—¿Dónde dices que estás?
Miro por encima del hombro a la larga fila detrás de mi, tomo aire, presiono teléfono grasiento contra mi oído, finalmente levanto la voz en la caja.—Lo siento mucho. No sabía a quién más llamar.Sabía exactamente cómo sonaba esto. El reloj de la cárcel marcaba las 3:02 a.m. No tenía ni idea de en qué vecindario me encontraba, ya que todo parece igual en la oscuridad del horario nocturno de Nueva York.Además, entre la frenética huida del restaurante y las manos ásperas que me empujaron hacia el interior de la carreta, llena de gente sudorosa y temblorosa, sabía que había estado fuera durante un buen rato. Mientras tanto, incluso en esta miseria y humillación, la brisa que había en el aire no era del todo desagradable.—¡Date prisa, nena!— gritó desgarrada una voz ronca detrás de mi, antes de dejar escapar una magnífica tos flemática. No puedo evitar estremecerme.La voz al otro lado de la línea suspiró.—Siéntese tranquila, señorita Walsh. Te encontraré, Addie.La línea se corta y mi corazó se hunde.Así de simple, volvía a estar a merced de Damián Remington y su lascivia.*
—Me encontraste— susurro cuando veo su rostro, adormilado, preocupado y todavía muy guapo en la llamativa luz fluorescente.
—Toma esto—dijo.Poco después noto su abrigo de lana posarse encima de mi. El toque de sus dedos era ligero como una pluma a pesar de todo. Sentí un fuerte impulso de acercarme más a él para que él como respuesta me envolviera con sus fuertes y tentadores brazos, caléntandome de adentro hacia afuera, pero sabía que esto sería inapropiado y muy, muy malo. Sería desatar la furia de los dioses, abrir la caja de pandora.Después de todo, Damián, mi jefe, me veía como un juguete sexual.A pesar de todo, me siento terriblemente culpable por haberlo llamado pero él era la única persona que no pondría la voz en el cielo al saberme detenida. Ian ni siquiera había dado señales de vida después de todo, conociendolo tendría el móvil apagado en un intento de castigarme.No se que debe pasar por su mente pero ha venido.Supongo que la imagen que tendría de mi quedaría distorcionada.En la oficina durante el día, era tranquila pero ingeniosa, rápida y eficiente, o eso es lo que creo.Sabía que Damián pensaba en mi como una buena chica, ¿pero era una buena chica de todos modos? Probablemente no, alguien que despierta a su jefe a las tres de la mañana con una llamada telefónica desde la cárcel, no me parece una buena chica.El aire fresco de la mañana nos enfrió la cara mientras salíamos de la comisaría. A pesar de la hora, aún podía ver luces, salpicando por todas partes como estrellas. A pesar de que había estado fuera de casa por algún tiempo, todavía sentía tanto una oleada de emoción por vivir en una ciudad que estaba tan constantemente viva como un tinte de nostalgia constante.La boca del señor Remington se movía, pero yo no le estaba escuchando, perdida en mi ensoñación.Finalmente niego con la cabeza.—Lo siento mucho. ¿Qué has dicho?Sentía que nunca se me acabarían las disculpas siendo honestos.¿Tendría siquiera un trabajo el lunes?—Estaba diciendo, ¿puedo llevarte a mi casa?— su voz todavía era rasposa, dormida y ronca, lo había despertado en medio de la noche después de todo.Esta noche he decidido bajar la guardia, llamarlo había sido mi último recurso y había acudido a mi rescate asi que la desconfianza era innecesaria.Asentí con rapidez, recordé que no podía aparecerme en casa después de haber dicho que saldría con Ian y menos con estas pintas.Además si no puedo irme a casa poca opción había más. Había hoteles, por supuesto, pero no tengo dinero en efectivo y sabía cómo quedaría: una mujer registrándose sola después de haber entrado con un hombre en medio de la madrugada.Miro al señor Remington, Damián, con su elegante traje y su llamativo perfil, sus ojos gatunos observan la escena en silencio como si estuviera planeando algo maquiavelico. Él, igual de atractivo que siempre, en cualquier instante, mientras yo, sucia, pobre, miserable y con el corazón encogido.Me muerdo
La compleja serie de decisiones y coincidencias que me habían llevado a Clare, la esposa de Damián, a la pelea en la cena con mi prometido, habían terminado en un mismo punto.Hacia Damián.Al parecer todo terminaba en él.Damián Remington.Nada más ni nada menos que mi jefe.Un hombre poderoso e influyente que cree poder dominarlo todo y de hecho en parte puede hacerlo sin reparo alguno. El hombre que había dejado todo por una llamada de teléfono y había venido a rescatarme sin más, ni siquiera se si ha tenido que pagar una fianza o algo por el estilo.Tampoco ha hecho preguntas ni nada por el estilo.Me pregunto si esto es de esas pequeñas vivencias que una tiene y nunca sabe como explicar, de esas vivencias en las que te sientes como un simple monigote movido por las circunstancias que ni escoges ni quieres pero que te han tocado.Quizás estabamos aquí por alguna razón. Quizás nunca lo sabríamos si no lo intentamos.Quizás ya es hora de resignar
