Intento distraer mi mente aun sabiendo que todo intento sería en vano.
No puedo seguir así…No puedo tolerar esto. No cuando estoy comprometida con un gran hombre.Debo hacer algo para que ese idiota se ponga en su sitio.Eso es, enseñarle quién manda.Sorpresa, no es él.Si no yo, Adelaida Walsh, la mujer que se ha labrado su presente y futuro sin depender de nadie.Él se piensa que lo tiene todo bajo control, pero…¿Qué pasa si voy a su mujer con la historia?Seguro que la pobre ni siquiera debe saber a qué se dedica el degenerado de su marido.Eso es, incluso le voy a hacer un favor.Tomo el móvil del trabajo y busco el numero de telefono de Clare Remington, la esposa de Damián.Aun no era la hora asi que había margen de tiempo, seguramente Ian estaría atendiendo aún al personal como buen samaritano que es. Siempre está ahí para todo el mundo.Una voz elegante y suave suena después de dos tonos.—Hola…¿Quién es?—Soy Adelaida, la nueva secretaria—suelto.—Sí, por lo visto Roxy ha tirado la toalla…¿Eh?—responde ella con diversión.—Señora Clare me gustaría hablarle de un tema un tanto delicado pero creame que sino fuera de vital importancia no me habría atrevido a molestarla—explico con fuerza.Ella toma aire con fuerza al otro lado de la línea.—Está bien.—Señora Clare…—hago una pausa cohibida, miro hacia un lado de la habitación y luego hacia otro—Su marido no para de acosarme y soltar comentarios subidos de tono, ya sabe…—añado.Al otro lado de la línea primero se pronuncia un silencio y luego después de dejar ir aire con molestia la señora Remington susurra un insulto…¿Hacia mi persona?Poco después una melódica carcajada suena.—¿Por qué crees que una mosquita muerta insípida como tú podría llamar o cautivar los ojos de un hombre millonario como es mi marido?—suelta finalmente con burla, poco después se ríe—Espero que no vuelvas a molestar por tonterías como esta—suelta poco después y cuelga.Mis ojos se salen de órbita.Ni siquiera me había dejado responderle.De haberle respondido le habría limpiado sus orejas de muñeca estirada.Asi que ni la mujer de Remington iba a impedir que ese demonio campara por sus anchas…¿Cómo puede ser tan fría?¿Cómo puede quererse tan poco?Las mujeres enamoradas son un misterio que nunca voy a entender, prefiere mantener a su marido en un altar que enfrentarse con la realidad.Tomo aire con fuerza cuando mi móvil empieza a sonar. Sonrío automáticamente al ver Ian y un corazón a lado en la pantalla.—Amor mío—suelta él.—Dime—intento recomponerme, pero la dulzura de Ian no es suficiente para apagar la amargura de mi pecho.—Después de la cena dormiremos en el hotel, es de un amigo italiano del barrio, tu hermano Joe me lo ha recomendado. Ahora te envío la dirección, nos vemos directamente ahí, te amo—añade.Un nudo se forma en mi estomago.Dormir y hotel es un combo prohibido y él lo sabe bien.Fui muy clara.Nada de nada hasta saber que nuestro amor es lo suficientemente estable como para que no me abandone al día siguiente como una prostituta barata en medio de un motel…Tomo aire con fuerza y niego ante el recuerdo de Clare insultandome. En verdad sentía lastima por su falta de amor propio.Finalmente revisé de nuevo mi estado, revisé la dirección y decidí olvidarme del asunto por lo menos en frente de Ian.Estaba segura que había algo importante, solo en las ocasiones importantes ibamos a sitios caros como este, no lo digo como algo malo, al revés, la comida de restaurante siempre me ha parecido exceciva, una barbaridad… ¿20 euros por un plato de pasta donde no has invertido ni 500g? Por el amor de dios. Sentido común.(***)
Ian no duda en sonreír de par en par en verme, se acerca y me rodea en sus brazos, sin preambulo posa sus labios encima de los míos de manera necesitada. Poco después coloca sus manos en mi trasero de forma protectora.
