Tessa había sido atendida, y mientras Lyam esperaba en el pasillo de la clínica, un aire tenso lo rodeaba. Las paredes estaban pintadas de un blanco impoluto, pero la luz fría del fluorescente parecía hacer que todo se sintiera estéril y distante. Los ecos de murmullos lejanos y el suave sonido de pasos resonaban en el pasillo, creando un ambiente que se sentía a la vez opresivo y solitario.
Al verla con la nariz vendada, su mirada se posó en su mejilla marcada, y su rostro sereno se tornó ceñudo. Había algo profundamente perturbador en esa fragilidad que Tessa emanaba; la forma en que sus ojos evitaban el contacto directo, como si temiera que cualquier mirada pudiera desnudara su dolor oculto.
Tessa entrelazó sus manos, sintiendo cómo la vergüenza la envolvía como una manta pesada. Con voz temblorosa dijo—: Agradezco su ayuda, señor Lambert.
Lyam asintió con indiferencia, pero había un destello de algo más en su mirada; una curiosidad oscura que no podía ocultar. Su voz fue como un hielo cortante cuando preguntó—: Tu mejilla, ¿por qué está así? —alzó su mano y la presionó ligeramente sobre el moretón, haciendo que ella se apartara instintivamente, ocultando el ardor palpable que sentía.
Era vergonzoso para Tessa revelar la verdad detrás de los moretones en su cuerpo. La lucha interna era desgastante; sabía que si los demás se enteraban del abuso del que era víctima, sería el centro de rumores crueles.
Lyam soltó un suspiro profundo y apartó su mano con un gesto casi brusco—: ¿Qué le sucedió ahí, señorita Rondón? —volvió a preguntar con una intensidad que hacía vibrar el aire entre ellos.
Tessa sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar la pregunta de Lyam. La sorpresa se reflejó en su rostro y, por primera vez, sus ojos se encontraron con los de él. Había una mezcla de incredulidad y desconfianza en su mirada.
—¿Cómo sabe mi apellido? —preguntó, su voz apenas un susurro.
Lyam, sin embargo, evadió la cuestión. Su tono era frío y directo—: Te hice una pregunta.
La firmeza en su voz era innegable, pero había un matiz de curiosidad que no podía ocultar. Era claro que estaba observando cada pequeño gesto de Tessa, buscando la verdad detrás de sus palabras temblorosas.
Ella, sintiendo el peso de su mirada penetrante, tartamudeó—: No es nada... solo fue parte del golpe cuando caí.
Las palabras salieron de sus labios como una defensa instintiva; sabía que estaba mintiendo. Pero hablar sobre lo que realmente le sucedía era un abismo en el que no quería caer.
Lyam mantuvo su mirada fija en ella con seriedad. Notaba cómo la voz de Tessa temblaba. Sin embargo, decidió no insistir más—: Está bien —respondió con un tono que intentaba ser neutral.
En ese momento, el médico salió del consultorio y llamó a Lyam con un gesto. La atención del hombre se desvió hacia el médico por un instante, pero antes de alejarse por completo, volvió a mirar a Tessa con una intensidad casi palpable.
—Espérame aquí —le ordenó con frialdad mientras daba un paso hacia el médico. La forma en que pronunció aquellas palabras tenía un peso autoritario; no era solo una solicitud, sino una advertencia. Cuando él se detuvo en seco y la señaló con su dedo, las palabras resonaron en su mente como un eco amenazante—: Si te vas, estarás en serios problemas.
Lyam se acercó al médico con pasos firmes, su rostro estaba marcado con serenidad. Al llegar a su lado, lo miró directamente a los ojos y dijo con voz grave—: Señor Lambert.
El doctor se volvió hacia él, y su expresión se tornó sombría. La tensión en el aire era palpable. Con un leve asentimiento, Lyam continuó—: ¿Cómo salió?
El médico tomó un respiro profundo antes de responder—: Su nariz está bien, pero...—las palabras se le atascaban en la garganta. Su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y conflicto interno. Sabía que lo que iba a decir podría cambiarlo todo, pero la súplica de Tessa resonaba en su mente.
—Pero, ¿qué? —la impaciencia de Lyam crecía.
