—¿Así sin más?
—Sí, así sin más—reitero con fuerza.—¿Se insinuó tal cual?…—declara mi hermana y mejor amiga al otro lado del teléfono sin poder creerselo.—Sí, Violet, estoy igual de sorprendida que tu—suelto con desgana negando—Es una constante insinuación, no es ni una ni dos, en estos dos meses ha sido una tortura. Siempre noto su mirada en mi culo o en mis tetas, suelta comentarios inapropiados de este calibre mientras, y yo lo único que hago es hacerme la estúpida—añado sin poder evitar soltar mi desesperación. Lo último era lo más denigrante.—¡Niños parad, estoy hablando con la tía Adelaida!—grita ella al otro lado de la línea.No puedo evitar negar con diversión.—Perdona—se disculpa finalmente.—No pasa nada, acabo de llegar al trabajo—dejo ir aire con fuerza, entrecierro los ojos e intento esbozar una sonrisa a la recepcionista y al resto de la plantilla en la entrada.En el tiempo que llevaba aquí me habían tratado excesivamente bien así que sentía que era parte de mi deber responder con la misma buena energia.—Suerte—declara ella.—Gracias—cuelgo.Saludo con la mano a mis compañeros y camino hacia el ascensor, pulso el botón y antes que pueda darme cuenta, Damián Remington se interpone y rapidamente acaba apresandome torpemente entre el panel de botones y su cuerpo. Su tamaño es suficiente como para opacarme, su aroma varonil y a la vez de alguna manera caro, impregna mis fosas nasales y en el fondo mi piel. Mis piernas empiezan a fallarme poco después, mi mirada intenta evitar mirarlo a los ojos por el calor de mis mejillas se perfectamente que la escena es penosa. Espero ansiosa a que se mueva o se aparte pero no lo hace, es más noto como sus manos acarician sutilmente mis muslos activando todos mis sentidos en el acto. Mis ojos se salen de órbita mientras las puertas se cierran, al menos nadie podría ver mi verguenza.—Eres una chica mala, Addie. Debería inclinarte y azotarte aquí mismo, ahora mismo —las palabras retumbaron en mi cabeza de la misma manera que salieron de sus labios cuando me las dijo, inapropiadas y totalmente provocativas. El simple escucharlas era obsceno como si pecara incluso antes de pecar.La forma en que arqueó su ceja poblada marrón y la media sonrisa hizo que todo mi bello se erizara.Es un mal jefe.Uno muy malo.Mi odio por este ser iba en aumento.Su arrogancia, su m*****a arrogancia. Se sabía intocable.Se acarició la barbilla con desgana. Su voz era ronca, llena de tentación.Siempre soltaba comentarios de este tipo, no tenía verguenza o reparos en hacerme sentir intimidada, de hecho estoy segura que le excitaba más.No es mucho más mayor que yo en edad, es muy rico, obscenamente rico y muy a mi pesar atractivo, pero no por eso lo hacía más agradable. Varias veces a la semana llegaban amenazas de azotes.Lo peor es que es un hombre casado, me obligo a hacer una pausa mental al pronunciar la última palabra. Un hombre casado…. ¿Tal vez con hijos? La verdad es que no parecía el tipo de hombre al que podrías llevar a una reunión con la profesora. El caso es que encima estaba casado con nada más ni nada menos con la hija de su único socio. Lo cuál complica todo el doble.He cumplido recién dos meses en esta empresa, hemos pasado varias noches trabajando hasta tarde, realmente trabajando. Nunca va a más, simples amenazas, palabras y miradas. Simplemente provocación.Finalmente se aparta y el ascensor se abre sin que pueda decir nada.Alguna manía de hombres ricos y poderosos supongo pero sus manos en mis muslos es una sensación que ha quedado tatuada en mi mente y no se si para mal precisamente.En la última planta solo habían dos despachos. El del señor Remington y el mío, esto era la rutina de estos dos meses junto a la tolerancia de comentarios y miradas inapropiadas.Finalmente llego a mi escritorio encontrandome con una cajita de regalo en medio, supe inmediatamente de quién era el regalo.Tomo la caja de ropa interior de diseño, la cual probablemente costaría el doble de mi sueldo y entro en la oficina del señor Remington, iba a enfrentarme a él. Ya era hora de que lo hiciera. Ya lo decía el dicho, quien calla otorga, me repito para mis adentros. Y yo no iba a callar ni menos aun otorgar.—Señor Remington, ¿no cree que esto ya es pasarse de la línea?Mientras pronuncio mis palabras y como si de una mala película se tratara, las escenas una a una junto a él pasan, sus palabras en off suenan, todo de él era inapropiado. Era insportabl
Intento distraer mi mente aun sabiendo que todo intento sería en vano.No puedo seguir así…No puedo tolerar esto. No cuando estoy comprometida con un gran hombre.Debo hacer algo para que ese idiota se ponga en su sitio. Eso es, enseñarle quién manda. Sorpresa, no es él.Si no yo, Adelaida Walsh, la mujer que se ha labrado su presente y futuro sin depender de nadie. Él se piensa que lo tiene todo bajo control, pero…¿Qué pasa si voy a su mujer con la historia?Seguro que la pobre ni siquiera debe saber a qué se dedica el degenerado de su marido. Eso es, incluso le voy a hacer un favor.Tomo el móvil del trabajo y busco el numero de telefono de Clare Remington, la esposa de Damián.Aun no era la hora asi que había margen de tiempo, seguramente Ian estaría atendiendo aún al personal como buen samaritano que es. Siempre está ahí para todo el mundo. Una voz elegante y suave suena después de dos tonos.—Hola…¿Quién es?—Soy Adelaida, la nuev
