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CAPÍTULO 3: DESTELLOS DE ESPERANZA

Mónica no pudo contener su sorpresa, sintiendo cómo su corazón se encogía.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! ¡Eras la más emocionada en esto, Tessa! —exclamó, su voz llena de incredulidad y frustración.

La respuesta de Tessa llegó como un susurro quebrado—: Gasté el dinero... comprando la comida de la semana. —la tristeza en sus ojos era palpable.

La furia brotó en Mónica—: ¡Mal nacidos! ¿Acaso tú quién eres para mantenerlos? —las palabras salieron de su boca como una explosión; no podía soportar ver a su amiga atrapada en esa situación tan injusta.

Pero las lágrimas comenzaron a caer del rostro de Tessa, y con ellas se desbordaron todas las emociones reprimidas.

—Por eso fue que me pegaron —dijo, su voz temblorosa—, el dinero que tenía ni siquiera alcanzó para todo lo que estaba en la lista. Dije unas palabras que eran verdades y me golpearon hasta sacarme el aire.

El corazón de Mónica se rompió al escuchar esas palabras. La impotencia y el dolor por lo que estaba viviendo su amiga llenaron sus ojos de lágrimas. Sin pensarlo dos veces, la abrazó con fuerza, deseando transmitirle toda la calidez y apoyo que pudiera ofrecerle.

—Tranquila... tranquila que te ayudaré a salir de esto —susurró Mónica, tratando de ser un refugio seguro en medio del caos emocional.            Sabía que las palabras podían ser insuficientes, pero quería que Tessa sintiera que no estaba sola en esta lucha.

De repente, esa intimidad fue interrumpida por una voz familiar:

—¡Hola chicas! —dijo Erick con un tono despreocupado.

Al notar el semblante abatido de Tessa, su expresión cambió rápidamente. Quiso preguntar qué le pasaba, pero sus ojos se detuvieron en el leve golpe en la mejilla de Tessa. La preocupación se dibujó en su rostro mientras se acercaba a ella.

—Teressa, ¿qué te sucedió? —preguntó suavemente, sujetando su rostro con delicadeza entre sus manos.

El rostro de Tessa se tornó rojo, una mezcla de vergüenza y nerviosismo, mientras se esforzaba por ocultar el verdadero dolor detrás de su sonrisa.

—Tuve un accidente, es todo —dijo, intentando restarle importancia a la situación. Pero su mirada nerviosa delataba la tristeza que intentaba esconder.

Erick, por su parte, dudó unos segundos ante sus palabras. La preocupación en sus ojos no podía ocultarse.

—Está bien. ¿Estás preparada para la excursión? —preguntó con un tono amable, como si quisiera que esas palabras pudieran arrancar la tristeza del rostro de Tessa.

Pero la respuesta de ella fue un golpe bajo—: Ehh... Yo no iré, hubo una emergencia y tuve que gastar el dinero. —la tristeza en su voz era evidente y resonó en el aire entre ellos como una melodía triste.

La expresión de Erick cambió, su corazón se hundió al ver cómo el brillo en los ojos de Tessa se apagaba.

—¿Por eso estás así de triste? —preguntó suavemente, buscando entender el dolor que la consumía. Tessa asintió lentamente, con la mirada baja y las lágrimas amenazando con brotar nuevamente.

Fue entonces cuando una chispa de inspiración iluminó la mente de Erick.

—No te preocupes, yo te pagaré el carnet de entrada —propuso con determinación en su voz.

La reacción de Tessa fue instantánea; levantó la mirada de golpe, sus ojos reflejando incredulidad y sorpresa. Tartamudeó— ¿El carnet de entrada? No, ¡es muy costoso! —su corazón palpitaba rápido; era un gesto tan generoso que parecía casi irreal.

Erick sonrió con confianza, queriendo transmitirle seguridad.

—Esto será mi agradecimiento por tu ayuda en mi examen —explicó, sin apartar sus ojos de los de ella.

—¡Erick te está dando este tremendo obsequio! ¡Acéptalo! —las palabras de Mónica resonaron en el aire como un eco alentador.

Tessa sintió cómo una ola de emociones la inundaba: gratitud, sorpresa y un pequeño destello de esperanza comenzaron a florecer dentro de ella.

Con un nudo en la garganta y los ojos brillantes por las lágrimas que aún contenía, Tessa finalmente encontró su voz:

—Gracias... no sé qué decir... —susurró.

Erick sonrió con complicidad, su rostro iluminado por una chispa de alegría.

—Entonces anota tu nombre en la lista y dime en qué número quedarás —le dijo, guiñándole un ojo antes de marcharse, dejando tras de sí un aire de confianza y calidez.

Tessa lo observó alejarse, sintiendo cómo su corazón latía con más fuerza. La sonrisa de Erick se quedó grabada en su mente como una imagen perfecta.

