El ambiente en el último piso era tenso pero electrizante. Las paredes estaban decoradas con obras de arte contemporáneo y el aire olía a éxito y ambición.
Felicia, que observaba desde una esquina, fruncía el ceño. La frustración burbujeaba dentro de ella mientras veía cómo Tessa se llevaba las miradas y los elogios por su conocimiento. En su mente, comenzó a tramar un plan que podría cambiar la dinámica del grupo y devolverle el protagonismo que sentía le pertenecía.
Con una sonrisa astuta curvando sus labios, Felicia se acercó sigilosamente a Tessa mientras Tomás seguía hablando sobre la importancia de la organización en el trabajo del CEO. En un movimiento rápido e inesperado, Felicia extendió su pie y lo colocó justo en el camino de Tessa, quien no tuvo tiempo para reaccionar.
El impacto fue inmediato. Tessa perdió el equilibrio y cayó hacia adelante, aterrizando justo al lado del escritorio de la asistente presidencial. Los documentos importantes que estaban organizados meticulosamente volaron por los aires como hojas secas arrastradas por el viento.
El estruendo resonó como un trueno en la oficina, interrumpiendo la rutina del día. El sonido del golpe fue tan fuerte que incluso el CEO, que se encontraba concentrado en un informe, alzó la vista sobresaltado. Un silencio momentáneo se apoderó de la sala antes de que las risas comenzaran a brotar de los labios de algunos compañeros.
La oficina se llenó de un silencio tenso tras la entrada del señor Lambert, cuya presencia imponente parecía absorber toda la energía del lugar. Mientras acomodaba los botones de su saco, sus ojos se posaron en el grupo que había estado riéndose y señalando a Tessa, quien estaba en el suelo, visiblemente afectada por la burla.
Frunció el ceño al percatarse de la escena. Con su voz grave resonando en la sala, preguntó—: ¿Qué sucede aquí?
La autoridad en su tono hizo que todos se congelaran. Las risas se apagaron al instante y las miradas se dirigieron hacia él, atónitas. Las chicas que antes se burlaban se sintieron atrapadas y comenzaron a retroceder, sonrojadas y nerviosas.
Tomás se puso rígido al ver que el señor Lambert estaba allí, un hombre conocido por su carácter firme y su poca tolerancia hacia el alboroto.
—Señor Lambert... —logró articular Tomás, sintiendo el peso de la situación.
La asistente presidencial, viendo una oportunidad para deshacerse de Tessa y desviar la atención hacia ella, levantó la voz con una actitud desafiante.
—¡Lyam! ¡Esta mujer gorda cayó encima de mi escritorio y volteó todo el papeleo! ¡Échala de la empresa!
Las palabras hirientes resonaron en la oficina como un eco doloroso. Tessa, aún en el suelo, sintió cómo el ardor de la vergüenza le subía por el rostro.
Mónica, con una mezcla de indignación y preocupación, observaba cómo sus compañeros se reían nerviosamente después de que el señor Lambert había intervenido. Aunque la rabia burbujeaba en su interior, se esforzó por mantener la compostura.
—No fue su culpa —dijo, dirigiendo una mirada fulminante a sus compañeros—. Ella se tropezó, o... hicieron que se cayera a propósito.
La tensión en la oficina era palpable. Mónica era conocida por su carácter fuerte y su disposición a defender lo que era correcto. Su mirada desafiante hizo que algunos de los más tímidos bajaran la cabeza, avergonzados por el papel que habían jugado en la situación.
Mientras tanto, el CEO observaba a Tessa con una mezcla de sorpresa y compasión. La imagen de ella sentada en el suelo, con lágrimas corriendo por sus mejillas y sangre manando de su nariz, lo hizo sentirse incómodo.
Sin pensarlo dos veces, se acercó a Tessa. Sus movimientos eran suaves y cuidadosos; no quería asustarla más. Cuando vio sus lentes rotos en el suelo, se agachó para recogerlos y, al hacerlo, sintió un nudo en el estómago al ver cómo ella intentaba limpiarse la sangre sin éxito.
—Lo siento —murmuró mientras tocaba ligeramente su nariz para examinarla—. ¿Estás bien?
El gesto de Lyam fue inesperado para muchos; no era común ver al CEO tan involucrado emocionalmente con una mujer. Su voz era baja y llena de sinceridad.