Intento sonreír pero me sale una mueca.No entiendo su comportamiento.Trago saliva confundida y tomo asiento en la mesa que nos indica el joven camarero.Poco después nos da la carta y pedimos sin más, Ian parece mucho más excitado de lo normal.—No te llenes, deja un poco para el postre—sonríe poco después señala con la mirada su pene.Lo miro con los ojos fuera de órbita.Al parecer hoy era el día de las bromas de mal gusto.—¿Qué has dicho?—pregunto de mala manera.—Que nada, cariño, que quiero ya hacerte mi mujer—suelta con una sonrisa reconciliadora.Niego con una sonrisa.—Todo a su tiempo.—¿Y cuándo será el tiempo?—pregunta, sus manos se posan encima de mis muslos.Agradezco haberme puesto medias.Siento sus manos pero en mi cuerpo la temperatura no se altera de la misma manera que había sucedido esta mañana.—Cuando me sienta preparada—afirmo notablemente incomoda.Él asiente alejandose para mirarme con ojos de cachorro.—Estoy desesperado, te veo y tengo ganas de sentir ese cuerpo en mis manos.Esa fue la última gota que colmó el vaso.Decidí levantarme, tomar mi bolso y marcharme sin más.No iba a tolerar ni un comentario más sobre el tema.Él me mira con los ojos fuera de órbita.—Adelaida…—No, me marcho.—Por favor—ruega.—Reflexiona sobre tus actos, Ian—suelto poco después caminando hacia la entrada.Miro mi escote alarmada, rapidamente decido levantarmelo un poco más.Tomo aire con fuerza mirando por última vez hacia un preocupado Ian.Entonces con tan solo caminar un par de calles lejos del restaurante, un camión policia sin previo aviso decidió llevarme detenida por presunto encubrimiento de delincuentes y sorprendentemente posesión de drogas. Debería haberlo sabido de Joe y sus amigos nada bueno puede salir.Justo lo que necesitaba mi día para mejorar.—¿Dónde dices que estás?Miro por encima del hombro a la larga fila detrás de mi, tomo aire, presiono teléfono grasiento contra mi oído, finalmente levanto la voz en la caja.—Lo siento mucho. No sabía a quién más llamar.Sabía exactamente cómo sonaba esto. El reloj de la cárcel marcaba las 3:02 a.m. No tenía ni idea de en qué vecindario me encontraba, ya que todo parece igual en la oscuridad del horario nocturno de Nueva York.Además, entre la frenética huida del restaurante y las manos ásperas que me empujaron hacia el interior de la carreta, llena de gente sudorosa y temblorosa, sabía que había estado fuera durante un buen rato. Mientras tanto, incluso en esta miseria y humillación, la brisa que había en el aire no era del todo desagradable.—¡Date prisa, nena!— gritó desgarrada una voz ronca detrás de mi, antes de dejar escapar una magnífica tos flemática. No puedo evitar estremecerme.La voz al otro lado de la línea suspiró.—Siéntese tranquila, señorita Wa
Esta noche he decidido bajar la guardia, llamarlo había sido mi último recurso y había acudido a mi rescate asi que la desconfianza era innecesaria.Asentí con rapidez, recordé que no podía aparecerme en casa después de haber dicho que saldría con Ian y menos con estas pintas.Además si no puedo irme a casa poca opción había más. Había hoteles, por supuesto, pero no tengo dinero en efectivo y sabía cómo quedaría: una mujer registrándose sola después de haber entrado con un hombre en medio de la madrugada.Miro al señor Remington, Damián, con su elegante traje y su llamativo perfil, sus ojos gatunos observan la escena en silencio como si estuviera planeando algo maquiavelico. Él, igual de atractivo que siempre, en cualquier instante, mientras yo, sucia, pobre, miserable y con el corazón encogido.Me muerdo
La compleja serie de decisiones y coincidencias que me habían llevado a Clare, la esposa de Damián, a la pelea en la cena con mi prometido, habían terminado en un mismo punto.Hacia Damián.Al parecer todo terminaba en él.Damián Remington.Nada más ni nada menos que mi jefe.Un hombre poderoso e influyente que cree poder dominarlo todo y de hecho en parte puede hacerlo sin reparo alguno. El hombre que había dejado todo por una llamada de teléfono y había venido a rescatarme sin más, ni siquiera se si ha tenido que pagar una fianza o algo por el estilo.Tampoco ha hecho preguntas ni nada por el estilo.Me pregunto si esto es de esas pequeñas vivencias que una tiene y nunca sabe como explicar, de esas vivencias en las que te sientes como un simple monigote movido por las circunstancias que ni escoges ni quieres pero que te han tocado.Quizás estabamos aquí por alguna razón. Quizás nunca lo sabríamos si no lo intentamos.Quizás ya es hora de resignar
