Con un gesto decidido, Amanda abandonó la cocina y se dirigió hacia la sala principal. Los dos hombres se quedaron solos en la cocina, Tomás, intentando romper la tensión, extendió una bolsa blanca que traía en sus manos hacia Lyam.—Son las medicinas de la señorita Rondón —informó con seriedad.Lyam tomó la bolsa con rapidez y asintió agradecido.—Me retiraré; que tengan buenas noches —dijo Tomás antes de dirigirse hacia la puerta.Cuando Lyam regresó a la sala principal, se encontró con una imagen tranquila: Amanda observaba a Tessa, quien estaba distraída mirando las fotos familiares que reposaban en las vitrinas. La expresión de Amanda era curiosa, casi nostálgica, lo que llamó la atención de Lyam.Finalmente, Amanda, sintiendo la presencia de su hijo, aclaró la garganta para llamar la atención de ambos.—Señorita Rondón —dijo con un tono firme pero amable—, acompáñeme.Tessa levantó la vista, asintió con una sonrisa y siguió a Amanda escaleras arriba hacia el segundo piso. La cas
Xaddiel abrió los ojos como platos, como si acabara de recordar algo trascendental. Su voz estalló con entusiasmo—: ¡Eso! —exclamó tan fuerte que Amanda sobresaltó justo antes de llevarse un bocado a la boca. Con una mirada cómplice hacia su madre, Xaddiel declaró emocionado—: Es verdad, a Kevin le gusta una chica. —sus palabras resonaron en la mesa y llenaron el espacio de intriga y risas. Lyam arqueó las cejas, incrédulo—: ¿Cómo estás tan seguro de eso? —su tono era una mezcla de sorpresa y escepticismo.Xaddiel, con una sonrisa astuta en el rostro, respondió—: Siempre visito el bufete de Kevin cuando quiero que me ayude con mis tareas. —su voz era segura y llena de confianza. Luego, continuó—: Hace algunos días que lo visité y noté que estaba algo distraído. Me contó que conoció a una chica en una cafetería que está cerca del bufete. Se veía muy emocionado.Amanda, se inclinó hacia adelante con interés—: ¿Te dijo cómo se llama?Xaddiel sacudió la cabeza, su expresión un p
—¡Teressa, eres una gorda y fea!—¡Teressa, la tarada!—¡Nadie te quiere porque eres tan gorda como un tanque de guerra!—¡Y tan grasosa como un maldito cerdo! —la empujaron con desprecio.A pesar de ser mayores de edad, los jóvenes eran crueles. Tessa estaba acostumbrada a esto; toda su vida había sido así.Con esfuerzo, se levantó. Sus piernas le dolían como si estuvieran hechas de plomo. Se sacudió el polvo de su ropa y se acomodó la camiseta, tratando de recuperar un poco de dignidad.Tomó su mochila y se la colgó del hombro, sintiendo el peso de las burlas en su corazón. Con un suspiro, ajustó sus lentes, que milagrosamente no se habían roto esta vez. Provisionalmente los llevaba sujetos con cinta hasta que pudiera comprarse unos nuevos.El timbre sonó, marcando el inicio de la clase, y vio a su amiga Mónica esperándola en la entrada.—No me digas —dijo Mónica con una expresión molesta—. ¿Te volvieron a molestar esos inútiles?Teressa no respondió.Mónica resopló irritada y conti
Con esas palabras despectivas resonando en su mente, Deghar volvió a su sillón como si nada hubiera pasado. Tessa quedó paralizada por un momento. La humillación y el dolor la envolvieron como una sombra.Dejó escapar una lágrima, y subió a su habitación. Cada gota que caía parecía llevarse un poco de su tristeza, pero el remordimiento la seguía acechando. En su armario, buscó un pequeño cofre que tenía bajo llave, y al abrirlo, el brillo del dinero que había ahorrado se tornó opaco ante su culpa. Ese dinero era para ir a las empresas Lambert.Los Lambert eran titanes en la ciudad de Londres; personas tan poderosas que controlaban casi todos los aspectos de la vida allí. Eran los dueños de Inglaterra: hoteles majestuosos, clínicas de prestigio, bares llenos de vida, clubes exclusivos y colegios reconocidos, incluido el mismo lugar donde ella estudiaba. La idea de no poder formar parte de esa élite profesional la llenaba de desesperanza.Mientras se duchaba, no podía escapar del pensam
