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Claro. Yuki estaba nerviosa. Esa misma noche se había enterado que se casaría o, más bien, había tomado la decisión de acceder a su propio y destinado matrimonio. Pero lo más inesperado fue aquella dulzura que él todavía tuvo para regalarle a ella en todo momento, como aquella noche previo a asesinarla. Él mostraba un cariño que era ardiente, que hacía que cada toque de sus manos se sintiera como fuego contra su piel incluso siendo tan suaves y atentos, tan cariñosos y cuidadosos. Él tenía ese algo especial que a ella le hacía sentir todo.

Ella había conocido las mariposas en el estó

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