1. Bienvenida

—¿Así sin más?

—Sí, así sin más—reitero con fuerza.

—¿Se insinuó tal cual?…—declara mi hermana y mejor amiga al otro lado del teléfono sin poder creerselo.

—Sí, Violet, estoy igual de sorprendida que tu—suelto con desgana negando—Es una constante insinuación, no es ni una ni dos, en estos dos meses ha sido una tortura. Siempre noto su mirada en mi culo o en mis tetas, suelta comentarios inapropiados de este calibre mientras, y yo lo único que hago es hacerme la estúpida—añado sin poder evitar soltar mi desesperación. Lo último era lo más denigrante.

—¡Niños parad, estoy hablando con la tía Adelaida!—grita ella al otro lado de la línea.

No puedo evitar negar con diversión.

—Perdona—se disculpa finalmente.

—No pasa nada, acabo de llegar al trabajo—dejo ir aire con fuerza, entrecierro los ojos e intento esbozar una sonrisa a la recepcionista y al resto de la plantilla en la entrada.

En el tiempo que llevaba aquí me habían tratado excesivamente bien así que sentía que era parte de mi deber responder con la misma buena energia.

—Suerte—declara ella.

—Gracias—cuelgo.

Saludo con la mano a mis compañeros y camino hacia el ascensor, pulso el botón y antes que pueda darme cuenta, Damián Remington se interpone y rapidamente acaba apresandome torpemente entre el panel de botones y su cuerpo. Su tamaño es suficiente como para opacarme, su aroma varonil y a la vez de alguna manera caro, impregna mis fosas nasales y en el fondo mi piel. Mis piernas empiezan a fallarme poco después, mi mirada intenta evitar mirarlo a los ojos por el calor de mis mejillas se perfectamente que la escena es penosa. Espero ansiosa a que se mueva o se aparte pero no lo hace, es más noto como sus manos acarician sutilmente mis muslos activando todos mis sentidos en el acto. Mis ojos se salen de órbita mientras las puertas se cierran, al menos nadie podría ver mi verguenza.

—Eres una chica mala, Addie. Debería inclinarte y azotarte aquí mismo, ahora mismo —las palabras retumbaron en mi cabeza de la misma manera que salieron de sus labios cuando me las dijo, inapropiadas y totalmente provocativas. El simple escucharlas era obsceno como si pecara incluso antes de pecar.

La forma en que arqueó su ceja poblada marrón y la media sonrisa hizo que todo mi bello se erizara.

Es un mal jefe.

Uno muy malo.

Mi odio por este ser iba en aumento.

Su arrogancia, su m*****a arrogancia. Se sabía intocable.

Se acarició la barbilla con desgana. Su voz era ronca, llena de tentación.

Siempre soltaba comentarios de este tipo, no tenía verguenza o reparos en hacerme sentir intimidada, de hecho estoy segura que le excitaba más.

No es mucho más mayor que yo en edad, es muy rico, obscenamente rico y muy a mi pesar atractivo, pero no por eso lo hacía más agradable. Varias veces a la semana llegaban amenazas de azotes.

Lo peor es que es un hombre casado, me obligo a hacer una pausa mental al pronunciar la última palabra. Un hombre casado…. ¿Tal vez con hijos? La verdad es que no parecía el tipo de hombre al que podrías llevar a una reunión con la profesora. El caso es que encima estaba casado con nada más ni nada menos con la hija de su único socio. Lo cuál complica todo el doble.

He cumplido recién dos meses en esta empresa, hemos pasado varias noches trabajando hasta tarde, realmente trabajando. Nunca va a más, simples amenazas, palabras y miradas. Simplemente provocación.

Finalmente se aparta y el ascensor se abre sin que pueda decir nada.

Alguna manía de hombres ricos y poderosos supongo pero sus manos en mis muslos es una sensación que ha quedado tatuada en mi mente y no se si para mal precisamente.

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