En la última planta solo habían dos despachos. El del señor Remington y el mío, esto era la rutina de estos dos meses junto a la tolerancia de comentarios y miradas inapropiadas.
Finalmente llego a mi escritorio encontrandome con una cajita de regalo en medio, supe inmediatamente de quién era el regalo.Tomo la caja de ropa interior de diseño, la cual probablemente costaría el doble de mi sueldo y entro en la oficina del señor Remington, iba a enfrentarme a él. Ya era hora de que lo hiciera. Ya lo decía el dicho, quien calla otorga, me repito para mis adentros. Y yo no iba a callar ni menos aun otorgar.—Señor Remington, ¿no cree que esto ya es pasarse de la línea?Mientras pronuncio mis palabras y como si de una mala película se tratara, las escenas una a una junto a él pasan, sus palabras en off suenan, todo de él era inapropiado. Era insportable. Debía encontrar solución a esta pesadilla.Damián Remington se reclina en su silla y sonríe con la misma seguridad de siempre, parecía que le encantara verme y mucho más cuando estaba alterada. Una vez más procedió a desnudarme con la mirada, sabía por mi reacción que eso me intimidaba y como era de esperarse a él le excitaba, o al menos por la manera que tenía de mirarme podía adivinarlo.El bulto nace entre su entrepierna sin que ninguno podamos remediar nada.—¿Por qué Addie? ¿El azul no te gusta?Ahí iba con el estúpido mote en su boca.Ni siquiera se en que punto habíamos labrado una relación lo suficientemente agradable o poco hostil para ponernos motes.Sus labios se curvaron lascivamente.—¿Es demasiado provocativo para tu gusto? O tal vez no es lo suficientemente provocativo…¿Quién sabe?Se lleva una mano a la barbilla pensativo. Eso fue la gota que colmó mi vaso.—Señor— grito sin poder creerme su respuesta, mis mejillas se sonrojan confundidas entre la verguenza y la rabia —Señor Remington…Estoy comprometida—añado en un intento de contenerme, aunque es totalmente en vano.—Y yo casado. ¿Y qué?—alegó él con su tipíco cinismo—¿Por qué tiene que ser un obstaculo? En esta vida existen muchos tipos de relaciones, no quiero una esposa, quiero una p**a. Quiero que seas mi p**a.(***)
“Quiero que seas mi p**a”
“Quiero que seas… Mi p**a”“Mi”“P**a”Las palabras se repiten una y otra vez en mi mente.La voz gruesa y penetrante de Damián perforó una y otra vez mis orejas con tan sucia e indecente propuesta.¿Cómo se había atrevido?Seguía en shock como era de esperarse, mi mente no procesaba la falta de decoro y de modales que este hombre tenía.No puedo creerme que después de haber tolerado todos esos comentarios inapropiados y miradas furtivas, escenas incomodas, hubiese salido con esto, primero lo del ascensor y luego el regalo. Dos meses de torturas no habían servido de nada excepto para darle más valentía a su poca verguenza.Me había costado muchisímo llegar donde estaba, muchos años de trabajo y sacrificio y no pensaba tirar la toalla a la primera de cambio…Cuando creía que todo empezaba a estar en su sitio, la vida le salía con esto.Es completamente horrible.No puedo articular una frase coherente sin sentirse pequeña.Me llevo las manos a la cabeza y me froto el pelo con el champú de rosas negando con la cabeza.—Maldito ciníco…—suelto de mala manera entre dientes.Finalmente enciendo la manguera de la ducha y me aclaró el pelo, froto poco después mi cuerpo con jabón y vuelvo a dejar que el agua limpiara mi cuerpo y aclarara mi mente.Esa noche había quedado con mi prometido, Ian, el amor de mi vida. Intento en centrarme en él, en el proyecto de vida que estabamos construyendo, despacio y con amor.Amor, ternura, confianza, eran los pilares de una relación sana.No soy precisamente partidaria de la idea de Damián, en esta vida, el corazón y el cuerpo solo pueden pertenecer a una persona, peca de ingenuo o idiota incluso el que puede concebir una realidad distinta.Me envuelvo finalmente en una toalla.Escojo mi mejor vestido y me