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REFLEJOS DE UN SUEÑO
REFLEJOS DE UN SUEÑO
Por: Yoss
CAPÍTULO 1: CADENAS DE DESESPERANZA

—¡Teressa, eres una gorda y fea!

—¡Teressa, la tarada!

—¡Nadie te quiere porque eres tan gorda como un tanque de guerra!

—¡Y tan grasosa como un maldito cerdo! —la empujaron con desprecio.

A pesar de ser mayores de edad, los jóvenes eran crueles. Tessa estaba acostumbrada a esto; toda su vida había sido así.

Con esfuerzo, se levantó. Sus piernas le dolían como si estuvieran hechas de plomo. Se sacudió el polvo de su ropa y se acomodó la camiseta, tratando de recuperar un poco de dignidad.

Tomó su mochila y se la colgó del hombro, sintiendo el peso de las burlas en su corazón. Con un suspiro, ajustó sus lentes, que milagrosamente no se habían roto esta vez. Provisionalmente los llevaba sujetos con cinta hasta que pudiera comprarse unos nuevos.

El timbre sonó, marcando el inicio de la clase, y vio a su amiga Mónica esperándola en la entrada.

—No me digas —dijo Mónica con una expresión molesta—. ¿Te volvieron a molestar esos inútiles?

Teressa no respondió.

Mónica resopló irritada y continuó—: Tessa, ¿hasta cuándo vas a soportar tanto bullying? ¡Debes enojarte y decirles las verdades en su cara!

Teressa, con la mirada fija en el suelo, murmuró—: ¿Para qué? Al final solo se burlarán más de mí.

La preocupación de Mónica crecía. Su mejor amiga era una joven frágil tanto en cuerpo como en alma; cada bocado ocultaba su dolor, lo que había resultado en sobrepeso.

Mientras caminaban por el pasillo hacia el aula, conversaban sobre tareas y cosas “nerds”: libros nuevos, episodios recientes de series románticas.

A pesar del dolor que llevaba dentro, Tessa siempre trataba de mantener una sonrisa; su optimismo era su refugio.

De repente, un bullicio irrumpió desde la entrada de la universidad. Tessa dio vuelta y su corazón latió con fuerza.

Era él: Erick Vélez.

El chico popular de la universidad siempre atraía miradas; alto, musculoso, con una sonrisa encantadora y un cabello perfectamente cuidado. Su familia era rica y estaba acompañado por la chica más hermosa del campus.

Erick sonreía a todos, incluso a Tessa. Su manera amable de tratar a todos hizo que ella se enamorara perdidamente.

Ambos estudiaban la misma carrera; él lo hacía por obligación, ya que al cumplir la mayoría de edad debía hacerse cargo de la empresa familiar. En cambio, Tessa había elegido esa carrera porque amaba los números.

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Soy Tessa, una chica de diecinueve años que vive atrapada en un mundo que parece no tener color. Mis días se deslizan entre la rutina de estudiar en la universidad y las responsabilidades que me imponen en casa. A menudo me miro al espejo y veo a una chica común y corriente, pero con un corazón lleno de sueños que parecen inalcanzables.

Mis ojos azules son lo único que resalta en un rostro marcado por el acné y cubierto por una capa de inseguridad. Uso brackets y lentes, lo que me hace sentir como la típica nerd de las novelas románticas que devoro en mis noches solitarias. Sin embargo, a diferencia de esas historias de amor perfectas, mi vida es un verdadero caos.

Desde que tengo memoria, he vivido con la sombra del abandono. Mi padre biológico decidió dejarme antes incluso de nacer, y mi madre tuvo que luchar sola para salir adelante. Todo parecía ir bien hasta que ella se casó con mi padrastro. Al principio, él parecía amable, pero todo cambió cuando cumplí quince años. Esa noche marcó un antes y un después en mi vida.

Desde entonces, me siento como la cenicienta moderna, atrapada entre exigencias y falta de amor. Mis días son una mezcla de limpiar, cocinar y hacer tareas del hogar, mientras mis padres se olvidan de mi bienestar emocional. A menudo me encuentro al borde del abismo, sintiendo que no puedo más. Pero hay una luz en medio de la oscuridad: mi amiga Mónica. Ella ha sido mi roca, empujándome a seguir adelante a pesar del dolor.

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En el aula, en la clase cuatro donde estaba Tessa, todos estaban presentando un examen. Ella estaba muy concentrada, escribiendo lo que tanto se esmeró en estudiar, cuando de repente sintió como algo chocaba suavemente con su cabeza y caía sobre su pupitre.

Era una nota que decía: «He estado tan ocupado ayudando a mi padre en la empresa que no me dio tiempo de estudiar, ¿me ayudas?»

La nota no decía quién era, pero Tessa reconoció esa letra al instante. Levantó la vista y vio a Erick mirándola de reojo; él sonrió y le guiñó el ojo.

