EPÍLOGO

Dos meses después

El sol acaricia mis mejillas como pensé que nunca volvería hacerlo; es agradable volver a sentirme en casa. Bueno, al menos sé que esta es mi casa, nuestra casa.

Por fin hemos logrado tener algo nuestro, de los tres.

Recuerdo que la cabeza me daba vueltas, igual que mis extremidades se sentían pesadas. Intentaba abrir los ojos, pero estaba tan cómoda en el mundo de los narcóticos que pensé que no sería capaz de lograrlo.

Apenas era capaz de recordar más que el ruido de las balas impactar contra el suelo, el dolor mudo en mi cuerpo, Sam llorando a mi lado, rogándome que no me muriera, el olor a antiséptico del hospital y después... Nada.

¿Significa eso que estaba muerta?

No, supongo que me negué a morirme. No podía aban

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