato, probablemente haya sido una imprudencia como una catedral pero sentía que si le daba muchas vueltas probablemente daría una vuelta sobre mis talones y saldría por patas lejos. No me he esforzado tanto para convertirme en la mera asistente personal de alguien pero siendo honesta este alguien no es cualquiera, esto es la puerta de entrada para poder trabajar con los peces gordos del país. Todo el mundo sabe que sin influencias no eres nadie y yo influencias, influencias no tengo muchas que digamos. A pesar de ello, en mi barrio puedo conseguirte un kebab con bebida en oferta y un par de gramos sin molestia. Quiero decir, mi origen no es el mejor pero me he esforzado mucho para llegar donde estoy, me he labrado mi presente y estoy luchando por mi futuro. A pesar de ello no tengo nada por lo que quejarme, la gratitud es algo que me gusta y que la vida me enseñó a ejercer muy temprano.Tengo un prometido que me ama y al que amo, Ian, futuro médico, guapisímo. Ganará mucho dinero. Un grupo de amigos y una familia que siempre ha estado ahí para apoyarme en todo. Asi que si me toca poner mi ego de lado y trabajar como una secretaria para el ricachón de turno, lo haré sin rechistar.—Perfecto—concluye ella—Ya puedes entrar, el señor Remington te espera—sonríe, toma su abrigo, se lo pone y se coloca en la puerta del pasillo frente a la muchedumbre que hay detrás, las chicas la observan sin entender. Al menos no soy la única que no entiende lo que está pasando.Mi cara va a peor cuando empieza a hacer señas a todas las otras candidatas a que abandonen el sitio.Antes que pueda darme cuenta ya no hay ni un alma en el pasillo. Miro de reojo la pantalla de su ordenador. Mis ojos se salen de órbita al leer “buena suerte” en mayúsculas y negrita.La presencia de un hombre hace que me voltee nerviosa sin poder entender como ha conseguido llegar tan cerca sin hacer ni siquiera un ruido.—¿Adelaida?—suelta acariciando mi nombre en sus labios, su mirada se pasea por mi cuerpo con aprobación.Lo miro sin poder creerme que me haya llamado por mi nombre y no por mi apellido, a pesar de ello su presencia altera gravemente mi capacidad de reacción.Él sonríe ofreciendome su mano.—Walsh—susurro yo—¿Supongo que este es mi despacho?—añado tomando asiento intentando mantener la distancia con su imponente figura.—Sí.Se pasa una mano por su corto pelo negro sin borrar esa sonrisa misteriosa, mis ojos se salen de órbita cuando noto sus ojos en mi pecho sin reparo alguno escaneandome. Frunzo el ceño poco después, debe ser una paranoia mía, me obligo a pensar mientras vuelvo a cubrirme de nuevo con la chaqueta de mi traje.—¿No me das la mano?—pregunta, su voz es ronca. Del tipo de voces que parece estar acostumbrada a dar ordenes y nunca recibir una negativa por respuesta.Claro que no. La calor que desprende su cuerpo es palpitable aún a centímetros de distancia, no pienso cometer la imprudencia de dejar que mi cuerpo roce el suyo. Además su mirada no acaba de convencerme, siento que si coloco mis ojos encima de los suyos podría llegar a leerme la mente o algo por el estilo. Asi que escaparme lo más lejos de él dentro de lo que cabe me parece una buena estrategia de supervivencia.—Tengo mucho que hacer—susurro mirando el post-it—Su asistente se ha marchado pero ha dejado una lista de cosas que hay que hacer—repito intentando justificarme sin mirarlo a los ojos.Probablemente de hacerlo no podría evitar sonrojarme como una estúpida colegiala. Sus manos grandes y fuertes se posan encima de mi escritorio dando un leve golpe, no puedo evitar dar un leve salto sobresaltada y tragar saliva con fuerza cuando noto su aliento a dos palmos de mi boca. Mi respiración se vuelve cada vez más lenta mientras él agranda su sonrisa.—Tiene una boca tentadora y unos labios deseables—susurra lentamente antes de marcharse.Mis ojos se salen de órbita incrédulos ante lo que habían presenciado y mis mejillas, mis mejillas no tendrían nada que envidiarle a un volcán en errupción.¿En qué lío me había metido?—¿Así sin más?—Sí, así sin más—reitero con fuerza.—¿Se insinuó tal cual?…—declara mi hermana y mejor amiga al otro lado del teléfono sin poder creerselo.—Sí, Violet, estoy igual de sorprendida que tu—suelto con desgana negando—Es una constante insinuación, no es ni una ni dos, en estos dos meses ha sido una tortura. Siempre noto su mirada en mi culo o en mis tetas, suelta comentarios inapropiados de este calibre mientras, y yo lo único que hago es hacerme la estúpida—añado sin poder evitar soltar mi desesperación. Lo último era lo más denigrante.—¡Niños parad, estoy hablando con la tía Adelaida!—grita ella al otro lado de la línea.No puedo evitar negar con diversión.—Perdona—se disculpa finalmente.—No
En la última planta solo habían dos despachos. El del señor Remington y el mío, esto era la rutina de estos dos meses junto a la tolerancia de comentarios y miradas inapropiadas.Finalmente llego a mi escritorio encontrandome con una cajita de regalo en medio, supe inmediatamente de quién era el regalo.Tomo la caja de ropa interior de diseño, la cual probablemente costaría el doble de mi sueldo y entro en la oficina del señor Remington, iba a enfrentarme a él. Ya era hora de que lo hiciera. Ya lo decía el dicho, quien calla otorga, me repito para mis adentros. Y yo no iba a callar ni menos aun otorgar.—Señor Remington, ¿no cree que esto ya es pasarse de la línea?Mientras pronuncio mis palabras y como si de una mala película se tratara, las escenas una a una junto a él pasan, sus palabras en off suenan, todo de él era inapropiado. Era insportabl