Tessa no respondió; simplemente continuó llorando en silencio, incapaz de encontrar las palabras para expresar lo que sentía. El dolor físico se mezclaba con la angustia emocional de haber sido objeto de burla frente a todos.
Lyam se inclinó un poco más cerca, asegurándose de no invadir su espacio personal. Su mirada era intensa pero suave; transmitía comprensión y apoyo.
—Vamos a limpiar eso —dijo con calma—. No te preocupes por lo que pasó hoy; aquí no toleraremos ese comportamiento.
La tensión en la sala era palpable. Tessa, aún con lágrimas en los ojos y el rostro pálido, se sentía atrapada entre la vergüenza y el dolor físico.
—¡Tomás, ya sabes qué hacer! —dijo Lyam con seriedad, dirigiéndose al joven que había estado esperando instrucciones.
Tomás, aunque nervioso ante la presencia del CEO, asintió rápidamente. Su voz temblorosa apenas pudo salir de su boca—: Sí señor.
Mientras tanto, dentro de la oficina, Lyam permanecía al lado de Tessa, concentrado en ella.
—Señor Lambert. —murmuró, avergonzada—, no es mi intención molestar... puedo ir sola al hospital. Creo que me rompí la nariz y el sangrado no se detiene.
Lyam se detuvo un momento para mirarla directamente a los ojos. Tomó nuevamente la mano de la mujer con firmeza y le dijo—: Está bien, vamos. —la determinación en su voz resonaba como un eco en el aire.
Ella, sorprendida y algo incómoda, respondió—: No, espere señor, puedo ir sola. —con un gesto decidido, retiró su mano.
La reacción de Lyam fue inmediata. La sorpresa se dibujó en su rostro; rara vez alguien se atrevía a negarle algo. Su mente se agolpó de pensamientos: ¿Una mujer negó su mano? O más interesante aún, ¿negó su compañía?
La intriga lo llevó a observarla detenidamente. Aunque era una mujer de figura robusta, al fijarse bien, notó que no era fea; había una fuerza en ella que lo desafiaba.
Sin pensarlo mucho, Lyam insistió—: No me importa lo que pienses, te voy a llevar yo mismo a mi clínica y punto. —su tono era firme y autoritario mientras la tomaba nuevamente de la mano, esta vez con más fuerza.
Ella intentó protestar—: Pero... —su voz temblaba un poco ante la intensidad de la mirada de él.
Lyam la miró con una expresión siniestra que hablaba más que mil palabras. Su mirada era un claro mensaje: no había lugar para la discusión. Ella, sintiendo esa presión y sin poder evitarlo, asintió con obediencia.
Al llegar a la planta baja, el ambiente se sentía tenso. El ascensor se abrió con un suave ding, revelando a sus compañeros en medio de una discusión. Erick, con el ceño fruncido y los brazos cruzados, estaba regañando a Felicia, quien parecía estar tratando de explicarse sin mucho éxito. La escena era un claro reflejo de la dinámica habitual entre ellos, pero la llegada de Lyam cambió rápidamente el tono.
Cuando entraron al área común, todos los ojos se volvieron hacia ellos. Lyam, imponente y seguro de sí mismo, tenía su mano entrelazada con la de Tessa. Su expresión era fría, casi despectiva hacia los estudiantes que los rodeaban. A su lado, Tessa se sentía pequeña y vulnerable; su figura no contrastaba con la presencia robusta de Lyam. Cada paso que él daba parecía ser tres veces más largo que el suyo, y eso solo acentuaba la sensación de que estaba siendo arrastrada en una corriente que no podía controlar.
Finalmente, llegaron al auto de Lyam. Él le abrió la puerta con un gesto autoritario y luego se subió al vehículo. Antes de que ella pudiera acomodarse, él la miró seriamente y le dijo—: Ponte el cinturón de seguridad, niña. —su tono estaba cargado de repugnancia y superioridad.
Esa palabra resonó en su mente como un eco burlón.
«Hombres ricos y arrogantes», pensó con desdén mientras se abrochaba el cinturón. La forma en que él la trataba le hacía sentir una mezcla de rabia y confusión.