peino lo mejor que puedo para sonreír complacida finalmente frente al espejo.Ian era un caballero que había respetado todas y cada una de mis decisiones, entre ellas la de esperar hasta estar casados para poder tener relaciones sexuales, por más que a veces él mostrara su interés en expandir sus límites jamás se había excedido.Lo cierto es que detrás de ese pretexto se escondía mi miedo, el cuál había vivido conmigo desde el instituto y era el miedo de despertar un día y que en el otro lado de la cama no hubiese nadie. No soy ninguna prostituta barata, me merecía un compañero de vida, que me ame y respete, no un cliente que me tratara como un deshecho.En mi sigue abierta la herida de esa niña que confió y salió malparada por culpa de un desgraciado.Intento distraer mi mente aun sabiendo que todo intento sería en vano.No puedo seguir así…No puedo tolerar esto. No cuando estoy comprometida con un gran hombre.Debo hacer algo para que ese idiota se ponga en su sitio. Eso es, enseñarle quién manda. Sorpresa, no es él.Si no yo, Adelaida Walsh, la mujer que se ha labrado su presente y futuro sin depender de nadie. Él se piensa que lo tiene todo bajo control, pero…¿Qué pasa si voy a su mujer con la historia?Seguro que la pobre ni siquiera debe saber a qué se dedica el degenerado de su marido. Eso es, incluso le voy a hacer un favor.Tomo el móvil del trabajo y busco el numero de telefono de Clare Remington, la esposa de Damián.Aun no era la hora asi que había margen de tiempo, seguramente Ian estaría atendiendo aún al personal como buen samaritano que es. Siempre está ahí para todo el mundo. Una voz elegante y suave suena después de dos tonos.—Hola…¿Quién es?—Soy Adelaida, la nuev
—¿Dónde dices que estás?Miro por encima del hombro a la larga fila detrás de mi, tomo aire, presiono teléfono grasiento contra mi oído, finalmente levanto la voz en la caja.—Lo siento mucho. No sabía a quién más llamar.Sabía exactamente cómo sonaba esto. El reloj de la cárcel marcaba las 3:02 a.m. No tenía ni idea de en qué vecindario me encontraba, ya que todo parece igual en la oscuridad del horario nocturno de Nueva York.Además, entre la frenética huida del restaurante y las manos ásperas que me empujaron hacia el interior de la carreta, llena de gente sudorosa y temblorosa, sabía que había estado fuera durante un buen rato. Mientras tanto, incluso en esta miseria y humillación, la brisa que había en el aire no era del todo desagradable.—¡Date prisa, nena!— gritó desgarrada una voz ronca detrás de mi, antes de dejar escapar una magnífica tos flemática. No puedo evitar estremecerme.La voz al otro lado de la línea suspiró.—Siéntese tranquila, señorita Wa
Esta noche he decidido bajar la guardia, llamarlo había sido mi último recurso y había acudido a mi rescate asi que la desconfianza era innecesaria.Asentí con rapidez, recordé que no podía aparecerme en casa después de haber dicho que saldría con Ian y menos con estas pintas.Además si no puedo irme a casa poca opción había más. Había hoteles, por supuesto, pero no tengo dinero en efectivo y sabía cómo quedaría: una mujer registrándose sola después de haber entrado con un hombre en medio de la madrugada.Miro al señor Remington, Damián, con su elegante traje y su llamativo perfil, sus ojos gatunos observan la escena en silencio como si estuviera planeando algo maquiavelico. Él, igual de atractivo que siempre, en cualquier instante, mientras yo, sucia, pobre, miserable y con el corazón encogido.Me muerdo