El doctor dudó, sintiendo el tirón de su ética profesional que le decía que no podía revelar detalles sobre el estado de sus pacientes. Sin embargo, había algo en la mirada de Tessa que lo hizo cuestionar ese principio. La desesperación y la angustia de la joven eran evidentes; no podía ignorar la gravedad de la situación.
—Ella me pidió no decir nada —confesó finalmente, sintiendo cómo las palabras pesaban en sus labios—. Parece que algo le incomoda o algo muy grave le pasó como para que me rogara que no dijera nada...
Lyam sintió cómo su paciencia se desvanecía rápidamente. La angustia por Tessa lo consumía, y cada segundo contaba—: Ve al punto —dijo con firmeza, casi implorando por una respuesta clara.
El doctor sintió un nudo en el estómago al mirar a Lyam—: Hay señales de... maltrato doméstico. —murmuró finalmente, sus ojos reflejando una mezcla de compasión y preocupación—. No puedo entrar en detalles sin su permiso, pero creo que es fundamental que lo averigüe.
Los ojos de Lyam, que antes llenos de serenidad, ahora reflejaban una ira interminable. El doctor, consciente del peso de lo que iba a decir, tomó un respiro profundo antes de responder.
—En cuanto a su estado físico —comenzó el médico, su voz seria y profesional—, he observado varios moretones en su cuerpo. El más evidente es uno en su rostro; aunque el maquillaje lo disimula bastante, hay un moretón oscuro que abarca parte de su mejilla y la zona alrededor del ojo. Esto indica que ha sufrido un golpe reciente.
La imagen del moretón en el rostro de Tessa se grabó en su mente, y la rabia comenzó a burbujear dentro de él como un choque eléctrico.
El doctor continuó, notando el cambio en la expresión de Lyam—: También he notado marcas en sus brazos y algunas contusiones en su abdomen. Estos signos son preocupantes y sugieren que ha estado expuesta a un maltrato físico.
—¿Es la razón de por qué le pidió que no dijera nada? —preguntó Lyam.
El doctor bajó la mirada, comprendiendo la frustración que Lyam sentía—: A veces, las víctimas no hablan por miedo o vergüenza. El maltrato doméstico puede ser devastador no solo físicamente sino también emocionalmente.
Él asintió—: ¿Notaste algo más?
El doctor tomó un momento para organizar sus pensamientos, y con un tono suave pero serio, comenzó a explicar—: Cuando estaba examinando a la señorita Teressa, noté que su cuerpo estaba completamente rígido. Era como si cada músculo estuviera en tensión, como si estuviera preparándose para un golpe —dijo el médico, observando la expresión de preocupación en el rostro de Lyam—. En un momento, me empujó instintivamente. Fue una reacción visceral; el miedo se apoderó de ella.
El doctor hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas para transmitir la gravedad de la situación. Sus ojos reflejaban compasión y profesionalismo al mismo tiempo.
—Vi terror en sus ojos —continuó—. No era solo un miedo pasajero; era profundo, arraigado.
Lyam salió del consultorio con la cabeza llena de preguntas. El pasillo del hospital era frío y estéril, con paredes blancas que reflejaban una luz brillante y artificial. La sensación de urgencia lo envolvía mientras sus pasos resonaban en el suelo de linóleo.
Al no ver a Tessa en el pasillo, frunció el ceño, con un impulso, se dirigió a la recepción del piso. Allí, su mirada se fijó en Tessa, que estaba frente a la máquina expendedora. La máquina estaba iluminada por una luz tenue, el sonido de los motores zumbando suavemente mientras giraba para entregar la bebida. Tessa parecía perdida en sus pensamientos, un gesto de tranquilidad contrastando con lo que acababa de suceder en la sala del médico.
Cuando finalmente recogió la lata y abrió el envase, el sonido del gas liberándose resonó como un pequeño estallido en la quietud del entorno. Al voltear, se encontró con los ojos intensos de Lyam que la observaban fijamente. En ese momento, la expresión de Tessa cambió; había una mezcla de sorpresa y algo más profundo que Lyam no podía descifrar.
—Vámonos —dijo él, ignorándola por completo mientras comenzaba a caminar dos pasos delante de ella.