—¿Dónde dices que estás?Miro por encima del hombro a la larga fila detrás de mi, tomo aire, presiono teléfono grasiento contra mi oído, finalmente levanto la voz en la caja.—Lo siento mucho. No sabía a quién más llamar.Sabía exactamente cómo sonaba esto. El reloj de la cárcel marcaba las 3:02 a.m. No tenía ni idea de en qué vecindario me encontraba, ya que todo parece igual en la oscuridad del horario nocturno de Nueva York.Además, entre la frenética huida del restaurante y las manos ásperas que me empujaron hacia el interior de la carreta, llena de gente sudorosa y temblorosa, sabía que había estado fuera durante un buen rato. Mientras tanto, incluso en esta miseria y humillación, la brisa que había en el aire no era del todo desagradable.—¡Date prisa, nena!— gritó desgarrada una voz ronca detrás de mi, antes de dejar escapar una magnífica tos flemática. No puedo evitar estremecerme.La voz al otro lado de la línea suspiró.—Siéntese tranquila, señorita Wa
Esta noche he decidido bajar la guardia, llamarlo había sido mi último recurso y había acudido a mi rescate asi que la desconfianza era innecesaria.Asentí con rapidez, recordé que no podía aparecerme en casa después de haber dicho que saldría con Ian y menos con estas pintas.Además si no puedo irme a casa poca opción había más. Había hoteles, por supuesto, pero no tengo dinero en efectivo y sabía cómo quedaría: una mujer registrándose sola después de haber entrado con un hombre en medio de la madrugada.Miro al señor Remington, Damián, con su elegante traje y su llamativo perfil, sus ojos gatunos observan la escena en silencio como si estuviera planeando algo maquiavelico. Él, igual de atractivo que siempre, en cualquier instante, mientras yo, sucia, pobre, miserable y con el corazón encogido.Me muerdo
La compleja serie de decisiones y coincidencias que me habían llevado a Clare, la esposa de Damián, a la pelea en la cena con mi prometido, habían terminado en un mismo punto.Hacia Damián.Al parecer todo terminaba en él.Damián Remington.Nada más ni nada menos que mi jefe.Un hombre poderoso e influyente que cree poder dominarlo todo y de hecho en parte puede hacerlo sin reparo alguno. El hombre que había dejado todo por una llamada de teléfono y había venido a rescatarme sin más, ni siquiera se si ha tenido que pagar una fianza o algo por el estilo.Tampoco ha hecho preguntas ni nada por el estilo.Me pregunto si esto es de esas pequeñas vivencias que una tiene y nunca sabe como explicar, de esas vivencias en las que te sientes como un simple monigote movido por las circunstancias que ni escoges ni quieres pero que te han tocado.Quizás estabamos aquí por alguna razón. Quizás nunca lo sabríamos si no lo intentamos.Quizás ya es hora de resignar
—¿Te gusta eso?— me susurra al oído, retirando suavemente los dedos después de que mis gritos se convirtieran en el suspiro más largo y satisfecho del mundo.Ni siquiera podía expresarlo con palabras. Toda esta noche surrealista había cambiado para siempre.Definitivamente ya no era una buena chica ni la monja a la que Clare se había referido.Como el caballero que era, Damián salió primero y luego me ofreció la mano. Fue entonces que noté que su miembro todavía estaba duro, y era tan grande que casi me golpeaba el estómago. Y aunque mi cuerpo estaba completamente agotado, algo se agitó. La necesidad de complacer a ese hombre, que me había cuidado tan bien, era abrumadora. Demasiado tentadora.En lugar de tomar la toalla que me ofrecía con la otra mano, me arrodillé y recé para que lo hiciera bien.—Addie —gimi
Y llegó el lunes, para mi mala suerte, muy a mi pesar.Tomé mi móvil, apagué la alarma, me levanté y me vestí con un traje medianamente mediocre, como cualquier otro día de estos dos meses. Sin poder olvidar ni un segundo el bochorno y la miseria que sentía cuando por mi mente aparecía el nombre de Damián Remington. Mantuve un contacto minímo con mis padres y mis hermanos durante estos días, Ian estaba muy ocupado con algunos turnos que le habían salido a última hora asi que me evitó el horror de fingir que todo estaba bien cuando todo estaba mal.(***)Finalmente llegué en frente de la oficina, el transporte público tan jodido como siempre. Saludo con una sonrisa a mis compañeros de la primera planta, estos me brindan un donut. Al menos algo bueno traía este lugar. Camino directa hacia el ascensor con seguridad, finalmente ent
—Parece que hay alguien llamando a la puerta—la voz de mi madre hace que suelte un par de bostezos cansada. Frunzo el ceño mientras camino hacia la puerta con mi pijama y mi pelo destrozado, finalmente llego en frente de la puerta para encontrarme a mi jefe con una sonrisa de par en par.—Buenos días, Addie—sonríe.Cierro y abro los ojos un par de veces para comprobar realmente que no se tratara de un sueño o en el peor de los casos una pesadilla.—¿Damián?—pregunto.Él arquea la cabeza levemente.—Digo señor Remington—susurro de nuevo poco después corrigiendome.—Te voy a llevar al trabajo hoy—sonríe.—¿Qu-—Venga, he aparcado el coche ahí abajo y en este barrio ya me han ofrecido suficientemente servicios y otros productos para saber que no durara mucho—declara él clavandome esos ojos letales en mi.Poco después sin esperar una respuesta me toma del brazo y me obliga a salir en pijama sin que pueda rechistar, lo último que noto es sus manos en mi cul