En un mundo donde la incertidumbre abunda, tener un compañero de vida es algo invaluable. La escena de Angela y Lance demuestra cómo dos personas pueden encontrar amor y apoyo en el otro. Estaba claro que ellos dependían el uno del otro para conseguir felicidad, lo cual se había reflejado en la escena y sus propias emociones.La confianza entre parejas es fundamental para llevar adelante relaciones saludables a largo plazo; sin ella, no hay posibilidad real de éxito común ni individualmente hablando. Por esta razón, Angela se sentía bien al agradecer a Lance por ser su compañero durante todo este tiempo juntos: mostraba su reconocimiento frente a los logros obtenidos hasta los compromisos efectuados entre ambos a pesar de las complicaciones que habían padecido hasta el momento.
La mañana siguiente, Angela y Lance se despertaron temprano y prepararon el desayuno juntos en la cocina. Mientras preparaban los huevos y el tocino, conversaban sobre el plan del día y lo emocionados que estaban por disfrutar del día de playa que habían planeado.—¿Crees que Jake se unirá a nosotros hoy en la playa?—, preguntó Angela, mientras revolvía los huevos en la sartén.—Tal vez—, respondió Lance. —Pero también puede que tenga otros planes. De todos modos, no creo que eso nos detenga para disfrutar de un día relajante—.Después del desayuno, la pareja se preparó para ir a la playa. Lance cargó una nevera con refrescos y bocadillos, mientras que Angela empacó las toallas y la crema solar.Cuando llegaron a la playa, encontraron un buen lugar para instalar su sombrilla y toallas. Lance sacó una pelota de playa y comenzó a jugar en la arena con Tristán, mientras Angela se relajaba en su toalla y disfrutaba del sol y del sonido de las olas.Después de un rato, Jake llegó a la play
Angela y Lance estaban disfrutando de una tranquila tarde en su hogar cuando sonó el teléfono. Angela contestó y una sonrisa se dibujó en su rostro al reconocer la voz al otro lado de la línea. —¡Es mamá!— exclamó emocionada. —Lance, son tus padres. ¡Vienen a visitarnos! Lance, que estaba en la sala leyendo un libro, dejó caer el libro sorprendido y se acercó a Angela para escuchar la conversación. Los dos compartieron una mirada llena de alegría y asombro. —¡Eso es maravilloso!— exclamó Lance. —Hace tanto tiempo que no los vemos. Necesitamos preparar todo para darles la bienvenida adecuadamente. Angela y Lance se pusieron manos a la obra. Limpiaron la casa a fondo, colgaron cortinas nuevas y colocaron flores frescas en cada rincón. Querían que sus padres se sintieran como en casa. Mientras preparaban la cena, Angela y Lance recordaron los momentos especiales que habían compartido con los padres de Lance en el pasado. Los viajes familiares, las comidas caseras y las risas llenaban
—¿Sin más?—pregunto notablemente confundida sin poder evitar parpadear un par de veces incrédula ante lo que me había dicho.Ella suelta una carcajada, me mira de arriba a bajo un par de veces, pasa su mirada como si fuera un escaner por todo mi cuerpo, finalmente se para encima de mi pecho. Rapidamente me llevo las manos a la chaqueta de mi traje tapandome con precaución.Ella sonríe de lado a lado asintiendo, aunque por la sensación que me transmitía su sonrisa no parecía que lo hiciera con frecuencia.—Me gusta tu perfil. Estás contratada—se encogió de hombros volviendo a posar su atención encima de su escritorio.—¿Sin más?—vuelvo a repetir.Ella se lleva la manos a sus gafas de pasta y luego busca con las manos un bolígrafo y el contrato.—Creeme que estás de suerte—mira de reojo hacia el de
—¿Así sin más?—Sí, así sin más—reitero con fuerza.—¿Se insinuó tal cual?…—declara mi hermana y mejor amiga al otro lado del teléfono sin poder creerselo.—Sí, Violet, estoy igual de sorprendida que tu—suelto con desgana negando—Es una constante insinuación, no es ni una ni dos, en estos dos meses ha sido una tortura. Siempre noto su mirada en mi culo o en mis tetas, suelta comentarios inapropiados de este calibre mientras, y yo lo único que hago es hacerme la estúpida—añado sin poder evitar soltar mi desesperación. Lo último era lo más denigrante.—¡Niños parad, estoy hablando con la tía Adelaida!—grita ella al otro lado de la línea.No puedo evitar negar con diversión.—Perdona—se disculpa finalmente.—No
En la última planta solo habían dos despachos. El del señor Remington y el mío, esto era la rutina de estos dos meses junto a la tolerancia de comentarios y miradas inapropiadas.Finalmente llego a mi escritorio encontrandome con una cajita de regalo en medio, supe inmediatamente de quién era el regalo.Tomo la caja de ropa interior de diseño, la cual probablemente costaría el doble de mi sueldo y entro en la oficina del señor Remington, iba a enfrentarme a él. Ya era hora de que lo hiciera. Ya lo decía el dicho, quien calla otorga, me repito para mis adentros. Y yo no iba a callar ni menos aun otorgar.—Señor Remington, ¿no cree que esto ya es pasarse de la línea?Mientras pronuncio mis palabras y como si de una mala película se tratara, las escenas una a una junto a él pasan, sus palabras en off suenan, todo de él era inapropiado. Era insportabl
Intento distraer mi mente aun sabiendo que todo intento sería en vano.No puedo seguir así…No puedo tolerar esto. No cuando estoy comprometida con un gran hombre.Debo hacer algo para que ese idiota se ponga en su sitio. Eso es, enseñarle quién manda. Sorpresa, no es él.Si no yo, Adelaida Walsh, la mujer que se ha labrado su presente y futuro sin depender de nadie. Él se piensa que lo tiene todo bajo control, pero…¿Qué pasa si voy a su mujer con la historia?Seguro que la pobre ni siquiera debe saber a qué se dedica el degenerado de su marido. Eso es, incluso le voy a hacer un favor.Tomo el móvil del trabajo y busco el numero de telefono de Clare Remington, la esposa de Damián.Aun no era la hora asi que había margen de tiempo, seguramente Ian estaría atendiendo aún al personal como buen samaritano que es. Siempre está ahí para todo el mundo. Una voz elegante y suave suena después de dos tonos.—Hola…¿Quién es?—Soy Adelaida, la nuev
—¿Dónde dices que estás?Miro por encima del hombro a la larga fila detrás de mi, tomo aire, presiono teléfono grasiento contra mi oído, finalmente levanto la voz en la caja.—Lo siento mucho. No sabía a quién más llamar.Sabía exactamente cómo sonaba esto. El reloj de la cárcel marcaba las 3:02 a.m. No tenía ni idea de en qué vecindario me encontraba, ya que todo parece igual en la oscuridad del horario nocturno de Nueva York.Además, entre la frenética huida del restaurante y las manos ásperas que me empujaron hacia el interior de la carreta, llena de gente sudorosa y temblorosa, sabía que había estado fuera durante un buen rato. Mientras tanto, incluso en esta miseria y humillación, la brisa que había en el aire no era del todo desagradable.—¡Date prisa, nena!— gritó desgarrada una voz ronca detrás de mi, antes de dejar escapar una magnífica tos flemática. No puedo evitar estremecerme.La voz al otro lado de la línea suspiró.—Siéntese tranquila, señorita Wa