Tessa lo siguió sin protestar, su mirada fija en el suelo mientras caminaban hacia el auto. La distancia entre ellos parecía cargada de palabras no dichas.Una vez dentro del vehículo, Lyam encendió el motor con un suave giro de llave. El sonido del motor llenó el silencio, pero él se quedó mirando al frente durante cinco segundos que se sintieron como una eternidad. El interior del auto era oscuro y acogedor, lo que contrastaba con la personalidad de LyamFinalmente, giró su cabeza hacia Tessa, todavía absorta en su bebida gaseosa. Con un tono directo pero suave, le preguntó:—¿Dónde vives, niña?La pregunta flotó entre ellos como una invitación a abrirse.Tessa parpadeó, como si despertara de un trance, y lo miró con una mezcla de sorpresa y vulnerabilidad—: ¿Para qué quiere saberlo?—Es para saber si tu casa queda de paso a la empresa, así te dejo allá —dijo Lyam, intentando sonar práctico.Tessa resopló, dejando escapar el aire de sus pulmones con un gesto que reflejaba su descont
Perdida en sus pensamientos, Tessa salió de la universidad con la mente hecha un torbellino. Las palabras de Felicia resonaban en su cabeza, como ecos insistentes que no la dejaban en paz. Mientras caminaba, su móvil vibraba sin parar dentro de su mochila, interrumpiendo su caos mental. Decidida a encontrar un momento de calma, se detuvo y se sentó en los jardines externos de la universidad.El aire fresco le acarició el rostro mientras miraba a su alrededor. La belleza del lugar contrastaba con el tumulto que sentía en su interior. Al revisar la pantalla de su móvil, vio que era Mónica quien estaba intentando contactarla. Un suspiro escapó de sus labios; sabía que su amiga quería hablar sobre lo sucedido, pero en ese momento no tenía fuerzas para lidiar con eso. Decidió no responder y apagó el móvil, buscando refugio en el silencio que la rodeaba.Tessa se levantó del banco, sintiendo que el peso de la situación la empujaba a moverse, cuando de repente, una voz familiar resonó detrás
Al entrar por la puerta principal de la Universidad del Thamesis, las miradas se posaron sobre él como si fuera un imán para la atención. Con esa aura de desafío y confianza que lo caracterizaba, Lyam avanzó decidido hacia el pasillo que conducía a la oficina del director. Sin tocar, abrió la puerta y se encontró con una escena poco convencional: el director Robert estaba sentado detrás de su escritorio, desprovisto de saco, con la corbata deshecha y los pies descalzos sobre la mesa.El director alzó la vista, inicialmente confundido por la presencia del joven. Su rostro pasó de un tono intermedio a un blanco pálido en cuestión de segundos al reconocer a quien tenía delante.—¡Señor Lambert! —exclamó, levantándose abruptamente mientras intentaba apresuradamente colocarse los zapatos.Lyam lo ignoró y tomó asiento en la enorme silla del director, como si estuviera reclamando un trono. Con una mirada fija y penetrante, dijo—: Hace tiempo que no venía a la Universidad, así que iba de pas
Lyam notó el cambio en su tono y supuso que ya no estaba tan molesta como antes. Se aclaró la garganta antes de continuar—: Usted... —dudó unos segundos—. Creo que hace unas horas tuve un comportamiento muy inapropiado.La sorpresa inundó a Tessa—: ¿Disculpe?—Solo hice caso a mi forma de pensar y no sabía que eso le haría sentir incómoda —admitió Lyam, sintiendo cómo sus palabras se enredaban en su lengua. A pesar de ser un buen orador, esta vez se sentía vulnerable.De repente, el sonido de una suave risa cruzó el auricular y llenó el aire con una chispa inesperada. La risa de Tessa lo dejó aún más incómodo.—¿Usted se está riendo? —preguntó Lyam, algo incrédulo ante la reacción de ella.—¡Mis disculpas! —respondió rápidamente—. Es solo que me tomó por sorpresa su llamada. Acepto sus disculpas y también quiero ofrecerle las mías. Tengo el defecto de no comportarme decentemente cuando estoy de mal humor, así que lamento si le falté al respeto a una figura tan respetable como usted.S
