—¡Teressa, eres una gorda y fea!
—¡Teressa, la tarada!
—¡Nadie te quiere porque eres tan gorda como un tanque de guerra!
—¡Y tan grasosa como un maldito cerdo! —la empujaron con desprecio.
A pesar de ser mayores de edad, los jóvenes eran crueles. Tessa estaba acostumbrada a esto; toda su vida había sido así.
Con esfuerzo, se levantó. Sus piernas le dolían como si estuvieran hechas de plomo. Se sacudió el polvo de su ropa y se acomodó la camiseta, tratando de recuperar un poco de dignidad.
Tomó su mochila y se la colgó del hombro, sintiendo el peso de las burlas en su corazón. Con un suspiro, ajustó sus lentes, que milagrosamente no se habían roto esta vez. Provisionalmente los llevaba sujetos con cinta hasta que pudiera comprarse unos nuevos.
El timbre sonó, marcando el inicio de la clase, y vio a su amiga Mónica esperándola en la entrada.
—No me digas —dijo Mónica con una expresión molesta—. ¿Te volvieron a molestar esos inútiles?
Teressa no respondió.
Mónica resopló irritada y continuó—: Tessa, ¿hasta cuándo vas a soportar tanto bullying? ¡Debes enojarte y decirles las verdades en su cara!
Teressa, con la mirada fija en el suelo, murmuró—: ¿Para qué? Al final solo se burlarán más de mí.
La preocupación de Mónica crecía. Su mejor amiga era una joven frágil tanto en cuerpo como en alma; cada bocado ocultaba su dolor, lo que había resultado en sobrepeso.
Mientras caminaban por el pasillo hacia el aula, conversaban sobre tareas y cosas “nerds”: libros nuevos, episodios recientes de series románticas.
A pesar del dolor que llevaba dentro, Tessa siempre trataba de mantener una sonrisa; su optimismo era su refugio.
De repente, un bullicio irrumpió desde la entrada de la universidad. Tessa dio vuelta y su corazón latió con fuerza.
Era él: Erick Vélez.
El chico popular de la universidad siempre atraía miradas; alto, musculoso, con una sonrisa encantadora y un cabello perfectamente cuidado. Su familia era rica y estaba acompañado por la chica más hermosa del campus.
Erick sonreía a todos, incluso a Tessa. Su manera amable de tratar a todos hizo que ella se enamorara perdidamente.
Ambos estudiaban la misma carrera; él lo hacía por obligación, ya que al cumplir la mayoría de edad debía hacerse cargo de la empresa familiar. En cambio, Tessa había elegido esa carrera porque amaba los números.
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Soy Tessa, una chica de diecinueve años que vive atrapada en un mundo que parece no tener color. Mis días se deslizan entre la rutina de estudiar en la universidad y las responsabilidades que me imponen en casa. A menudo me miro al espejo y veo a una chica común y corriente, pero con un corazón lleno de sueños que parecen inalcanzables.
Mis ojos azules son lo único que resalta en un rostro marcado por el acné y cubierto por una capa de inseguridad. Uso brackets y lentes, lo que me hace sentir como la típica nerd de las novelas románticas que devoro en mis noches solitarias. Sin embargo, a diferencia de esas historias de amor perfectas, mi vida es un verdadero caos.
Desde que tengo memoria, he vivido con la sombra del abandono. Mi padre biológico decidió dejarme antes incluso de nacer, y mi madre tuvo que luchar sola para salir adelante. Todo parecía ir bien hasta que ella se casó con mi padrastro. Al principio, él parecía amable, pero todo cambió cuando cumplí quince años. Esa noche marcó un antes y un después en mi vida.
Desde entonces, me siento como la cenicienta moderna, atrapada entre exigencias y falta de amor. Mis días son una mezcla de limpiar, cocinar y hacer tareas del hogar, mientras mis padres se olvidan de mi bienestar emocional. A menudo me encuentro al borde del abismo, sintiendo que no puedo más. Pero hay una luz en medio de la oscuridad: mi amiga Mónica. Ella ha sido mi roca, empujándome a seguir adelante a pesar del dolor.
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En el aula, en la clase cuatro donde estaba Tessa, todos estaban presentando un examen. Ella estaba muy concentrada, escribiendo lo que tanto se esmeró en estudiar, cuando de repente sintió como algo chocaba suavemente con su cabeza y caía sobre su pupitre.
Era una nota que decía: «He estado tan ocupado ayudando a mi padre en la empresa que no me dio tiempo de estudiar, ¿me ayudas?»
