4. Ser

— ¿ Sigue igual?— preguntó el de los ojos oscuros a Cedric, su mano derecha, un señor algo viejo pero todavía en forma. Él era el único que entraba a su cuarto.

— No deberías castigarla a la primera...— le dijo con un ceño fruncido.

— Conocía las normas...— respondió quitándose la chaqueta.

— Leíste su información, es desafiante, grosera, a veces llega a ser agresiva y...

— Ahora vive aquí, llevará mi apellido por lo que deberá ser lo que yo quiera que sea...— quitó su arma dejándola sobre la cama.

— El castigo no enseña...

— No se va a revocar...— dijo demandando.

— Bien...— respondió y se alejó de los monitores — Que tengas buena noche...— salió del cuarto cerrando la puerta.

El señor acabó de desvestirse y se dirigió a la ducha. Entró poniendo la elección de agua fría y se quedó sentado bajo esa lluvia falsa, pensando en trivialidades y de vez en cuando en las acciones que él cometía... Salió trás un largo rato con la toalla en la cintura y con otra pequeña secándose el cabello. Se acercó a los monitores y se fijó en la pantalla enorme en la que se veía a Regina tumbada en el piso frío del ático, no lloraba ni mostraba ni una expresión, lo único expresivo ahí era su piel caramelo que se quedaba pálida. Apagó los monitores, se vistió con un traje negro y se subió a su cama, su arma al lado suyo. Todos dormían de esa manera para estar preparados en caso de cualquier cosa que podría ocurrir en la noche.

Cerró los ojos con la intención de dormir. Dió mil vueltas pero nada conseguía que se durmiera. Trás muchos intentos se dió cuenta de que sería otra noche más en la que no podría encender su subconsciente, algo que era normal en él.

Se levantó de nuevo, caminó por el cuarto y acabó parado frente a un gran ventanal desde el que se veía la parte oscura de la Luna a pesar de las nubes que intentaban ocultarla.

En la mañana bajó a desayunar, la mesa como siempre solo tenía colocado un plato. Se sentó y sujetó el café.

— Buenos días...— saludó Cedric.

— Hola...¿ Ya hiciste lo que te encargué?.

— Sí — respondió dejando unos papeles sobre la mesa — todo está aquí...

— ¿ Puso resistencia?— preguntó con una voz fría.

— No...

— Puedes irte...

Cédric se fue y seguido abrió la carpeta de papeles — Jones...

[...]

Ella temblaba en ese punto frío de la casa mientras su cuerpo estaba con una elevada temperatura. Su rostro cubierto de lágrimas estaba tapado por su largo cabello. La fiebre la hacía evadir la situación, jugaba con su mente y de algún modo solo se oía en ese cuarto su pausada respiración, no sollozaba para a fuera, el silencio era preocupante porque ella estaba tranquila y nadie en esa situación lo estaría. Hizo una mezcla entre el vacío que le creaba el frío y la sensación de anhelo para poder divisarse en otro espacio de tiempo en el que podía respirar, respirar hondo bajo la fría lluvia, esa fría pero cálida lluvia que tocaba su cabello y bajaba con lentitud por su cabeza hasta alcanzar su rostro; y sus manos, sus manos tocando cada hoja curvada por el agua... ¿ Cómo no amar la lluvia? Era hermosa.

Su respiración cada vez era más pausada, la angustia volvió a tomar el control y abrió los ojos soltando un ruido que demostraba su miedo... Miró a su alrededor mientras observaba por si estaba sola. El lugar era frío, silencioso, apagado, solo había una bombilla que parecía parpadear... Miró la bombilla y sintió un dolor en los ojos, podía sentir como todo le ardía por dentro y por fuera, su piel se había puesto más blanca y eso ni la preocupaba, solo quería salir.

Con dificultad se sentó apoyándose a una pared de madera pintada de color oscuro. Volvió a observar el cuarto y al ver por un pequeño agujerito un rayo de Sol su llanto se tornó doloroso. Ya había amanecido y seguía ahí amarrada, su padre no había venido a salvarla ni todavía esos secuestradores le habían tomado fotos para pedir dinero o algo... Se sabía el procedimiento por lo que le pasó a su padre un tiempo atrás, recordó como su madre embarazada desesperada y frustrada daba vueltas por la casa con el celular en mano esperando sin casi aliento lo que querían los tipos, no pudo solo recordar el proceso y también se fundió en esa expresión de dolor del rostro de su madre cuando recibió la noticia ¿ Cómo se verá cuando se entere de esto? Se preguntó y se golpeó la cabeza contra la pared mientras se mordía los labios, no tenía que estar en ese punto tan ilógico en el que se encontraba «¿ Cómo he llegado aquí?» se preguntaba eso y mucho más mientras su cabeza era golpeada contra la pared, lo hacía siempre que ya no tenía como definir el dolor que sentía en ciertos momentos y en este sentía un montón de emociones que le destrozaban el alma.

[...]

Cédric caminó hasta la puerta del ático, tocó dos veces y la abrió asomando solo su cabeza para luego saludar con una leve sonrisa.

— Buenos días Regina...— Regina escondió su mirada sin decir nada y solo siguió en su mente desordenada — ¿ Es tu nombre?...— intentó entablar conversación pero a ella ni eso la interesaba — Veo que eres callada...— dijo y se acercó con un vaso de leche — Te traje el desayuno...— ella elevó el rostro y él pudo ver que estaba con una cinta en la boca — Que estúpido, no me dí cuenta...— dijo y le sacó la cinta, cuando la puerta hizo un ruido, él se percató y al voltear pudo ver al de los ojos vacíos, los cuales parecían estar más oscuros que de costumbre — H...

— Sal...— le interrumpió.

— Le traje el desayuno...

— Fuera...— demandó y Cedric salió resignado.

Él avanzó hasta Regina y ésta solo iba retrocediendo hasta tocarse con la fría pared.

— No se acerque...— susurró casi sin voz. Le temblaban las manos y en una de sus inspecciones él lo notó, pero siguió avanzando lentamente hasta quedarse a unos centímetros — No me haga nada...— dijo ella sollozando de nuevo al ver que él se agachaba para estar nivelado a ella. La miró con cautela y seguido sacó sus manos, las cuales tenía antes en el bolsillo. Regina encogió más la piernas, él la miró y solo cogió del suelo la cinta, para después, acortar distancia entre ambos.

Regina no quería pelear para no empeorar la situación por lo que se quedó quieta al ver que solo quería volver a tapar su boca. Él acercó lentamente la cinta hasta encontrarse con su rostro, era difícil ver la boca de Regina por el cabello que ésta había dejado caer en su rostro. Sus cálidos dedos llegaron a rozar una superficie fría, ésto le hizo mirar a Regina detalladamente, aunque sin opinar. Le puso la cinta y se alejó, volviendo a salir y cerrar la puerta.

— No quiero que nadie entre a esa habitación sin mi permiso ¿Entienden?...— le habló al conjunto de guardias que se encontraban ahí.

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