2. Huérfana

Regina no paraba de pelear con esos gorilas porque la dejaran libre pero de nada servía ya que no lograba salir de ese coche blindado. Golpeaba las ventanas pero de nada servía, todo era inútil, nadie podría salvarla en ese momento.

El camino era un poco largo, tan largo que por sus gritos acabaron por amordazarla.

La mansión a donde se dirigían estaba escondida en una finca privada, a su alrededor no había ni una casa, nada. Llegaron en la noche, el mismo hombre que había agarrado a Regina la volvió a coger mientras ella intentaba pedir ayuda. Había un montón de hombres vestidos de negro y solo un par de mujeres que pasarían a ser las sirvientas. Sus ojos buscaban dónde refugiarse pero solo había un montón de rostros serios y fríos e indiferentes.

El individuo recibió la orden y la llevó a rastras al interior de la mansión, sus forcejeos y sus lágrimas habían acabado con la belleza de unas horas, su cabello se había desatado volviendo a ser ese enredado, su maquillaje se había corrido con sus lágrimas.

Pasaron por un salón y subieron las escaleras hasta el segundo piso, abrió una puerta de una recámara y la empujó adentro soltando primero su mordaza.

— ¡ Por favor! No me hagan daño, déjenme ir...— suplicó casi sin voz — Por favor...

El tipo la miró sin ninguna expresión y sin decir nada.

— ¡ Socorro!...— quiso salir del cuarto y el sujeto la empujó, así se cayó al piso, en el que se mantuvo mordiendo su labio — por favor...— suplicó —¿ Por qué estoy aquí?...— preguntó con súplica en la mirada —¿ Quién es el idiota que me quiere aquí?...— gritó y sus ojos se encontraron con los ojos oscuros de ese hombre peculiar.

Él hizo una señal al sujeto que la vigilaba y éste salió sin rechistar. El de los ojos oscuros cerró la puerta, alertando de que lo que venía no iba a ser nada bueno.

— No se acerque...— dijo Regina levantándose torpemente.

El hombre se fue acercando haciendo que Regina fuera retrocediendo sin darse la vuelta.

— No lo haga... Por favor, soy una niña...— suplicó — por favor...— suplicó y se golpeó con la cama, así cayendo en la misma. Se quiso levantar rápidamente pero el sujeto se colocó frente a ella con una mirada fría — Tenga compasión...— dijo ya sin voz.

Él se inclinó hacia ella tomando su mano, ella ante ese acto cerró los ojos como aceptando que no iba a salir de ésta. La miró sin ninguna expresión y soltó su mano trás colocarle una pulsera. Dió unos pasos hacia atrás y Regina abrió los ojos al oír los pasos, se sentó y lo observó.

— Tienes en estas cuatro paredes todo lo que necesitas, no quiero tener que subir por tus gritos...¿ Entiendes?...— habló de una manera fría.

Regina le miró con incredulidad, ¿ Todo lo que necesito?.

Él se volvió para irse y Regina corrió a sujetarlo del brazo. Al sentir eso la miró de una forma extraña.

— ¿ Quiénes usted? ¿ Qué hago aquí?... Quiero ir con...¡ Ah...!— gritó ya que el sujeto hizo que le soltase apretando su muñeca.

— Primera regla: nunca me toques...— apretó la muñeca aún más mientras la miraba fríamente— segunda : nunca me cuestiones — apretó de más

— Me hace daño...— dijo volviendo a llorar.

— Tercera regla : nunca salgas de estas cuatro paredes sin mi permiso — apretó aún más — Cuarta: cuando te hable no me mires directo a los ojos....

— Por favor me hace daño...

— Quinta regla: olvídate de tu familia...— se fijó en el collar que llevaba y se lo arrebató.

— No por favor...— intentó recuperar el collar y el sujeto la empujó al piso — Es de mi mamá...

— No tienes familia...— respondió y salió del cuarto.

Regina se quedó tirada en el piso, llorando sin nada de esperanza. No entendía el porqué estaba ahí ni las palabras de ese témpano. Quería gritar ya que era su manera de aliviar su dolor pero la advertencia o amenaza de ese sujeto le hizo morderse la lengua.

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