Sé la madre de mis cachorros

Oh…ese delicioso aroma.

Delicioso, potente, atrayente, embriagador. De una hembra llamando a un lobo macho para aparearse. Y en ese caso Layan era ese lobo.

Gruñó fuerte haciendo vibrar su pecho. Solo podía salivar ante la estimulación de cada fibra de su cuerpo.  El pequeño cuerpo sobre el de él que se movía suavemente, pero hacía la ficción entre sus partes más sensibles aún más erótica e irresistible.

Se relamió los labios donde sus colmillos los pinchaban. Los ojos del alfa ya no eran para nada azules. Su pupila en un pequeño punto rodeado de un iris totalmente dorado. La impresión del inicio se había esfumado, ahora solo quedaba una cosa, el celo que su loba le había prometido.

Levantó su brazo y tiró de la nuca de Priscila hacia abajo mientras se elevaba en su antebrazo. Su nariz se enterró en

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