La nota no decía quién era, pero Tessa reconoció esa letra al instante. Levantó la vista y vio a Erick mirándola de reojo; él sonrió y le guiñó el ojo.
Tessa asintió con una sonrisa y terminó su examen rápidamente. Copió las respuestas en otra hoja para que no fueran iguales a las de su examen original y se levantó del pupitre.
Erick estaba nervioso, temiendo que ella no lo fuera a ayudar. Algunos chicos también se levantaron, incluyendo a Tessa. Hicieron una fila para entregar sus exámenes y ella aprovechó para darle la hoja a Erick, quien inmediatamente sonrió al recibirla.
Tessa respiró aliviada cuando salió del aula.
Mientras caminaba por el largo pasillo, Mónica la alcanzó a paso veloz y le preguntó con picardía: —¿Qué hiciste?
Tessa la miró y sonrió de lado antes de responderle: —Él me pidió ayuda, ¿cómo decirle que no? Quizás más adelante me devuelva el favor.
—¿Y más o menos qué favor? ¿Una cita? Como si Felicia fuera a permitirlo —se burló Mónica.
Tessa no pudo evitar arquear las cejas con indiferencia: —De todas maneras, es imposible que me pida una cita.
Continuaron con sus chismes hasta que llegaron a la cafetería de la universidad, repasando la temática de la próxima clase.
—Hola.
Esa voz hizo que el corazón de Tessa latiera a mil. Volteó con vergüenza mientras sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas.
—¿Puedo sentarme? —preguntó Erick acercándose.
Tessa, que quería que se la tragara la tierra en ese momento, y con tartamudeos le respondió—: Claro. La mesa es muy grande. —le esbozó una sonrisa.
Erick se sienta al lado de Tessa con mucha confianza y le dice—: Te agradezco por haberme salvado este día, estoy en deuda.
—No hay problema. —le respondió de inmediato.
Él le sonrió con gentileza y quiso poner un tema de conversación—: Dime Teressa, ¿tú también vas a heredar una empresa y por eso te esmeras tanto en subir tus calificaciones?
Ella no podía mirarlo fijamente a los ojos, por lo que le respondía mirando al frente—: Ehh... ¡no! Solo lo hago porque me gusta, y los números me entretienen. —sonrió nerviosa.
Erick arqueó las cejas en señal de sorpresa—: ¡Wow! Quisiera poder ser así.
La atmósfera en la mesa se tornó incómoda cuando las personas desagradables interrumpieron con sus comentarios de mal gusto—: Vaya Erick, ¿ahora te metiste a la guerra?
Erick, confundido, miró a su alrededor y preguntó—: ¿Guerra?
—Sí, ¿y ese tanque de guerra que tienes a tu lado? —burló uno de ellos, señalando a Tessa.
Erick se giró hacia Tessa, quien parecía querer desaparecer en ese momento. Su rostro se sonrojó aún más y desvió la mirada.
Con una sonrisa desafiante, Erick respondió—: ¿Te parece que Tessa es un tanque de guerra? Tal vez deberías mirar más allá de tu propia ignorancia.
Las risas se apagaron un poco, sorprendidos por la respuesta directa de Erick. Tessa sintió una mezcla de agradecimiento y sorpresa por su defensa.
Uno de los chicos intentó minimizar la situación—: Vamos, Erick, solo estábamos bromeando.
—¿Bromas? —replicó Erick—. No creo que eso sea gracioso.
Tessa finalmente reunió el valor para mirar a Erick y murmuró—: Gracias.
Erick le sonrió, y aunque la tensión en el ambiente seguía presente, el apoyo que sentía de él le dio un poco más de confianza.
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Tessa llegó a casa después de una larga jornada. El timbre de salida había sonado y, al entrar, se encontró con su padrastro, Deghar, sentado en el sillón, absorto en la televisión. Con su voz áspera y llena de desdén, Deghar le dijo—: Oye mocosa, tu madre dejó una lista de las cosas que debes comprar en el supermercado.
Tessa asintió y se dirigió a la cocina, donde una larga lista estaba pegada en la nevera. Al observarla, notó que faltaba algo fundamental—: ¿Y dónde está el dinero?
Deghar la miró con irritación y le preguntó—: ¿Cuál dinero?
Ella lo miró incrédula y le respondió—: ¿El dinero con el que voy a comprar todas estas cosas?
Con una risa burlona, él replicó—: Pues, de tu dinero, ¿de cuál más?
