LOS DIBUJOS DE ANTONIO.

Estefanía.

   Fueron mis nervios lo que produjeron que escuchara ruidos. Era consciente de que Rodolfo no tenía cabeza para examinar el pasadizo, su mente estaba concentrada en la muerte aparente de ese demonio con largos colmillos. El recuerdo de Joaquina me cogió desprevenida; la echaba de menos y no había ningún día en el que no me preguntara si ella estaría bien, al igual que no había ningún día en el que no le pidiera a Dios y a mi madrina que la protegieran. ¡Cuánta falta me hacía su compañía! De estar cerca mi carga sería más llevadera. Dejé a un lado mi nostalgia y recordé la muerte de Lilian; tenía que llenarme de valor y hablar con el sacerdote Arístides, pero antes debía averiguar cómo acceder por esa puerta que tenía grabada la misma marca que le salía

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