—¿Te gusta eso?— me susurra al oído, retirando suavemente los dedos después de que mis gritos se convirtieran en el suspiro más largo y satisfecho del mundo.Ni siquiera podía expresarlo con palabras. Toda esta noche surrealista había cambiado para siempre.Definitivamente ya no era una buena chica ni la monja a la que Clare se había referido.Como el caballero que era, Damián salió primero y luego me ofreció la mano. Fue entonces que noté que su miembro todavía estaba duro, y era tan grande que casi me golpeaba el estómago. Y aunque mi cuerpo estaba completamente agotado, algo se agitó. La necesidad de complacer a ese hombre, que me había cuidado tan bien, era abrumadora. Demasiado tentadora.En lugar de tomar la toalla que me ofrecía con la otra mano, me arrodillé y recé para que lo hiciera bien.—Addie —gimi
Y llegó el lunes, para mi mala suerte, muy a mi pesar.Tomé mi móvil, apagué la alarma, me levanté y me vestí con un traje medianamente mediocre, como cualquier otro día de estos dos meses. Sin poder olvidar ni un segundo el bochorno y la miseria que sentía cuando por mi mente aparecía el nombre de Damián Remington. Mantuve un contacto minímo con mis padres y mis hermanos durante estos días, Ian estaba muy ocupado con algunos turnos que le habían salido a última hora asi que me evitó el horror de fingir que todo estaba bien cuando todo estaba mal.(***)Finalmente llegué en frente de la oficina, el transporte público tan jodido como siempre. Saludo con una sonrisa a mis compañeros de la primera planta, estos me brindan un donut. Al menos algo bueno traía este lugar. Camino directa hacia el ascensor con seguridad, finalmente ent
—Parece que hay alguien llamando a la puerta—la voz de mi madre hace que suelte un par de bostezos cansada. Frunzo el ceño mientras camino hacia la puerta con mi pijama y mi pelo destrozado, finalmente llego en frente de la puerta para encontrarme a mi jefe con una sonrisa de par en par.—Buenos días, Addie—sonríe.Cierro y abro los ojos un par de veces para comprobar realmente que no se tratara de un sueño o en el peor de los casos una pesadilla.—¿Damián?—pregunto.Él arquea la cabeza levemente.—Digo señor Remington—susurro de nuevo poco después corrigiendome.—Te voy a llevar al trabajo hoy—sonríe.—¿Qu-—Venga, he aparcado el coche ahí abajo y en este barrio ya me han ofrecido suficientemente servicios y otros productos para saber que no durara mucho—declara él clavandome esos ojos letales en mi.Poco después sin esperar una respuesta me toma del brazo y me obliga a salir en pijama sin que pueda rechistar, lo último que noto es sus manos en mi cul
—Primera condición—formula.Mis ojos se colocan en su cuerpo, sabe perfectamente que tiene un cuerpo y un rostro envidiable, se sabe con el poder suficiente como para hacerme tolerar sea lo que sea que implicara todo esto.Ni siquiera se que estoy haciendo.Cinco años con Ian, seis si contabamos este a la basura.En el fondo quiero pensar en que Damián tiene razón y que para que follemos como dos animales no hace falta amor ni sentimientos pero no lo sé. No se si tiene mucha lógica, no se si tiene algún sentido. —El mando lo tengo yo, yo pongo el sitio, el lugar, la hora, tu pones tus tetas y tu coño—añade ahora clavando sus ojos en mi cuerpo.Me siento desnuda en cuestión de segundos.—Segunda condición—hace una pausa de nuevo echando su cabeza hacia atrás.Trago saliva con fuerza.—Usarás protecció
—¿Para quién mantienes tu coño perfectamente depilado?—pregunta con voz sugerente.—Para mi, me gusta la sensacion de piel suave cuando me toco—la sinceridad siempre fue una de mis cualidades.—¿Te has tocado pensando en mi?Mis ojos se salen de órbita.Lo observo sin poder articular palabra.Desnudos y exhaustos en la cama lo único que aparecía por la mente de él era más sexo.—No.Me niego a inflarle más el ego.—Por ahora, pero lo harás, y aún más fuerte de lo que has llegado a hacer. Creo que después de este primer plato es hora de pasar a lo que realmente quise hacer contigo, con esa lengua rebelde que tienes, darte un castigo digno y no podrás hacer nada por escapar porque ahora ya eres mi puta, toda mía.De nuevo me sonrojo, ya era costumbre, en el fondo estaba emocionada ante la
Me había dejado claro que el único sitio donde podríamos encontrarnos es lejos de la oficina, lo de la otra vez fue un simple desliz, una bienvenida supongo. Estoy mucho más que segura que había algo inquebrantable en Damián Remington y es su palabra. Por más pervertido, perverso y cruel que pueda a llegar a ser, lo que sale de su boca se corresponde con sus actos y eso es algo que siempre se agradece.No lo he visto en todo el día pero eso no ha impedido que hubiera seguido trabajando, contra todo deseo me he pillado a mi misma mirando de reojo hacia su despacho deseosa y ansíosa al mismo tiempo. Lo único que me he encontrado ha sido a ejecutivos saliendo y entrando y a mi programando nuevos encuentros…Lo que solía ser rutinario para mi, se había convertido en un castigo, en la espera de algo mucho más placentero, estar entre los brazos de mi jefe, casado y prohibido.&