“La tranquilidad no siempre es sinónimo de paz” " y a veces las sombras regresan y te arrastran a la oscuridad"Ambos dormían tranquilos, incluso Héctor no tenía sus típicas pesadillas, Regina le traía paz. El silencio en la casa era sepulcral y la oscuridad más de lo habitual.Margarita se encontraba en el patio trasero esperando a tomar a su niña con la fe de que esos hombres la pudieran separar de Héctor, algo que ella no lograría por si sola.Regina se acercó aún más a Héctor haciendo más grande el abrazo, él al sentir que la pequeña se movía también la abrazó con fuerza. Justo en ese momento se escuchó el ruido que hacía la puerta al abrirse, Héctor no tenía un sueño profundo por lo que se percató aunque ya era tarde para tomar su arma, un arma que no estaba donde debía. Al abrir los ojos tenía a un grupo de hombres apuntando en su dirección. Miró a la pequeña dormida en su pecho, suspiró apenado y volvió la mirada a los hombres.—Tal vez sacaste a Marcos del camino, pero yo vin
— Eras como nuestro hermano... Todos te queríamos...— El amor es una debilidad innecesaria... — respondió en frío. — Mira, lo que haces ahora es por amor, han pasado años y no superas la muerte de Emili... No superas que yo la maté porque debía, no superas que está muerta...Fer lo golpeó con su arma para luego colocarla en su cabeza.— ¡ Cállate!...— Éramos unos niños, supéralo...— No puedo ignorar lo que tú y tu gente nos hicieron, tú me arrebataste la adolescencia...— Te la arrebataste solo al no poder continuar con tu vida...— Y tú si pudiste hacerlo¿ No?... Te juntaste con la gente a la que aborrecías y ahora eres uno de ellos, el favorito...— La vida es una batalla , algunos viven en paz desde su nacimiento hasta su muerte, no conocen el dolor, otros como tú nacen en paz pero algo les empuja a la guerra; y luego están los que son como yo, los que nacimos en un infierno, crecimos en un infierno, maduramos en un infierno y nos convertimos en el diablo...Héctor no perdía la
Nunca se había acostumbrado a ver un cuerpo inerte y ahora veía más de los que debía. Había tanta sangre que el patio parecía pintado de rojo.—¿ Héctor?...— dijo con miedo.Pasó al lado de Fer, éste estaba tirado en el piso, tenía un hueco de bala en la frente al igual que muchos de los agentes. Inconscientemente una sonrisa se formó en sus labios, la cual desapareció al ver de lejos a Héctor tirado en el piso, tal vez peor que Fer. Corrió a él y se agachó viendo con miedo sus heridas.—¿ Héctor?...— Pequeña...— susurró pesadamente.— Héctor...— sujetó su mano, se estaba poniendo fría — No te duermas...— Es hora de dormir...— su voz era muy tenue.— No —dijo en medio de una sonrisa — ya casi salió el Sol...— sus ojos se encontraron con los del gris oscuro y ambos sintieron esa conexión — Siento lo de Margarita...— dijo en una voz suave, dulce y tenue — Tenías razón, no se puede confiar en nadie ...— Héctor le regaló otra sonrisa amarga pensando en Selena — Tienes una linda sonrisa.
