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Yuki no había notado que las voces de todos los sirvientes habían continuado cantando para ellos todo el tiempo pero la voz de Oroqui se había impuesto más fuerte que las de todos ellos… sus heridas se sanaron por sí mismas tras beber la mezcla de sus sangres y cuando se dio cuenta la mano del pelinegro había tomado la suya, la que permanecía desnuda, para traerla consigo escalones abajo con mucho cuidado. Y el sacerdote los observó, como si fueran un par de enamorados, desplazándose hasta el centro del salón para que él colocara una mano en la cintura de ella y con la otra sostuviera su mano.

La sangre que ha

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