El interior del auto era lujoso pero frío, reflejando la personalidad distante de Lyam. Mientras el motor rugía al encenderse, Tessa sintió que las tensiones entre ellos eran palpables. A medida que avanzaban por las calles, el silencio se hacía cada vez más pesado, lleno de preguntas sin respuesta y emociones reprimidas.
Tessa había sido atendida, y mientras Lyam esperaba en el pasillo de la clínica, un aire tenso lo rodeaba. Las paredes estaban pintadas de un blanco impoluto, pero la luz fría del fluorescente parecía hacer que todo se sintiera estéril y distante. Los ecos de murmullos lejanos y el suave sonido de pasos resonaban en el pasillo, creando un ambiente que se sentía a la vez opresivo y solitario.Al verla con la nariz vendada, su mirada se posó en su mejilla marcada, y su rostro sereno se tornó ceñudo. Había algo profundamente perturbador en esa fragilidad que Tessa emanaba; la forma en que sus ojos evitaban el contacto directo, como si temiera que cualquier mirada pudiera desnudara su dolor oculto.Tessa entrelazó sus manos, sintiendo cómo la vergüenza la envolvía como una manta pesada. Con voz temblorosa dijo—: Agradezco su ayuda, señor Lambert.Lyam asintió con indiferencia, pero había un destello de algo más en su mirada; una curiosidad oscura que no podía ocultar. Su voz fue como un h
Tessa lo siguió sin protestar, su mirada fija en el suelo mientras caminaban hacia el auto. La distancia entre ellos parecía cargada de palabras no dichas.Una vez dentro del vehículo, Lyam encendió el motor con un suave giro de llave. El sonido del motor llenó el silencio, pero él se quedó mirando al frente durante cinco segundos que se sintieron como una eternidad. El interior del auto era oscuro y acogedor, lo que contrastaba con la personalidad de LyamFinalmente, giró su cabeza hacia Tessa, todavía absorta en su bebida gaseosa. Con un tono directo pero suave, le preguntó:—¿Dónde vives, niña?La pregunta flotó entre ellos como una invitación a abrirse.Tessa parpadeó, como si despertara de un trance, y lo miró con una mezcla de sorpresa y vulnerabilidad—: ¿Para qué quiere saberlo?—Es para saber si tu casa queda de paso a la empresa, así te dejo allá —dijo Lyam, intentando sonar práctico.Tessa resopló, dejando escapar el aire de sus pulmones con un gesto que reflejaba su descont
Perdida en sus pensamientos, Tessa salió de la universidad con la mente hecha un torbellino. Las palabras de Felicia resonaban en su cabeza, como ecos insistentes que no la dejaban en paz. Mientras caminaba, su móvil vibraba sin parar dentro de su mochila, interrumpiendo su caos mental. Decidida a encontrar un momento de calma, se detuvo y se sentó en los jardines externos de la universidad.El aire fresco le acarició el rostro mientras miraba a su alrededor. La belleza del lugar contrastaba con el tumulto que sentía en su interior. Al revisar la pantalla de su móvil, vio que era Mónica quien estaba intentando contactarla. Un suspiro escapó de sus labios; sabía que su amiga quería hablar sobre lo sucedido, pero en ese momento no tenía fuerzas para lidiar con eso. Decidió no responder y apagó el móvil, buscando refugio en el silencio que la rodeaba.Tessa se levantó del banco, sintiendo que el peso de la situación la empujaba a moverse, cuando de repente, una voz familiar resonó detrás
Al entrar por la puerta principal de la Universidad del Thamesis, las miradas se posaron sobre él como si fuera un imán para la atención. Con esa aura de desafío y confianza que lo caracterizaba, Lyam avanzó decidido hacia el pasillo que conducía a la oficina del director. Sin tocar, abrió la puerta y se encontró con una escena poco convencional: el director Robert estaba sentado detrás de su escritorio, desprovisto de saco, con la corbata deshecha y los pies descalzos sobre la mesa.El director alzó la vista, inicialmente confundido por la presencia del joven. Su rostro pasó de un tono intermedio a un blanco pálido en cuestión de segundos al reconocer a quien tenía delante.—¡Señor Lambert! —exclamó, levantándose abruptamente mientras intentaba apresuradamente colocarse los zapatos.Lyam lo ignoró y tomó asiento en la enorme silla del director, como si estuviera reclamando un trono. Con una mirada fija y penetrante, dijo—: Hace tiempo que no venía a la Universidad, así que iba de pas