—¿Te gusta eso?— me susurra al oído, retirando suavemente los dedos después de que mis gritos se convirtieran en el suspiro más largo y satisfecho del mundo.Ni siquiera podía expresarlo con palabras. Toda esta noche surrealista había cambiado para siempre.Definitivamente ya no era una buena chica ni la monja a la que Clare se había referido.Como el caballero que era, Damián salió primero y luego me ofreció la mano. Fue entonces que noté que su miembro todavía estaba duro, y era tan grande que casi me golpeaba el estómago. Y aunque mi cuerpo estaba completamente agotado, algo se agitó. La necesidad de complacer a ese hombre, que me había cuidado tan bien, era abrumadora. Demasiado tentadora.En lugar de tomar la toalla que me ofrecía con la otra mano, me arrodillé y recé para que lo hiciera bien.—Addie —gimi
Y llegó el lunes, para mi mala suerte, muy a mi pesar.Tomé mi móvil, apagué la alarma, me levanté y me vestí con un traje medianamente mediocre, como cualquier otro día de estos dos meses. Sin poder olvidar ni un segundo el bochorno y la miseria que sentía cuando por mi mente aparecía el nombre de Damián Remington. Mantuve un contacto minímo con mis padres y mis hermanos durante estos días, Ian estaba muy ocupado con algunos turnos que le habían salido a última hora asi que me evitó el horror de fingir que todo estaba bien cuando todo estaba mal.(***)Finalmente llegué en frente de la oficina, el transporte público tan jodido como siempre. Saludo con una sonrisa a mis compañeros de la primera planta, estos me brindan un donut. Al menos algo bueno traía este lugar. Camino directa hacia el ascensor con seguridad, finalmente ent
—Parece que hay alguien llamando a la puerta—la voz de mi madre hace que suelte un par de bostezos cansada. Frunzo el ceño mientras camino hacia la puerta con mi pijama y mi pelo destrozado, finalmente llego en frente de la puerta para encontrarme a mi jefe con una sonrisa de par en par.—Buenos días, Addie—sonríe.Cierro y abro los ojos un par de veces para comprobar realmente que no se tratara de un sueño o en el peor de los casos una pesadilla.—¿Damián?—pregunto.Él arquea la cabeza levemente.—Digo señor Remington—susurro de nuevo poco después corrigiendome.—Te voy a llevar al trabajo hoy—sonríe.—¿Qu-—Venga, he aparcado el coche ahí abajo y en este barrio ya me han ofrecido suficientemente servicios y otros productos para saber que no durara mucho—declara él clavandome esos ojos letales en mi.Poco después sin esperar una respuesta me toma del brazo y me obliga a salir en pijama sin que pueda rechistar, lo último que noto es sus manos en mi cul
—Primera condición—formula.Mis ojos se colocan en su cuerpo, sabe perfectamente que tiene un cuerpo y un rostro envidiable, se sabe con el poder suficiente como para hacerme tolerar sea lo que sea que implicara todo esto.Ni siquiera se que estoy haciendo.Cinco años con Ian, seis si contabamos este a la basura.En el fondo quiero pensar en que Damián tiene razón y que para que follemos como dos animales no hace falta amor ni sentimientos pero no lo sé. No se si tiene mucha lógica, no se si tiene algún sentido. —El mando lo tengo yo, yo pongo el sitio, el lugar, la hora, tu pones tus tetas y tu coño—añade ahora clavando sus ojos en mi cuerpo.Me siento desnuda en cuestión de segundos.—Segunda condición—hace una pausa de nuevo echando su cabeza hacia atrás.Trago saliva con fuerza.—Usarás protecció
—¿Para quién mantienes tu coño perfectamente depilado?—pregunta con voz sugerente.—Para mi, me gusta la sensacion de piel suave cuando me toco—la sinceridad siempre fue una de mis cualidades.—¿Te has tocado pensando en mi?Mis ojos se salen de órbita.Lo observo sin poder articular palabra.Desnudos y exhaustos en la cama lo único que aparecía por la mente de él era más sexo.—No.Me niego a inflarle más el ego.—Por ahora, pero lo harás, y aún más fuerte de lo que has llegado a hacer. Creo que después de este primer plato es hora de pasar a lo que realmente quise hacer contigo, con esa lengua rebelde que tienes, darte un castigo digno y no podrás hacer nada por escapar porque ahora ya eres mi puta, toda mía.De nuevo me sonrojo, ya era costumbre, en el fondo estaba emocionada ante la