Tessa asintió con una sonrisa y terminó su examen rápidamente. Copió las respuestas en otra hoja para que no fueran iguales a las de su examen original y se levantó del pupitre.

Erick estaba nervioso, temiendo que ella no lo fuera a ayudar. Algunos chicos también se levantaron, incluyendo a Tessa. Hicieron una fila para entregar sus exámenes y ella aprovechó para darle la hoja a Erick, quien inmediatamente sonrió al recibirla.

Tessa respiró aliviada cuando salió del aula.

Mientras caminaba por el largo pasillo, Mónica la alcanzó a paso veloz y le preguntó con picardía: —¿Qué hiciste?

Tessa la miró y sonrió de lado antes de responderle: —Él me pidió ayuda, ¿cómo decirle que no? Quizás más adelante me devuelva el favor.

—¿Y más o menos qué favor? ¿Una cita? Como si Felicia fuera a permitirlo —se burló Mónica.

Tessa no pudo evitar arquear las cejas con indiferencia: —De todas maneras, es imposible que me pida una cita.

Continuaron con sus chismes hasta que llegaron a la cafetería de la universidad, repasando la temática de la próxima clase.

—Hola.

Esa voz hizo que el corazón de Tessa latiera a mil. Volteó con vergüenza mientras sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas.

—¿Puedo sentarme? —preguntó Erick acercándose.

Tessa, que quería que se la tragara la tierra en ese momento, y con tartamudeos le respondió—: Claro. La mesa es muy grande. —le esbozó una sonrisa.

Erick se sienta al lado de Tessa con mucha confianza y le dice—: Te agradezco por haberme salvado este día, estoy en deuda.

—No hay problema. —le respondió de inmediato.

Él le sonrió con gentileza y quiso poner un tema de conversación—: Dime Teressa, ¿tú también vas a heredar una empresa y por eso te esmeras tanto en subir tus calificaciones?

Ella no podía mirarlo fijamente a los ojos, por lo que le respondía mirando al frente—: Ehh... ¡no! Solo lo hago porque me gusta, y los números me entretienen. —sonrió nerviosa.

Erick arqueó las cejas en señal de sorpresa—: ¡Wow! Quisiera poder ser así.

La atmósfera en la mesa se tornó incómoda cuando las personas desagradables interrumpieron con sus comentarios de mal gusto—: Vaya Erick, ¿ahora te metiste a la guerra?

Erick, confundido, miró a su alrededor y preguntó—: ¿Guerra?

—Sí, ¿y ese tanque de guerra que tienes a tu lado? —burló uno de ellos, señalando a Tessa.

Erick se giró hacia Tessa, quien parecía querer desaparecer en ese momento. Su rostro se sonrojó aún más y desvió la mirada.

Con una sonrisa desafiante, Erick respondió—: ¿Te parece que Tessa es un tanque de guerra? Tal vez deberías mirar más allá de tu propia ignorancia.

Las risas se apagaron un poco, sorprendidos por la respuesta directa de Erick. Tessa sintió una mezcla de agradecimiento y sorpresa por su defensa.

Uno de los chicos intentó minimizar la situación—: Vamos, Erick, solo estábamos bromeando.

—¿Bromas? —replicó Erick—. No creo que eso sea gracioso.

Tessa finalmente reunió el valor para mirar a Erick y murmuró—: Gracias.

Erick le sonrió, y aunque la tensión en el ambiente seguía presente, el apoyo que sentía de él le dio un poco más de confianza.

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Tessa llegó a casa después de una larga jornada. El timbre de salida había sonado y, al entrar, se encontró con su padrastro, Deghar, sentado en el sillón, absorto en la televisión. Con su voz áspera y llena de desdén, Deghar le dijo—: Oye mocosa, tu madre dejó una lista de las cosas que debes comprar en el supermercado.

Tessa asintió y se dirigió a la cocina, donde una larga lista estaba pegada en la nevera. Al observarla, notó que faltaba algo fundamental—: ¿Y dónde está el dinero?

Deghar la miró con irritación y le preguntó—: ¿Cuál dinero?

Ella lo miró incrédula y le respondió—: ¿El dinero con el que voy a comprar todas estas cosas?

Con una risa burlona, él replicó—: Pues, de tu dinero, ¿de cuál más?

Tessa resopló y, con un tono de mala gana, le dijo—: ¡No tengo dinero! El poco que tengo reunido es para ir a la excursión de las empresas Lambert.

La paciencia de Deghar se colmó en ese momento. Se levantó del sillón con furia y, en un instante brutal, Tessa sintió el impacto de su bofetada.

—¡Perra! ¿Nunca tienes modales para hablar? ¿Para qué trabajas en esa maldita cafetería si no vas a aportar nada a la casa? No es mi problema; tu madre dijo que vas a comprar todo eso que está allí y punto.

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