Tessa resopló y, con un tono de mala gana, le dijo—: ¡No tengo dinero! El poco que tengo reunido es para ir a la excursión de las empresas Lambert.
La paciencia de Deghar se colmó en ese momento. Se levantó del sillón con furia y, en un instante brutal, Tessa sintió el impacto de su bofetada.
—¡Perra! ¿Nunca tienes modales para hablar? ¿Para qué trabajas en esa maldita cafetería si no vas a aportar nada a la casa? No es mi problema; tu madre dijo que vas a comprar todo eso que está allí y punto.
Con esas palabras despectivas resonando en su mente, Deghar volvió a su sillón como si nada hubiera pasado. Tessa quedó paralizada por un momento. La humillación y el dolor la envolvieron como una sombra.Dejó escapar una lágrima, y subió a su habitación. Cada gota que caía parecía llevarse un poco de su tristeza, pero el remordimiento la seguía acechando. En su armario, buscó un pequeño cofre que tenía bajo llave, y al abrirlo, el brillo del dinero que había ahorrado se tornó opaco ante su culpa. Ese dinero era para ir a las empresas Lambert.Los Lambert eran titanes en la ciudad de Londres; personas tan poderosas que controlaban casi todos los aspectos de la vida allí. Eran los dueños de Inglaterra: hoteles majestuosos, clínicas de prestigio, bares llenos de vida, clubes exclusivos y colegios reconocidos, incluido el mismo lugar donde ella estudiaba. La idea de no poder formar parte de esa élite profesional la llenaba de desesperanza.Mientras se duchaba, no podía escapar del pensam
Mónica no pudo contener su sorpresa, sintiendo cómo su corazón se encogía.—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! ¡Eras la más emocionada en esto, Tessa! —exclamó, su voz llena de incredulidad y frustración.La respuesta de Tessa llegó como un susurro quebrado—: Gasté el dinero... comprando la comida de la semana. —la tristeza en sus ojos era palpable.La furia brotó en Mónica—: ¡Mal nacidos! ¿Acaso tú quién eres para mantenerlos? —las palabras salieron de su boca como una explosión; no podía soportar ver a su amiga atrapada en esa situación tan injusta.Pero las lágrimas comenzaron a caer del rostro de Tessa, y con ellas se desbordaron todas las emociones reprimidas.—Por eso fue que me pegaron —dijo, su voz temblorosa—, el dinero que tenía ni siquiera alcanzó para todo lo que estaba en la lista. Dije unas palabras que eran verdades y me golpearon hasta sacarme el aire.El corazón de Mónica se rompió al escuchar esas palabras. La impotencia y el dolor por lo que estaba viviendo su amiga llenaron sus o
El ambiente en el último piso era tenso pero electrizante. Las paredes estaban decoradas con obras de arte contemporáneo y el aire olía a éxito y ambición.Felicia, que observaba desde una esquina, fruncía el ceño. La frustración burbujeaba dentro de ella mientras veía cómo Tessa se llevaba las miradas y los elogios por su conocimiento. En su mente, comenzó a tramar un plan que podría cambiar la dinámica del grupo y devolverle el protagonismo que sentía le pertenecía.Con una sonrisa astuta curvando sus labios, Felicia se acercó sigilosamente a Tessa mientras Tomás seguía hablando sobre la importancia de la organización en el trabajo del CEO. En un movimiento rápido e inesperado, Felicia extendió su pie y lo colocó justo en el camino de Tessa, quien no tuvo tiempo para reaccionar.El impacto fue inmediato. Tessa perdió el equilibrio y cayó hacia adelante, aterrizando justo al lado del escritorio de la asistente presidencial. Los documentos importantes que estaban organizados meticulos
Tessa había sido atendida, y mientras Lyam esperaba en el pasillo de la clínica, un aire tenso lo rodeaba. Las paredes estaban pintadas de un blanco impoluto, pero la luz fría del fluorescente parecía hacer que todo se sintiera estéril y distante. Los ecos de murmullos lejanos y el suave sonido de pasos resonaban en el pasillo, creando un ambiente que se sentía a la vez opresivo y solitario.Al verla con la nariz vendada, su mirada se posó en su mejilla marcada, y su rostro sereno se tornó ceñudo. Había algo profundamente perturbador en esa fragilidad que Tessa emanaba; la forma en que sus ojos evitaban el contacto directo, como si temiera que cualquier mirada pudiera desnudara su dolor oculto.Tessa entrelazó sus manos, sintiendo cómo la vergüenza la envolvía como una manta pesada. Con voz temblorosa dijo—: Agradezco su ayuda, señor Lambert.Lyam asintió con indiferencia, pero había un destello de algo más en su mirada; una curiosidad oscura que no podía ocultar. Su voz fue como un h
