NO PUEDO CONTROLAR MI IRA.

Con el impacto quedé mareado y algo aturdido, pero no acepté la derrota. Un denso humo se fue esparciendo por el espacio envolviéndome. Ese humo me obstaculizó la visión, hasta que recordé su nombre. Mi mente lo invocó sin necesidad de yo pedirlo. Ella, la otra parte de mi corazón, me impulsó a continuar luchando ¡Debía hacerlo! Tenía que llegar a Estefanía. La piel me dolía por no poder tocarla. Ahí, su figura casi fantasmagórica se hizo visible, volviéndose mi guía, jalándome como si volara.

  No sé cómo diablos lo logré, lo cierto era que estaba en lo más alto del bosque. Divisé un claro

   —¡No voy a dejar que me coma el diablo! —exclamé; me elevé por los aires y comencé a saltar entre las ramas. Un rayo rojizo arrancó una

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