Tessa sintió cómo la rabia burbujeaba dentro de ella; sus palabras eran una retorcida justificación para su comportamiento abusivo.—¿Acaso no ves el tipo de basura que eres? —le gritó con toda la fuerza que pudo reunir—. Me golpeas, me insultas, le metes calumnias en la cabeza a mi madre para que me odie y me maltrate. ¡Me violaste cuando tenía catorce años! ¿Eso es amor para ti? —las palabras salieron como un torrente incontrolable.—¡Lo hago porque te amo, Teressa! —gritó Deghar, su voz era una mezcla de locura y posesión—. ¡Eres mía en cuerpo y alma! ¡Fui tu primer hombre, y seré el último!Cada palabra que salía de su boca era un veneno que penetraba en la mente de Tessa. Ella, llena de asco y repulsión, empujó a Deghar con todas sus fuerzas.—¡Aléjate de mí! —gritó, sintiendo la rabia arder en su interior.Pero Deghar no se detuvo. Con una rapidez aterradora, la agarró a la fuerza, sus manos como garras aferrándose a su piel. Tessa forcejeó con todas sus fuerzas, pero la brutali
Tessa parpadeó varias veces, tratando de despejar la neblina que aún envolvía su mente. Al abrir los ojos, la luz tenue del hospital la abrazó suavemente. Su mirada se deslizó por la habitación, hasta que se detuvo en él: Lyam.Dormía en una actitud que combinaba la vulnerabilidad con un magnetismo innegable. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, lo que acentuaba la musculatura definida de su torso. La silla en la que estaba sentado parecía pequeña en comparación con su figura imponente. Su cabello, desordenado y rebelde, caía despreocupadamente sobre su frente, dándole un aire despreocupado y casi juvenil. A pesar de la incomodidad de la posición, había algo tan atractivo en él que Tessa no pudo evitar sonreír.Se levantó ligeramente de la cama, haciendo un sonido suave contra las sábanas. Cuando su mirada se posó nuevamente en él, lo encontró allí, observándola. El hecho de que él la estuviera mirando cuando se supone que estaba dormido hizo que ella se sobresaltara.—¿Cómo te
Tessa, con un ligero temblor en sus manos, se había decidido a dar ese paso audaz. Al sentarse en el asiento del copiloto, el movimiento brusco hizo que el auto se balanceara y Lyam, sorprendido, desvió su mirada hacia ella. Sus ojos mostraban una mezcla de desconcierto y curiosidad.Tessa, en un intento por calmar su propio nerviosismo, se enfocó en su reflejo en el espejo de la visera parasol. Su rostro reflejaba una belleza natural, pero había algo más: con movimientos delicados, comenzó a peinar su cabello con las manos, como si eso le diera un poco más de control sobre la situación. Sus dedos se deslizaban por las hebras de su cabello con suavidad, intentando distraerse mientras sentía la intensidad de la mirada de Lyam.Lyam, por su parte, no podía evitar sonreír. Su sonrisa era discreta, casi como un secreto.Cuando Tessa terminó de arreglarse, su mirada se encontró con la de Lyam. Sus ojos brillaban intensamente, como si estuvieran llenos de determinación y nerviosismo a la ve
Con un gesto decidido, Amanda abandonó la cocina y se dirigió hacia la sala principal. Los dos hombres se quedaron solos en la cocina, Tomás, intentando romper la tensión, extendió una bolsa blanca que traía en sus manos hacia Lyam.—Son las medicinas de la señorita Rondón —informó con seriedad.Lyam tomó la bolsa con rapidez y asintió agradecido.—Me retiraré; que tengan buenas noches —dijo Tomás antes de dirigirse hacia la puerta.Cuando Lyam regresó a la sala principal, se encontró con una imagen tranquila: Amanda observaba a Tessa, quien estaba distraída mirando las fotos familiares que reposaban en las vitrinas. La expresión de Amanda era curiosa, casi nostálgica, lo que llamó la atención de Lyam.Finalmente, Amanda, sintiendo la presencia de su hijo, aclaró la garganta para llamar la atención de ambos.—Señorita Rondón —dijo con un tono firme pero amable—, acompáñeme.Tessa levantó la vista, asintió con una sonrisa y siguió a Amanda escaleras arriba hacia el segundo piso. La cas