La compleja serie de decisiones y coincidencias que me habían llevado a Clare, la esposa de Damián, a la pelea en la cena con mi prometido, habían terminado en un mismo punto.Hacia Damián.Al parecer todo terminaba en él.Damián Remington.Nada más ni nada menos que mi jefe.Un hombre poderoso e influyente que cree poder dominarlo todo y de hecho en parte puede hacerlo sin reparo alguno. El hombre que había dejado todo por una llamada de teléfono y había venido a rescatarme sin más, ni siquiera se si ha tenido que pagar una fianza o algo por el estilo.Tampoco ha hecho preguntas ni nada por el estilo.Me pregunto si esto es de esas pequeñas vivencias que una tiene y nunca sabe como explicar, de esas vivencias en las que te sientes como un simple monigote movido por las circunstancias que ni escoges ni quieres pero que te han tocado.Quizás estabamos aquí por alguna razón. Quizás nunca lo sabríamos si no lo intentamos.Quizás ya es hora de resignar
—¿Te gusta eso?— me susurra al oído, retirando suavemente los dedos después de que mis gritos se convirtieran en el suspiro más largo y satisfecho del mundo.Ni siquiera podía expresarlo con palabras. Toda esta noche surrealista había cambiado para siempre.Definitivamente ya no era una buena chica ni la monja a la que Clare se había referido.Como el caballero que era, Damián salió primero y luego me ofreció la mano. Fue entonces que noté que su miembro todavía estaba duro, y era tan grande que casi me golpeaba el estómago. Y aunque mi cuerpo estaba completamente agotado, algo se agitó. La necesidad de complacer a ese hombre, que me había cuidado tan bien, era abrumadora. Demasiado tentadora.En lugar de tomar la toalla que me ofrecía con la otra mano, me arrodillé y recé para que lo hiciera bien.—Addie —gimi
Y llegó el lunes, para mi mala suerte, muy a mi pesar.Tomé mi móvil, apagué la alarma, me levanté y me vestí con un traje medianamente mediocre, como cualquier otro día de estos dos meses. Sin poder olvidar ni un segundo el bochorno y la miseria que sentía cuando por mi mente aparecía el nombre de Damián Remington. Mantuve un contacto minímo con mis padres y mis hermanos durante estos días, Ian estaba muy ocupado con algunos turnos que le habían salido a última hora asi que me evitó el horror de fingir que todo estaba bien cuando todo estaba mal.(***)Finalmente llegué en frente de la oficina, el transporte público tan jodido como siempre. Saludo con una sonrisa a mis compañeros de la primera planta, estos me brindan un donut. Al menos algo bueno traía este lugar. Camino directa hacia el ascensor con seguridad, finalmente ent
—Parece que hay alguien llamando a la puerta—la voz de mi madre hace que suelte un par de bostezos cansada. Frunzo el ceño mientras camino hacia la puerta con mi pijama y mi pelo destrozado, finalmente llego en frente de la puerta para encontrarme a mi jefe con una sonrisa de par en par.—Buenos días, Addie—sonríe.Cierro y abro los ojos un par de veces para comprobar realmente que no se tratara de un sueño o en el peor de los casos una pesadilla.—¿Damián?—pregunto.Él arquea la cabeza levemente.—Digo señor Remington—susurro de nuevo poco después corrigiendome.—Te voy a llevar al trabajo hoy—sonríe.—¿Qu-—Venga, he aparcado el coche ahí abajo y en este barrio ya me han ofrecido suficientemente servicios y otros productos para saber que no durara mucho—declara él clavandome esos ojos letales en mi.Poco después sin esperar una respuesta me toma del brazo y me obliga a salir en pijama sin que pueda rechistar, lo último que noto es sus manos en mi cul
—Primera condición—formula.Mis ojos se colocan en su cuerpo, sabe perfectamente que tiene un cuerpo y un rostro envidiable, se sabe con el poder suficiente como para hacerme tolerar sea lo que sea que implicara todo esto.Ni siquiera se que estoy haciendo.Cinco años con Ian, seis si contabamos este a la basura.En el fondo quiero pensar en que Damián tiene razón y que para que follemos como dos animales no hace falta amor ni sentimientos pero no lo sé. No se si tiene mucha lógica, no se si tiene algún sentido. —El mando lo tengo yo, yo pongo el sitio, el lugar, la hora, tu pones tus tetas y tu coño—añade ahora clavando sus ojos en mi cuerpo.Me siento desnuda en cuestión de segundos.—Segunda condición—hace una pausa de nuevo echando su cabeza hacia atrás.Trago saliva con fuerza.—Usarás protecció