3

Zoe

Nostalgia era lo que sentía mi pecho después de estar cinco días sin salir de esta habitación, tristeza que se apodera de mi ser y solo lloro mientras la soledad me habla y jura no abandonarme, y yo siento que me voy a volver loca en este lugar, ¿cómo mi vida ha cambiado tan de repente? No merezco esto y soy inocente, joder.

Sé que Claudia me estará buscando al igual que mi novio, pero también soy consciente que será difícil dar con mi paradero.

—Tu comida— entra la señora del servicio. Ella fue la única que entró para alimentar mi estómago.

—No tengo hambre— informe.

—Llevas sin comer cinco días, te enfermarás.

—¿Y qué? Si moriré de todas maneras, ese hombre al que llamas jefe no tiene corazón— las lágrimas llenan mis ojos—. Míreme, me tiene encerrada durante días y te juro que quisiera haber hecho algo para consolarme y entender que lo tengo merecido, pero no, no hice absolutamente nada. Me raptaron por error y ese enfermo decidió encarcelarme.

—No deberías de hablar así del señor Edgar, si no te mató es porque le diste pena.

—¿Pena? ¿Acaso ahora no estoy muerta en vida?

— Tranquilízate, y come algo.

Añadió e inició sus pasos para marcharse, pero algo la hace parar y vuelve a acercarse a mí y en voz baja me informa que su señor Edgar no se encontraba en casa y que había salido de viaje.

Entonces una idea se me vino a la mente y sin dudarlo, decidí escapar. No sabía cómo ni por dónde debía huir, pero era una oportunidad, aunque eso signifique acabar muerta en el intento.

La noche llegó y siendo sigilosa intenté saltar por la terraza de la habitación en la que me encontraba, era alto, muy alto, pero no me queda de otra que dejar mis miedos atrás y conseguir poner mi vida a salvo o morir en el intento.

Parecía todo tranquilo, y no había nadie, cierro los ojos y tomo una última calada de aire para saltar, pero cuando hago el intento de hacerlo las manos de alguien me sujetan por la cintura y me traen hacia atrás.

—Loca maniaca, ¿quieres morir? — grita esa voz que tanto me hace temblar, era él, el mismo que me tiene en cautiverio y que me amenaza con la muerte, me acababa de salvar.

—Déjame, es mejor así, total me matarás tú mismo.

Este me lleva dentro de la habitación y suelta mi brazo con rudeza y caigo en la cama.

—No vas a cambiar nada con intentar escapar, entiende que ahora soy yo el que decide por ti— asegura con mucha molestia e ira.

—No tienes derecho. Hay quien se preocupa por mí.

—Sí, ya. El nerd de tu novio.

—¿Qué?

—Que no hay nadie que espera por ti excepto ese tipo y tu amiguita, por cierto, gracias a ella estás aquí.

Le tengo miedo, me asusta su forma de mirarme, temo con su sonrisa y ahora tiemblo porque mi corazón dolía al tenerlo frente a mí y no sé cuánto tiempo podré soportar este dolor.

—Más te vale que te vayas haciéndote a la idea de que ahora tu vida depende de mí.

Negué.

—Lástima que tu soledad es igual o peor que la mía, no hay nadie que llore por tu muerte y al parecer la suerte no está de tu lado porque acabaste en el peor lugar, en las manos del peor humano que conocerás en tu vida.

Su cuerpo me acorraló contra la cama y sus palabras son relámpagos que azotan mi alma. Quería llorar y pedirle que acabara conmigo de una vez, pero un coraje inexplicable llenó mi interior y le sostuve la mirada.

—Aunque fueras el mismísimo demonio, no te tengo miedo.

—Deberías— musitó—. No soy delicado con nadie y menos lo seré contigo.

— Aun así, no te tengo miedo.

Este aún se mantiene encima de mí y entonces mordió su labio y redirigió sus ojos a los míos y solo pude retirar mi rostro del suyo, como era de esperar sonrió astutamente y me liberé de su anatomía.

—Come— ordena y me negué—. ¡Come! — vuelve a hacerlo, pero sigo manteniendo la misma compostura.

—Bien, entonces no lo hagas— agregó molesto y su grito me asustó al llamar a la mujer del servicio.

—Dígame, señor.

—Llama a los guardias y que se la lleven a la habitación subterránea, que coja frío esta noche y a ver si le entra por la cabeza que no podrá liberarse de mí, aunque quisiera.

Ensanché los ojos al oír el lugar donde me quería m****r y ahora más que nunca no quería sentirme débil así que me mantuve igual y este solo sonrió porque sé que se había dado cuenta de que me estaba conteniendo las ganas de llorar.

—Ah, por cierto. Nada de comida. Que sepa como son las cosas aquí.

Volvió a ordenar a su sirvienta y ella asintió apenada por mí.

—Disfruta del lugar— fue lo último que dijo y se marchó dejando paso a sus guardias que vinieron a llevarme donde él había ordenado.

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