Tessa lo siguió sin protestar, su mirada fija en el suelo mientras caminaban hacia el auto. La distancia entre ellos parecía cargada de palabras no dichas.Una vez dentro del vehículo, Lyam encendió el motor con un suave giro de llave. El sonido del motor llenó el silencio, pero él se quedó mirando al frente durante cinco segundos que se sintieron como una eternidad. El interior del auto era oscuro y acogedor, lo que contrastaba con la personalidad de LyamFinalmente, giró su cabeza hacia Tessa, todavía absorta en su bebida gaseosa. Con un tono directo pero suave, le preguntó:—¿Dónde vives, niña?La pregunta flotó entre ellos como una invitación a abrirse.Tessa parpadeó, como si despertara de un trance, y lo miró con una mezcla de sorpresa y vulnerabilidad—: ¿Para qué quiere saberlo?—Es para saber si tu casa queda de paso a la empresa, así te dejo allá —dijo Lyam, intentando sonar práctico.Tessa resopló, dejando escapar el aire de sus pulmones con un gesto que reflejaba su descont
Perdida en sus pensamientos, Tessa salió de la universidad con la mente hecha un torbellino. Las palabras de Felicia resonaban en su cabeza, como ecos insistentes que no la dejaban en paz. Mientras caminaba, su móvil vibraba sin parar dentro de su mochila, interrumpiendo su caos mental. Decidida a encontrar un momento de calma, se detuvo y se sentó en los jardines externos de la universidad.El aire fresco le acarició el rostro mientras miraba a su alrededor. La belleza del lugar contrastaba con el tumulto que sentía en su interior. Al revisar la pantalla de su móvil, vio que era Mónica quien estaba intentando contactarla. Un suspiro escapó de sus labios; sabía que su amiga quería hablar sobre lo sucedido, pero en ese momento no tenía fuerzas para lidiar con eso. Decidió no responder y apagó el móvil, buscando refugio en el silencio que la rodeaba.Tessa se levantó del banco, sintiendo que el peso de la situación la empujaba a moverse, cuando de repente, una voz familiar resonó detrás
Al entrar por la puerta principal de la Universidad del Thamesis, las miradas se posaron sobre él como si fuera un imán para la atención. Con esa aura de desafío y confianza que lo caracterizaba, Lyam avanzó decidido hacia el pasillo que conducía a la oficina del director. Sin tocar, abrió la puerta y se encontró con una escena poco convencional: el director Robert estaba sentado detrás de su escritorio, desprovisto de saco, con la corbata deshecha y los pies descalzos sobre la mesa.El director alzó la vista, inicialmente confundido por la presencia del joven. Su rostro pasó de un tono intermedio a un blanco pálido en cuestión de segundos al reconocer a quien tenía delante.—¡Señor Lambert! —exclamó, levantándose abruptamente mientras intentaba apresuradamente colocarse los zapatos.Lyam lo ignoró y tomó asiento en la enorme silla del director, como si estuviera reclamando un trono. Con una mirada fija y penetrante, dijo—: Hace tiempo que no venía a la Universidad, así que iba de pas
Lyam notó el cambio en su tono y supuso que ya no estaba tan molesta como antes. Se aclaró la garganta antes de continuar—: Usted... —dudó unos segundos—. Creo que hace unas horas tuve un comportamiento muy inapropiado.La sorpresa inundó a Tessa—: ¿Disculpe?—Solo hice caso a mi forma de pensar y no sabía que eso le haría sentir incómoda —admitió Lyam, sintiendo cómo sus palabras se enredaban en su lengua. A pesar de ser un buen orador, esta vez se sentía vulnerable.De repente, el sonido de una suave risa cruzó el auricular y llenó el aire con una chispa inesperada. La risa de Tessa lo dejó aún más incómodo.—¿Usted se está riendo? —preguntó Lyam, algo incrédulo ante la reacción de ella.—¡Mis disculpas! —respondió rápidamente—. Es solo que me tomó por sorpresa su llamada. Acepto sus disculpas y también quiero ofrecerle las mías. Tengo el defecto de no comportarme decentemente cuando estoy de mal humor, así que lamento si le falté al respeto a una figura tan respetable como usted.S