Mía

Vaya sorpresa.

Procesar lo que había dicho Priscila no fue un proceso fácil. Sobre todo, porque supuestamente él que era el que había puesto las trabas desde el inicio había sido el impulsor de toda aquella situación.

–¿Qué yo dije qué?– volvió a preguntar como si todavía no pudiera creer lo que su loba había dicho.

Priscila se removió contra él perdiendo fuerzas nuevamente y sintiendo como su conciencia se perdía en la bruma de deseo de su celo. Su cuerpo dolía ante la necesidad y sus músculos se tensaban.

–Mira que…eres idiota…para lo que te…conviene– jadeó y mordió el cuello de Layan sacándole un gemido– Todo es…tu culpa…así que no…me rechaces…otra vez– tras eso soltó un gemido lastimero y envolvió sus brazos a

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