Volar, antes soñaba con ser un pájaro y volar, con obtener mi libertad, ser tan libre como nadie nunca lo fué, libre de recuerdos, libre de imágenes, de títulos, libre de él.Ahora¿ Que hace un pájaro libre que se acostumbró a la jaula? No por amor a su dueño sino porque ya nada le espera fuera de ésta, solo el viento frío y él ya no sabe batir las alas?¿ Qué hace un pájaro herido? ¿ A dónde irá si existe una jaula aún más grande que limita su intento de vuelo?No me enamoré de él, no podría. No sufrí de Estocolmo, estoy segura, solo me acostumbré aunque no de la misma forma que las demás, yo no tuve la misma suerte que las demás. Me acostumbré a que me mirase con esa frialdad que iba acompañada por el deseo, me acostumbré a abrazarlo inconscientemente, a verlo dormir, a soñar con asesinarlo, a pensar en si me vería bien... No me acostumbré a sus palizas ni a sus gritos pero me acostumbré.Hace un año que llegué a este lugar, hace un año dejé de ser una niña inocente, hace un año me
Era una tarde de abril, una muy lluviosa, Regina, nuestra protagonista, había llegado algo mojada a la casa. Entró escurriendo su largo cabello marrón madera, algo peculiar, mojando así el piso. - Señorita Regina...- le llamó la atención Margarita, una de las sirvientas. - Lo siento...- dijo sonriendo - necesitaba quitarme el agua - se acercó a ella - tranquila, ahora mismo voy a por la fregona y lo limpio... - No...- dijo negándose rotundamente - mejor se cambia y va al despacho de su padre, el señor quiere verte...- dijo con una seriedad algo extraña. - ¿ Papá está aquí?... - Sí - hizo una pausa - llegó hace un rato... - Ah...- le dió un beso en la mejilla - bajo en un rato...- se volvió para caminar. - Ah... Ponte elegante cuando bajes a cenar - dijo Margarita cogiendo un vestido de uno de los percheros de la entrada. -¿ Y esto? - Tu padre insistió en que te lo pusieras, no es negociable...- se lo entregó. - Es muy largo...- se quejó. - No es largo, es elegante...- solt
Regina no paraba de pelear con esos gorilas porque la dejaran libre pero de nada servía ya que no lograba salir de ese coche blindado. Golpeaba las ventanas pero de nada servía, todo era inútil, nadie podría salvarla en ese momento. El camino era un poco largo, tan largo que por sus gritos acabaron por amordazarla. La mansión a donde se dirigían estaba escondida en una finca privada, a su alrededor no había ni una casa, nada. Llegaron en la noche, el mismo hombre que había agarrado a Regina la volvió a coger mientras ella intentaba pedir ayuda. Había un montón de hombres vestidos de negro y solo un par de mujeres que pasarían a ser las sirvientas. Sus ojos buscaban dónde refugiarse pero solo había un montón de rostros serios y fríos e indiferentes. El individuo recibió la orden y la llevó a rastras al interior de la mansión, sus forcejeos y sus lágrimas habían acabado con la belleza de unas horas, su cabello se había desatado volviendo a ser ese enredado, su maquillaje se había c
Nuestro gris oscuro caminó por esa mansión tan fría hasta llegar a su habitación, en la que tenía su despacho más que personal. Su habitación estaba pintada de marrón oscuro, con un montón de libros y una cama, algo sencilla al igual que la misma habitación. Se sentó en su escritorio prendiendo el conjunto de ordenadores que en éste se encontraban. Se centró en una pantalla desde la que se veía a Regina tirada en el piso, no hizo ningún acto compasivo y solo trás un rato descolgó el teléfono. — Lleve algo de comer...— dijo y colgó, volviendo a poner su mirada en la pantalla, dándose cuenta que todavía sujetaba el collar que la había arrancado, miró la papelera que tenía al lado y sin más lo echó. Marta, una de las sirvientas le llevó la comida a Regina, entró y se acercó a ella dejando la bandeja en le piso. — Ahí tiene su cena...— dijo y quiso salir cuando escuchó un ruido provocado por Regina, se dió la vuelta y vió que todo estaba en el piso — Señorita...— quiso ace
— ¿ Sigue igual?— preguntó el de los ojos oscuros a Cedric, su mano derecha, un señor algo viejo pero todavía en forma. Él era el único que entraba a su cuarto. — No deberías castigarla a la primera...— le dijo con un ceño fruncido. — Conocía las normas...— respondió quitándose la chaqueta. — Leíste su información, es desafiante, grosera, a veces llega a ser agresiva y... — Ahora vive aquí, llevará mi apellido por lo que deberá ser lo que yo quiera que sea...— quitó su arma dejándola sobre la cama. — El castigo no enseña... — No se va a revocar...— dijo demandando. — Bien...— respondió y se alejó de los monitores — Que tengas buena noche...— salió del cuarto cerrando la puerta. El señor acabó de desvestirse y se dirigió a la ducha. Entró poniendo la elección de agua fría y se quedó sentado bajo esa lluvia falsa, pensando en trivialidades y de vez en cuando en las acciones que él cometía... Salió trás un largo rato con la toalla en la cintura y con otra pequeña secánd