Mónica no pudo contener su sorpresa, sintiendo cómo su corazón se encogía.—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! ¡Eras la más emocionada en esto, Tessa! —exclamó, su voz llena de incredulidad y frustración.La respuesta de Tessa llegó como un susurro quebrado—: Gasté el dinero... comprando la comida de la semana. —la tristeza en sus ojos era palpable.La furia brotó en Mónica—: ¡Mal nacidos! ¿Acaso tú quién eres para mantenerlos? —las palabras salieron de su boca como una explosión; no podía soportar ver a su amiga atrapada en esa situación tan injusta.Pero las lágrimas comenzaron a caer del rostro de Tessa, y con ellas se desbordaron todas las emociones reprimidas.—Por eso fue que me pegaron —dijo, su voz temblorosa—, el dinero que tenía ni siquiera alcanzó para todo lo que estaba en la lista. Dije unas palabras que eran verdades y me golpearon hasta sacarme el aire.El corazón de Mónica se rompió al escuchar esas palabras. La impotencia y el dolor por lo que estaba viviendo su amiga llenaron sus o
El ambiente en el último piso era tenso pero electrizante. Las paredes estaban decoradas con obras de arte contemporáneo y el aire olía a éxito y ambición.Felicia, que observaba desde una esquina, fruncía el ceño. La frustración burbujeaba dentro de ella mientras veía cómo Tessa se llevaba las miradas y los elogios por su conocimiento. En su mente, comenzó a tramar un plan que podría cambiar la dinámica del grupo y devolverle el protagonismo que sentía le pertenecía.Con una sonrisa astuta curvando sus labios, Felicia se acercó sigilosamente a Tessa mientras Tomás seguía hablando sobre la importancia de la organización en el trabajo del CEO. En un movimiento rápido e inesperado, Felicia extendió su pie y lo colocó justo en el camino de Tessa, quien no tuvo tiempo para reaccionar.El impacto fue inmediato. Tessa perdió el equilibrio y cayó hacia adelante, aterrizando justo al lado del escritorio de la asistente presidencial. Los documentos importantes que estaban organizados meticulos
Tessa había sido atendida, y mientras Lyam esperaba en el pasillo de la clínica, un aire tenso lo rodeaba. Las paredes estaban pintadas de un blanco impoluto, pero la luz fría del fluorescente parecía hacer que todo se sintiera estéril y distante. Los ecos de murmullos lejanos y el suave sonido de pasos resonaban en el pasillo, creando un ambiente que se sentía a la vez opresivo y solitario.Al verla con la nariz vendada, su mirada se posó en su mejilla marcada, y su rostro sereno se tornó ceñudo. Había algo profundamente perturbador en esa fragilidad que Tessa emanaba; la forma en que sus ojos evitaban el contacto directo, como si temiera que cualquier mirada pudiera desnudara su dolor oculto.Tessa entrelazó sus manos, sintiendo cómo la vergüenza la envolvía como una manta pesada. Con voz temblorosa dijo—: Agradezco su ayuda, señor Lambert.Lyam asintió con indiferencia, pero había un destello de algo más en su mirada; una curiosidad oscura que no podía ocultar. Su voz fue como un h
Tessa lo siguió sin protestar, su mirada fija en el suelo mientras caminaban hacia el auto. La distancia entre ellos parecía cargada de palabras no dichas.Una vez dentro del vehículo, Lyam encendió el motor con un suave giro de llave. El sonido del motor llenó el silencio, pero él se quedó mirando al frente durante cinco segundos que se sintieron como una eternidad. El interior del auto era oscuro y acogedor, lo que contrastaba con la personalidad de LyamFinalmente, giró su cabeza hacia Tessa, todavía absorta en su bebida gaseosa. Con un tono directo pero suave, le preguntó:—¿Dónde vives, niña?La pregunta flotó entre ellos como una invitación a abrirse.Tessa parpadeó, como si despertara de un trance, y lo miró con una mezcla de sorpresa y vulnerabilidad—: ¿Para qué quiere saberlo?—Es para saber si tu casa queda de paso a la empresa, así te dejo allá —dijo Lyam, intentando sonar práctico.Tessa resopló, dejando escapar el aire de sus pulmones con un gesto que reflejaba su descont