Mientras sus dedos acariciaban suavemente sus mejillas, aún impregnadas del cálido tacto de Erick, una mezcla de emociones la envolvió.

—¡Dios mío! ¡Es tan encantador! —murmuró para sí misma, incapaz de contener la sonrisa que emergía de su interior.

---

Días después.

El ambiente en las oficinas de las Empresas Lambert estaba impregnado de una tensión palpable, un eco de la frialdad que emanaba del joven sentado frente a su ordenador. Era el CEO y su presencia era suficiente para que el aire se volviera denso.

—Señor, los pasantes llegan mañana en horas de la mañana —anunció su asistente, un joven que intentaba mantener la calma a pesar del desdén que percibía en la voz de su jefe.

El CEO no levantó la vista de la pantalla. Su tono era cortante y autoritario, como si cada palabra que pronunciara fuera un decreto:

—Bien, ya sabes qué hacer. No quiero relajos, no quiero mocosos irresponsables y fíjate en las personas más capacitadas para trabajar aquí.

El asistente, sorprendido por la dureza de sus palabras, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Era habitual en el CEO ser implacable; no toleraba errores ni debilidades. A menudo, sus empleados se sentían más como fichas de ajedrez en un juego cruel que como personas con aspiraciones y sueños propios.

—Está bien, señor. Por cierto, ¿va a seguir queriendo un pasante para su próximo asistente? —preguntó el asistente con cautela.

La respuesta fue rápida y directa.

—Sí.

Sin más explicaciones ni matices, el CEO volvió a concentrarse en su pantalla, dejando claro que no había espacio para más preguntas.

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El sol brillaba intensamente aquel día, iluminando con su luz el camino hacia las Empresas Lambert. Tessa, con su corazón acelerado, se sentía como si estuviera a punto de cruzar un umbral hacia un nuevo mundo lleno de posibilidades.

Sin embargo, no todos compartían esa alegría. Felicia, "la novia de Erick", fruncía el ceño mientras observaba a Erick charlar animadamente con Tessa. Para ella, la cercanía entre ellos era desconcertante.

«¿Desde cuándo se hizo tan amigo de la grasosa?», pensó con desdén.

Felicia siempre había visto a Tessa como una chica común, sin nada que la hiciera destacar. Pero no podía ignorar cómo Erick parecía disfrutar de su compañía.

Al llegar al imponente edificio de noventa pisos que albergaba a Empresas Lambert, el grupo quedó maravillado. La fachada relucía con un diseño moderno y elegante, y los empleados que entraban y salían lucían uniformes impecables que reflejaban la sofisticación de la empresa.

Un joven con lentes apareció ante ellos mientras se agrupaban en la entrada. Su porte era profesional y su voz clara y cordial.

—Bienvenidos a las Empresas Lambert —se presentó—. Soy Tomás Brion y soy el asistente personal del CEO.

El asistente personal del CEO era alguien importante; los ojos de Tessa brillaron mientras lo miraba.

Tomás sonrió amablemente y continuó:

—Hoy tendrán una breve orientación sobre cómo funciona nuestra empresa y lo que esperamos de ustedes como pasantes. Quiero que se sientan cómodos y sepan que estamos aquí para guiarlos en este proceso.

La orientación comenzó, y Tomás explicó las distintas áreas del edificio: marketing, recursos humanos, desarrollo tecnológico… cada departamento parecía vibrar con una energía única. Tessa escuchaba atentamente, absorbiendo cada detalle como si fuera una esponja sedienta.

Tomás, con su porte elegante y carisma innato, se convirtió rápidamente en el centro de atención de la sala. A sus veinticinco años, era un reflejo del éxito que muchos aspiraban a alcanzar: alto, con una figura atlética que hablaba de dedicación y disciplina, y un rostro que parecía sacado de una revista. Su estilo impecable, con un traje bien ajustado y una sonrisa encantadora, dejaba a muchas de las chicas boquiabiertas.

Mientras él hablaba sobre la misión y visión de las Empresas Lambert, la atención de algunas de ellas se desvió hacia su apariencia.

—¿Cuando conoceremos al señor Lambert? —preguntó Felicia.

—El señor Lambert es una persona ocupada. —respondió sin ninguna expresión en su rostro—, pero estoy seguro de que si su agenda tiene un espacio libre vendrá a acompañarnos.

La sala de conferencias se llenó de murmullos emocionados tras la respuesta de Tomás. La figura del señor Lambert, el joven CEO que había tomado las riendas del imperio familiar, era un tema recurrente en las conversaciones entre los pasantes. Se hablaba de su misterioso encanto, su inteligencia aguda y, por supuesto, su atractivo físico que había dejado a más de una con el corazón acelerado.

Tomás mantuvo su expresión serena mientras escuchaba los elogios. Sabía que el señor Lambert era una figura casi mítica para muchos.

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