Intento distraer mi mente aun sabiendo que todo intento sería en vano.No puedo seguir así…No puedo tolerar esto. No cuando estoy comprometida con un gran hombre.Debo hacer algo para que ese idiota se ponga en su sitio. Eso es, enseñarle quién manda. Sorpresa, no es él.Si no yo, Adelaida Walsh, la mujer que se ha labrado su presente y futuro sin depender de nadie. Él se piensa que lo tiene todo bajo control, pero…¿Qué pasa si voy a su mujer con la historia?Seguro que la pobre ni siquiera debe saber a qué se dedica el degenerado de su marido. Eso es, incluso le voy a hacer un favor.Tomo el móvil del trabajo y busco el numero de telefono de Clare Remington, la esposa de Damián.Aun no era la hora asi que había margen de tiempo, seguramente Ian estaría atendiendo aún al personal como buen samaritano que es. Siempre está ahí para todo el mundo. Una voz elegante y suave suena después de dos tonos.—Hola…¿Quién es?—Soy Adelaida, la nuev
—¿Dónde dices que estás?Miro por encima del hombro a la larga fila detrás de mi, tomo aire, presiono teléfono grasiento contra mi oído, finalmente levanto la voz en la caja.—Lo siento mucho. No sabía a quién más llamar.Sabía exactamente cómo sonaba esto. El reloj de la cárcel marcaba las 3:02 a.m. No tenía ni idea de en qué vecindario me encontraba, ya que todo parece igual en la oscuridad del horario nocturno de Nueva York.Además, entre la frenética huida del restaurante y las manos ásperas que me empujaron hacia el interior de la carreta, llena de gente sudorosa y temblorosa, sabía que había estado fuera durante un buen rato. Mientras tanto, incluso en esta miseria y humillación, la brisa que había en el aire no era del todo desagradable.—¡Date prisa, nena!— gritó desgarrada una voz ronca detrás de mi, antes de dejar escapar una magnífica tos flemática. No puedo evitar estremecerme.La voz al otro lado de la línea suspiró.—Siéntese tranquila, señorita Wa
Esta noche he decidido bajar la guardia, llamarlo había sido mi último recurso y había acudido a mi rescate asi que la desconfianza era innecesaria.Asentí con rapidez, recordé que no podía aparecerme en casa después de haber dicho que saldría con Ian y menos con estas pintas.Además si no puedo irme a casa poca opción había más. Había hoteles, por supuesto, pero no tengo dinero en efectivo y sabía cómo quedaría: una mujer registrándose sola después de haber entrado con un hombre en medio de la madrugada.Miro al señor Remington, Damián, con su elegante traje y su llamativo perfil, sus ojos gatunos observan la escena en silencio como si estuviera planeando algo maquiavelico. Él, igual de atractivo que siempre, en cualquier instante, mientras yo, sucia, pobre, miserable y con el corazón encogido.Me muerdo
La compleja serie de decisiones y coincidencias que me habían llevado a Clare, la esposa de Damián, a la pelea en la cena con mi prometido, habían terminado en un mismo punto.Hacia Damián.Al parecer todo terminaba en él.Damián Remington.Nada más ni nada menos que mi jefe.Un hombre poderoso e influyente que cree poder dominarlo todo y de hecho en parte puede hacerlo sin reparo alguno. El hombre que había dejado todo por una llamada de teléfono y había venido a rescatarme sin más, ni siquiera se si ha tenido que pagar una fianza o algo por el estilo.Tampoco ha hecho preguntas ni nada por el estilo.Me pregunto si esto es de esas pequeñas vivencias que una tiene y nunca sabe como explicar, de esas vivencias en las que te sientes como un simple monigote movido por las circunstancias que ni escoges ni quieres pero que te han tocado.Quizás estabamos aquí por alguna razón. Quizás nunca lo sabríamos si no lo intentamos.Quizás ya es hora de resignar
—¿Te gusta eso?— me susurra al oído, retirando suavemente los dedos después de que mis gritos se convirtieran en el suspiro más largo y satisfecho del mundo.Ni siquiera podía expresarlo con palabras. Toda esta noche surrealista había cambiado para siempre.Definitivamente ya no era una buena chica ni la monja a la que Clare se había referido.Como el caballero que era, Damián salió primero y luego me ofreció la mano. Fue entonces que noté que su miembro todavía estaba duro, y era tan grande que casi me golpeaba el estómago. Y aunque mi cuerpo estaba completamente agotado, algo se agitó. La necesidad de complacer a ese hombre, que me había cuidado tan bien, era abrumadora. Demasiado tentadora.En lugar de tomar la toalla que me ofrecía con la otra mano, me arrodillé y recé para que lo hiciera bien.—Addie —gimi
Y llegó el lunes, para mi mala suerte, muy a mi pesar.Tomé mi móvil, apagué la alarma, me levanté y me vestí con un traje medianamente mediocre, como cualquier otro día de estos dos meses. Sin poder olvidar ni un segundo el bochorno y la miseria que sentía cuando por mi mente aparecía el nombre de Damián Remington. Mantuve un contacto minímo con mis padres y mis hermanos durante estos días, Ian estaba muy ocupado con algunos turnos que le habían salido a última hora asi que me evitó el horror de fingir que todo estaba bien cuando todo estaba mal.(***)Finalmente llegué en frente de la oficina, el transporte público tan jodido como siempre. Saludo con una sonrisa a mis compañeros de la primera planta, estos me brindan un donut. Al menos algo bueno traía este lugar. Camino directa hacia el ascensor con seguridad, finalmente ent