Lyam notó el cambio en su tono y supuso que ya no estaba tan molesta como antes. Se aclaró la garganta antes de continuar—: Usted... —dudó unos segundos—. Creo que hace unas horas tuve un comportamiento muy inapropiado.La sorpresa inundó a Tessa—: ¿Disculpe?—Solo hice caso a mi forma de pensar y no sabía que eso le haría sentir incómoda —admitió Lyam, sintiendo cómo sus palabras se enredaban en su lengua. A pesar de ser un buen orador, esta vez se sentía vulnerable.De repente, el sonido de una suave risa cruzó el auricular y llenó el aire con una chispa inesperada. La risa de Tessa lo dejó aún más incómodo.—¿Usted se está riendo? —preguntó Lyam, algo incrédulo ante la reacción de ella.—¡Mis disculpas! —respondió rápidamente—. Es solo que me tomó por sorpresa su llamada. Acepto sus disculpas y también quiero ofrecerle las mías. Tengo el defecto de no comportarme decentemente cuando estoy de mal humor, así que lamento si le falté al respeto a una figura tan respetable como usted.S
Tessa sintió cómo la rabia burbujeaba dentro de ella; sus palabras eran una retorcida justificación para su comportamiento abusivo.—¿Acaso no ves el tipo de basura que eres? —le gritó con toda la fuerza que pudo reunir—. Me golpeas, me insultas, le metes calumnias en la cabeza a mi madre para que me odie y me maltrate. ¡Me violaste cuando tenía catorce años! ¿Eso es amor para ti? —las palabras salieron como un torrente incontrolable.—¡Lo hago porque te amo, Teressa! —gritó Deghar, su voz era una mezcla de locura y posesión—. ¡Eres mía en cuerpo y alma! ¡Fui tu primer hombre, y seré el último!Cada palabra que salía de su boca era un veneno que penetraba en la mente de Tessa. Ella, llena de asco y repulsión, empujó a Deghar con todas sus fuerzas.—¡Aléjate de mí! —gritó, sintiendo la rabia arder en su interior.Pero Deghar no se detuvo. Con una rapidez aterradora, la agarró a la fuerza, sus manos como garras aferrándose a su piel. Tessa forcejeó con todas sus fuerzas, pero la brutali
Tessa parpadeó varias veces, tratando de despejar la neblina que aún envolvía su mente. Al abrir los ojos, la luz tenue del hospital la abrazó suavemente. Su mirada se deslizó por la habitación, hasta que se detuvo en él: Lyam.Dormía en una actitud que combinaba la vulnerabilidad con un magnetismo innegable. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, lo que acentuaba la musculatura definida de su torso. La silla en la que estaba sentado parecía pequeña en comparación con su figura imponente. Su cabello, desordenado y rebelde, caía despreocupadamente sobre su frente, dándole un aire despreocupado y casi juvenil. A pesar de la incomodidad de la posición, había algo tan atractivo en él que Tessa no pudo evitar sonreír.Se levantó ligeramente de la cama, haciendo un sonido suave contra las sábanas. Cuando su mirada se posó nuevamente en él, lo encontró allí, observándola. El hecho de que él la estuviera mirando cuando se supone que estaba dormido hizo que ella se sobresaltara.—¿Cómo te
Tessa, con un ligero temblor en sus manos, se había decidido a dar ese paso audaz. Al sentarse en el asiento del copiloto, el movimiento brusco hizo que el auto se balanceara y Lyam, sorprendido, desvió su mirada hacia ella. Sus ojos mostraban una mezcla de desconcierto y curiosidad.Tessa, en un intento por calmar su propio nerviosismo, se enfocó en su reflejo en el espejo de la visera parasol. Su rostro reflejaba una belleza natural, pero había algo más: con movimientos delicados, comenzó a peinar su cabello con las manos, como si eso le diera un poco más de control sobre la situación. Sus dedos se deslizaban por las hebras de su cabello con suavidad, intentando distraerse mientras sentía la intensidad de la mirada de Lyam.Lyam, por su parte, no podía evitar sonreír. Su sonrisa era discreta, casi como un secreto.Cuando Tessa terminó de arreglarse, su mirada se encontró con la de Lyam. Sus ojos brillaban intensamente, como si estuvieran llenos de determinación y nerviosismo a la ve